Catar un vino no es cosa sencilla… pero tampoco es algo que esté fuera de tu alcance. Tan solo hay que conocer unas pocas claves y no ponerle peros a (casi) ningún vino porque… de cualquier vino, hasta del más malo, se aprende algo.
¿Para qué necesitas aprender a catar un vino?
Realmente, si te gusta el vino, puedes pasar sin saber catarlo, pero si quieres profundizar un poco, no te van mal algunas pistas que te ayuden a saber catar un vino e identificar lo que percibes en la copa. Es interesante, también, para saber si, cuando te sirven un vino, este tiene algún defecto y puedes devolverlo o pedir que te lo cambien. Si no lo identificas, pensarás que ese vino es malo y quizá no lo vuelvas a pedir, cuando lo que estaba mal es la botella, la copa…
En fin, que no te viene nada mal aprenderte estas cinco pistas de cata.
1.- Identifica los aromas y sabores de un vino
A ver, te puede parecer una perogrullada, pero es que necesitas referencias visuales, olfativas y gustativas que te lleven desde lo que hueles y tomas en la copa hasta la imagen que te creas en tu mente para identificar esos aromas y sabores. Lo primero es mirar el color que tiene, porque puede dar pistas: un vino blanco joven puede ser amarillo o amarillo verdoso, por ejemplo, y si es viejo, se torna dorado.
El tinto puede pasar de los tonos violáceos siendo joven a los granates cuando es viejo o tiene mucha crianza. Puede ser casi negro si es de una uva que aporta mucho color, y tener más o menos opacidad dependiendo de la variedad y la elaboración.
A la hora de olerlo, y antes de moverlo en plan winelover, no está de más que metas la nariz en la copa para saber a qué huele así, porque también puede darte pistas de si el vino pinta bien o mal.
Después, muévela un poco (si no tienes buen pulso, mejor apoyada en la mesa) en círculos, provocando que el vino dé vueltas lentamente (cuidado, no te salpiques viniéndote arriba), y vuelve a meter la nariz. Ahí, notarás que las sensaciones aumentan y el vino se va expresando. Para saber a qué te huele, tienes que tener referencias mentales, recuerdos olfativos de frutas, de flores, hierbas, bayas, maderas (incluidas las de los lápices, una referencia útil), especias, mentoles (alguna vez te han puesto VapoRub de pequeño ¿no?). Intenta recurrir a esa biblioteca inconsciente que guardas sobre los aromas y une los puntos.
Normalmente, un vino joven, sin crianza en barrica, tendrá (y hablo muy generalmente, que luego hay casos muy particulares) aromas frutales, que los entendidos llaman primarios porque proceden de la materia prima, es decir, de la uva. En esos aromas primarios también encajan algunas especias (algunas uvas tienen toques de pimienta, por ejemplo), flores blancas o azules (desde magnolias a violetas, piensa en algún paseo por el jardín), hierbas silvestres, aromas vegetales, algunos que te recuerden a la piedra mojada… Según el tipo de elaboración, pueden aparecer aromas de tostados, de panadería o brioche o algunos lácticos (yogur, nata) que ya se categorizan como aromas secundarios, fruto del tipo de elaboración.
Si ya tiene crianza en barrica, llegan los aromas terciarios: a madera (habrás entrado en una carpintería, paseado por el bosque), especias dulces (vainilla o coco son habituales), puede haber trazos de tinta china, chocolate, caja de puros… Y si le sumas años, pueden aparecer cueros, más especias, petróleos, fruta desecada… pero el procedimiento es el mismo: haz memoria, detente a olfatear, ya verás como poco a poco logras segmentar lo que hueles y el vino empezará a hablar… esa sensación es indescriptible y maravillosa. Eso sí, no te estreses y ten paciencia, puede que al principio solo huelas un aroma, o no saques nada de lo que te he señalado… date tiempo, vuelve a intentarlo y saldrá.
Una buena copa te ayuda a examinar todos los matices del vinoNo, no es una sobrada, ni consejo de snob. Una buena copa puede hacer el milagro y marcar la diferencia entre que no huelas más que “a vino” (excusa barata si lo que quieres es interesarte) o que des un paso más y empieces a percibir a saco lo que el vino te cuenta. Si no sales a correr con unas katiuskas, ¿vas a catar con un vaso de tubo o una copa de las de tu bisabuela? No. Si quieres aprender, invierte en una copa decente. Por entre seis y doce euros tienes ya una buena herramienta en casas como Schott, Riedel, Gabriel Glas o Spiegelau, y con eso ya empezamos a hablar. Estas marcas llevan decenas de años haciendo copas para beber y catar y diseñan modelos muy versátiles, capaces de ayudar a expresarse a los vinos y que tú puedas disfrutar de sus aromas. Porque el vino necesita abrirse para que puedas capturar su mensaje, y si está encerrado en una jaula de cristal, no en una copa, será difícil que salga todo lo que encierra.
Haz la prueba, si quieres, catando en una copa de Ikea (por decir algo, aunque si estás muy pennyless, tampoco hay que crucificarte, Ikea it is), y en una profesional o para restauración: no hay color (bueno, ni aroma, ni sabor…). La copa es la aliada de la cata, pero un mal recipiente puede ser su enemigo.
El origen del vino es fundamental para entender cómo se expresaSin hacer una tesis doctoral en enología, para disfrutar catando has de aprender unas nociones mínimas: ya sabes que un vino se hace con uvas, pero, dependiendo de, por ejemplo, si se elabora o no con raspón (esa parte leñosa de la que cuelgan las uvas), de cuándo se cosecha (algo que influirá en la madurez y el sabor del vino), de dónde procede, si la elaboración se hace en depósitos o barricas y cómo es la crianza (en qué material, cuánto tiempo), los aromas serán distintos.
Algunos de los factores que más marcan son la variedad (qué tipo de uva es, ya que no huele igual una albariño que una verdejo, ni una syrah que una tempranillo), la región, el pueblo o el viñedo del que proceden las uvas, el método de elaboración, si tiene o no crianza en barrica (u otro recipiente más cool como tinaja o ánfora) y los años que pasan desde que se elaboró (la cosecha, la añada) hasta que se descorcha. Es bueno tener esos datos para hacerse una especie de plano mental sobre lo que te puedes encontrar en la copa y, cuando vayas adquiriendo experiencia, ir deduciendo esto por tu propio conocimiento y por los aromas y sabores que percibes.
El corcho puede provocar contaminación en el vino y que eso afecte a sus aromas. Imagen: blackishoot (Unsplash)Esto, que puede parecer un detalle, tiene bastante importancia. Si abres un vino y tiene un defecto grave, que se nota mucho, y no sabes identificarlo, no disfrutarás catando porque deducirás que el vino es así, defectuoso. Y ojo, que puede pasar, puede haber vinos defectuosos (no tu botella, todas las botellas) en el mercado, pero la clave es que, si es tu botella, la que descorchas, y no el vino, estás perdiendo la oportunidad de conocerlo de verdad, de saber cómo es cuando no tiene un problema.
Por ejemplo, uno de los más comunes es el TCA, conocido común mente como aroma o sabor a corcho, una contaminación que puede pasar en casi cualquier categoría de vino que esté tapado con corcho natural. Puede que lo notes a la primera y simplemente oliendo el vino, porque suele dar notas de humedad, como artificiales; hasta ahí, es más o menos fácil identificarlo, y eso puedes aprenderlo memorizando los aromas cuando sepas, con alguien entendido, que el vino que tienes ante ti tiene ese problema.
Si no está tan claro por el aroma, la cosa se complica y hay que llevarlo a la boca, porque esas sensaciones se intensifican en el paladar. Si aun así es difícil decidir, cuando un vino está contaminado por TCA está como atontado, no se expresa bien, cada cosa va por un sitio, hay mucho desequilibrio… es como si se hubiera roto y lo que hueles o tomas son los pedazos, no el conjunto.
Hay más defectos, contaminaciones y bacterias que hacen que el vino se estropee (el acético, por ejemplo, da aroma a vinagre, o los brettanomyces, otra contaminación recurrente, da aromas a caballeriza, a sudor…) y, en general, si encuentras un aroma desagradable, empieza a sospechar que esa botella puede no estar bien y, si tienes oportunidad, descorcha otra.
Normalmente, un vino joven, sin crianza en barrica, tendrá (y hablo muy generalmente, que luego hay casos muy particulares) aromas frutales, que los entendidos llaman primarios porque proceden de la materia prima, es decir, de la uva. En esos aromas primarios también encajan algunas especias (algunas uvas tienen toques de pimienta, por ejemplo), flores blancas o azules (desde magnolias a violetas, piensa en algún paseo por el jardín), hierbas silvestres, aromas vegetales, algunos que te recuerden a la piedra mojada… Según el tipo de elaboración, pueden aparecer aromas de tostados, de panadería o brioche o algunos lácticos (yogur, nata) que ya se categorizan como aromas secundarios, fruto del tipo de elaboración.
Si ya tiene crianza en barrica, llegan los aromas terciarios: a madera (habrás entrado en una carpintería, paseado por el bosque), especias dulces (vainilla o coco son habituales), puede haber trazos de tinta china, chocolate, caja de puros… Y si le sumas años, pueden aparecer cueros, más especias, petróleos, fruta desecada… pero el procedimiento es el mismo: haz memoria, detente a olfatear, ya verás como poco a poco logras segmentar lo que hueles y el vino empezará a hablar… esa sensación es indescriptible y maravillosa. Eso sí, no te estreses y ten paciencia, puede que al principio solo huelas un aroma, o no saques nada de lo que te he señalado… date tiempo, vuelve a intentarlo y saldrá.
2.- Hazte con una buena copa
Haz la prueba, si quieres, catando en una copa de Ikea (por decir algo, aunque si estás muy pennyless, tampoco hay que crucificarte, Ikea it is), y en una profesional o para restauración: no hay color (bueno, ni aroma, ni sabor…). La copa es la aliada de la cata, pero un mal recipiente puede ser su enemigo.
3.- Entender cómo se elabora un vino
Algunos de los factores que más marcan son la variedad (qué tipo de uva es, ya que no huele igual una albariño que una verdejo, ni una syrah que una tempranillo), la región, el pueblo o el viñedo del que proceden las uvas, el método de elaboración, si tiene o no crianza en barrica (u otro recipiente más cool como tinaja o ánfora) y los años que pasan desde que se elaboró (la cosecha, la añada) hasta que se descorcha. Es bueno tener esos datos para hacerse una especie de plano mental sobre lo que te puedes encontrar en la copa y, cuando vayas adquiriendo experiencia, ir deduciendo esto por tu propio conocimiento y por los aromas y sabores que percibes.
4.-Identifica los defectos más comunes en una botella
El corcho puede provocar contaminación en el vino y que eso afecte a sus aromas. Imagen: blackishoot (Unsplash)Esto, que puede parecer un detalle, tiene bastante importancia. Si abres un vino y tiene un defecto grave, que se nota mucho, y no sabes identificarlo, no disfrutarás catando porque deducirás que el vino es así, defectuoso. Y ojo, que puede pasar, puede haber vinos defectuosos (no tu botella, todas las botellas) en el mercado, pero la clave es que, si es tu botella, la que descorchas, y no el vino, estás perdiendo la oportunidad de conocerlo de verdad, de saber cómo es cuando no tiene un problema.
Por ejemplo, uno de los más comunes es el TCA, conocido común mente como aroma o sabor a corcho, una contaminación que puede pasar en casi cualquier categoría de vino que esté tapado con corcho natural. Puede que lo notes a la primera y simplemente oliendo el vino, porque suele dar notas de humedad, como artificiales; hasta ahí, es más o menos fácil identificarlo, y eso puedes aprenderlo memorizando los aromas cuando sepas, con alguien entendido, que el vino que tienes ante ti tiene ese problema.
Si no está tan claro por el aroma, la cosa se complica y hay que llevarlo a la boca, porque esas sensaciones se intensifican en el paladar. Si aun así es difícil decidir, cuando un vino está contaminado por TCA está como atontado, no se expresa bien, cada cosa va por un sitio, hay mucho desequilibrio… es como si se hubiera roto y lo que hueles o tomas son los pedazos, no el conjunto.
Hay más defectos, contaminaciones y bacterias que hacen que el vino se estropee (el acético, por ejemplo, da aroma a vinagre, o los brettanomyces, otra contaminación recurrente, da aromas a caballeriza, a sudor…) y, en general, si encuentras un aroma desagradable, empieza a sospechar que esa botella puede no estar bien y, si tienes oportunidad, descorcha otra.
Puedes, cuando tengas muchas dudas, dejar el vino quieto en la copa y que el oxígeno haga su trabajo; hay veces que las reducciones u otros aromas (a cerrado, a humedad) se esfuman cuando el vino se oxigena.
Si te entrenas, puedes participar en concursos como La Cata por Parejas de Vila VinitecaEste es el consejo más rotundo que te doy: sin entrenamiento, es imposible aprender a catar. No tienes que hacerlo con vinos caros, ni tomártelo como un castigo: al contrario, cada vino que abras una vez decidas que quieres tener nociones de cata para amplificar tu placer, puede enseñarte algo nuevo. Eso es lo bueno… y lo malo, pero créeme, los catadores más expertos, aquellos que catan miles de vinos por año, confiesan que siguen aprendiendo con cada botella.
¿Te asusta? No ¿verdad? Al contrario, te pone, confiésalo. Pues ese es el camino. Y el disfrute será cada vez mayor, asegurado.
5.- Y por último… entrénate, entrénate, entrénate
¿Te asusta? No ¿verdad? Al contrario, te pone, confiésalo. Pues ese es el camino. Y el disfrute será cada vez mayor, asegurado.
Autor: Raquel Pardo. Imágenes: Caroline Atwood, blackieshoot, Raquel PardoLunes,
Fuente: Sobremesa
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