Alejandro Frango tiene una colección de 260 piezas: diseñó la jarra Malbec como insignia de su emprendimiento; convocó a Juan Carlos Pallarols para hacer una especial de plata y ya piensa en una exposición física. Este fin de semana estará en Bocas Abiertas.
Todo comenzó en 2004, cuando Alejandro Frango compró en una feria de anticuarios de San Isidro su primer pingüino (uno marrón al que llama Lord Brown). No imaginaba entonces que ese sería el germen del actual Museo Virtual Jarra de Pingüino.
Como buen profesor dedicado por más de 30 años a dictar 4 cátedras en la escuela de gastronomía OTT College, en Accassuso, (Turismo, Filosofía, Historia de la cultura y Guía de turismo), comenzó a hacerse preguntas.
¿De dónde viene la tradición de servir el vino en estas jarras? ¿Por qué se convirtió en una marca de identidad argentina? ¿Por qué somos los argentinos los únicos que la usamos si hay otros países viticultores que también tienen pingüinos, como Chile, Nueva Zelanda o Australia? ¿Por qué un pingüino si la vid no crece en los territorios donde viven estos animales?
Cada signo de interrogación se convirtió en nafta para continuar su investigación. La curiosidad se transformó en pasión. Comenzó a viajar por el país, de pueblo en pueblo, para encontrarse con anticuarios, viejas estancias, coleccionistas de todo tipo.
A medida que avanzaba iba sumando piezas e historias para contar.
En 2021 decidió que las estanterías de su casa repletas de jarras pingüino debían ser compartidas con todo aquel que quisiera verlas. Así creó -junto a su amigo Joaquín Martínez, dueño de conocimientos sobre la virtualidad- el Museo Virtual Jarra de Pingüino.
“Mi objetivo es dignificar la jarra de pingüino, porque siempre ha sido considerada un objeto un poco mersa, de bares más pobres, del bodegón, asociada al vino fino, de damajuana. Yo considero que es una marca de nuestra identidad, un patrimonio que hay que preservar. Y mi idea es asociarla al Malbec, nuestra cepa insignia, que pasó de ser una uva no muy reconocida a ser el vino más prestigioso del país. Tengo varios proyectos para poner en valor a la jarra de pingüino”, anuncia Alejandro.
Un museo, seis salas, 260 piezas |
Ordenadas prolijamente por tamaño, por colores, por tipos de material, por elegancia, por clases de picos y por sellos y firmas (de diseño), Frango clasificó todas sus jarras de pingüino y les puso nombres de fantasía.
“Hay pulgarcitos de 8cm de altura con capacidad de 50cc, una medida solo capaz de saciar la sed de justicia y no la de vino”, se divierte.
También hay “Davides”, que oscilan entre los 12,5 y 14,5 cm de altura con capacidad para 200 a 350cc. Los “Gulliverinos”, hasta los 17,5 cm de altura con capacidad para 500 a 600cc y los “Goliates”, entre 24 y 30 cm de altura, para “poner un generoso litro y medio de capacidad, como unas Magnum”, cuenta.
Las joyitas del Museo Virtual Jarra de Pingüino
La jarra de pingüino más vieja que tiene la colección es de 1927, llamada “Tano”, y Alejandro la considera un tesoro.
“Es bellísima, tiene lomo y alas azules, pico marrón y pecho blanco y amarillo fuerte en los pectorales. En la base tiene el número 502 y está grabada con una gubia: dice Génova y el año 1927. Uno imagina que llegó en tercera de algún buque que traía inmigrantes. Es un Art Nouveau típico de los años ’30, estilizado, y tiene la particularidad de venir con un copete/tapa que distinguía a las primeras jarras de pingüino en el campo francés”, se entusiasma.
Las otras dos piezas del Museo Virtual Jarra de Pingüino que él adora son dos jarras a las que llamó Monsieur Le compte y Mme. Le compteussse, hechas en porcelana francesa Limoges, traídas de Francia.
“Tienen la firma de Édouard-Marcel Sandoz, renombrado escultor y pintor suizo que trabajó para Theodore Haviland, prestigioso fabricante de piezas de porcelana”, ilustra.
Hay otras rarezas, como por ejemplo la Heavy Metal, un Goliat de hierro con firma de un artista cordobés, Luciano Carbajo. Hay una que se llama Glass, de vidrio verde, esbelta y transparente. Parece más un frasco o una botella que una jarra, pero es interesante verla.
La visita al Museo Virtual Jarra de Pingüino es mucho más que mirar jarras de pingüino. Se trata de comprender la pasión de Frango no solo por este objeto, sino también su amor por la historia, la geografía, los datos curiosos, la cultura. Muy divertido, una rareza para disfrutar sala a sala.
Proyectos próximos
Alejandro tiene todo pensado: en breve lanzará su tienda virtual en la que podrás comprar tu propia jarra de pingüino colorada, a la que llamó Malbec, por obvias razones.
La diseñó el artista marplatense Martín Del Ponte, ya se está produciendo un lote de 200 jarras en NY y costará $8000. También habrá gorras y remeras con el logo del museo.
En abril de 2023 organizará una exhibición física en el Museo de La Boca, justo para celebrar el Día del Malbec.
Está en edición su libro sobre el museo, que ya se encuentra en etapa de diseño. Además, convocó a su amigo, el orfebre Juan Carlos Pallarols, para hacer una jarra de plata, una edición de lujo.
Y por supuesto, ya ofrece su colección y sus jarras para eventos privados, con bodegas y vinotecas.
Este fin de semana, del 3 al 6 de noviembre, tendrá un stand en la feria Bocas Abiertas, en San Isidro, donde continuará con su promoción y búsqueda de sponsors para el Museo Virtual Jarra de Pingüino.
¿De dónde viene la jarra de pingüino?
Alejandro cuenta en su blog que el origen de las jarras de pingüino es francés. “Surgen a partir de una exigencia del estado francés de prohibir la venta de vino suelto. Era 1860, en plena revolución industrial, y los pequeños productores de vino común no alcanzaban a cumplimentar los requisitos para vender el vino de acuerdo a las nuevas normas de higiene. Viendo peligrar su fuente de trabajo, les proponen a las autoridades vender el vino en jarras de cerámica, y la idea es aceptada”, cuenta.
Sobre por qué se convirtió en un ícono argentino, dice: “La jarra de pingüino es, por un lado, tan argentina como el asado y el tango, pero también tan argentina como el eucalipto australiano que puebla nuestra llanura y tan argentina como los seis millones de inmigrantes que llegaron al país entre 1880 y 1920, que fueron los que aportaron, además de su trabajo y sus sueños, la jarra de pingüino”.
Su investigación le permitió comprobar que vienen de Europa y “llegaron envueltas en algún atado de mantas y frazadas con que los inmigrantes trataban de paliar el frío de las sucias bodegas de tercera clase en las que llegaron al país. Llegaron con esos inmigrantes italianos que se instalaron en Mendoza y San Juan y que más tarde se convertirían en el soporte ideal para el vino en damajuana”.
Sobre Alejandro Frango, el loco de las jarras de pingüino
Es profesor de Filosofía egresado de la Universidad de Buenos Aires. Hizo un posgrado en Londres y allí, para ganar su sustento, trabajó un tiempo en gastronomía. Hasta llegó a tener su propia casa de empanadas, que llamó “Candombe”. Incluso llegó a organizar el Argentine Food Festival en Chelsea.
Convencido de que viajar es indispensable, dejó todo para conocer Francia. Se instaló en Saussine, un pueblito de pocos habitantes en Provence. Allí participó de cuatro vendimias, se interesó por el vino y la cocina y siguió con su hambre de mundo: España, Italia, Grecia, Turquía.
A su regreso a la Argentina, se convirtió en docente de filosofía, literatura, turismo y gastrosofía (su biblioteca ostenta más de 600 libros dedicados al tema).
Ahora se dedica por completo a escribir libros sobre sus viajes y a su flamante Museo Virtual Jarra de Pingüino. Podés ver sus videos en Instagram y en Tik Tok.
Con amabilidad y buen humor, invita a todos a disfrutar de este emblema de la cultura nacional.
Fuente: Vinomanos
No hay comentarios. :
Publicar un comentario