Los hermanos Casanova, creadores la exitosa salsa picante Espicy, top de ventas en Amazon, abrieron en marzo este local que triunfa en Chueca y que en un par de semanas 'aterrizará' en la zona de Ponzano.
Si algo tienen Andrés y Juan Casanova es una cabeza bien amueblada y unas dotes emprendedoras bien marcadas -o casi- en su ADN. Porque estos dos gemelos (Caracas, 1978) han compartido más de un triunfo empresarial en España desde que hace siete años se reencontraron -tras tres lustros separados (uno en Venezuela; otro en Estados Unidos)- en Madrid con el sueño de hacer algo juntos.
El sueño se hizo real, primero con un proyecto relacionado con la industria del parking que fracasó "espectacularmente", recuerda Andrés. Pero como no hay mejor maestro que el fracaso, aprovecharon la lección y en 2017 lanzaron Espicy, una salsa picante, con solo seis ingredientes, elaborada en Murcia y todo un top de ventas en Amazon y en su propia web.
Preparan un solo tipo de hambuguesa.
Tras esta especie de sriracha cañí, llegó Mygo, una empresa de movilidad con patinetes eléctricos para recorrer Madrid, que vendieron a una empresa americana. Y, ahora, los Casanova han vuelto a encontrar el camino del éxito con Pink's: un restaurante que solo hace hamburguesas para recoger en el local y que nunca vende más de 200 al día (a 8 euros la unidad).
Hace dos meses y medio, abrieron en el barrio de Chueca (Infantas, 40) esta "hamburguesería distinta a las que funcionan en España. Queríamos que estuviera cerca de una plaza y enfocada exclusivamente en el take away", explica Andrés, quien a partir de este momento se convierte en el narrador de esta historia de emprendimiento familiar.
Cada día pican la carne fresca para 200 burgers.
Tras meses rondándoles la cabeza, encontraron el local y 15 días después inauguraron Pink's. Pero no lo hicieron a la ligera, sino que echaron mano de la experiencia acumulada. "Operamos como una startup tecnológica a pesar de ser una hamburguesería", señala este polifacético empresario que estudió Ingeniería de sonido en EEUU, trabajó con Ricky Martin grabando discos y hasta creó su propia asesoría financiera en el complicado mercado estadounidense.
Frente al boom de las burgers gourmets que desde hace unos años reinan en Madrid, Andrés y Juan -chef formado en Le Cordon Bleu París y con experiencia empresarial en su país en la producción de alimentos- han apostado por las ultra smash burgers, que se elaboran aplastando en la plancha la bola de carne picada.
Las 'ultra smash burgers' en la plancha.
"A nosotros nos gusta más comer varias hamburguesas que una grande y gorda". Además, remiten al estilo que se popularizó en Estados Unidos "tras la Gran Depresión. Aplastaban la carne para que pareciera más cantidad", detalla Andrés. A esto se une una predilección por los clásicos diners, "pero no por sus neones, sino por la cercanía con el cliente y el producto". Por eso, en este pequeño local de 23 metros cuadrados todo está a la vista, sin trampa ni cartón.
"Uno es testigo de cómo se preparan paso a paso: el pan se tuesta con la mantequilla; el smasheador trabaja la carne que se hace en segundos con su propia grasa, lo que provoca la reacción Maillard y carameliza por fuera la carne... El resultado es una burger bien finita, jugosita y extracrujiente", describe.
Seguidores de la doctrina "menos es más", los Casanova apuestan por una única hamburguesa, sencilla que no simple, con pocos ingredientes y de gran calidad: pan de fécula de patata (americano y con una receta de más de 60 años), dos piezas de carne de vaca madurada (de un proveedor madrileño), queso (también made in USA), cebollita dulce picada, pepinillos (nacionales), kétchup y mostaza. "Esos son los básicos de una hamburguesa perfecta, que recuerda a la niñez", recalca. Para acompañar, si se quiere, unas patatas fritas.
La hamburguesa casi terminada de montar.
Seguimos con más singularidades del proyecto: únicamente despachan 200 unidades diarias. "100 en el turno de mediodía y 100 en el de noche". El número no es un capricho, sino un principio ligado "a la calidad del producto. Huimos de lo masificado, no podemos ni queremos hacer mil hamburguesas. Cada día cogemos la carne, fresca, la preparamos y la picamos".
-¿Y si no se venden?
-Eso es algo que aún no ha ocurrido, pero si sucediera, no las guardaríamos. Si armamos mal una hamburguesa, la botamos. Uno de nuestros mandamientos es que no negociamos la excelencia y eso lo aplicamos a todo.
Un precepto más: "No renunciar a la cercanía, a la familiaridad con el cliente". Por eso, entre sus planes no está el delivery. "Para nosotros es muy importante entregarle al cliente la comida en la mano sabiendo que tiene la calidad que queremos".
Los hemanos Casanova en la puerta de Pink's.
Pink's no nació con la idea de crecer a lo grande. "El objetivo era aplicar los principios de una empresa de tecnológica, cómo hacer un producto increíble y ver qué nos dice el mercado". Y a tenor de la respuesta, éste y el público han hablado alto y claro ("aunque la primera hamburguesa, no fue la más bonita, pero con el tiempo hemos perfeccionado la técnica del smasheado"): a las dos semanas de abrir, les llovían las ofertas de franquicias, inversiones, delivery...
"Vendemos burgers, sí, pero nos vemos como esa cafetería de barrio, cercana al cliente y a la que uno siempre vuelve". Con esa línea de trabajo, los gemelos ya tienen todo un plan de expansión propio "bastante agresivo. Vamos a abrir unos 30 locales en Madrid. Ignoramos si será en seis meses o en 18". Lo que sí saben es que en un par de semanas habrá un Pink's en la zona de Ponzano y que, como el de Chueca, solo harán 200 hamburguesas al día para llevárselas puestas.
ISABEL MUÑOZ
Fuente: El Mundo
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