Terreno de Amisfield Vineyard, en Nueva Zelanda. Imagen proporcionada por la bodega. |
Con unas 930.080 hectáreas de vid, el 13% del total mundial, España es el primer viñedo del mundo, y con 36,4 hectolitros producidos somos el tercer productor mundial. Si en general, como sociedad, valoramos el sector vitivinícola y consumimos en consecuencia es harina de otro costal, pero el caso es que los datos de la Federación Española del Vino hablan de una potencia mundial, condición que paradójicamente podría jugar en contra de los y las amantes del vino.
“La mayoría de los vinos que consumimos en España son españoles. Y aunque eso está muy bien, quizá hace que nos perdamos vinos muy interesantes que se elaboran fuera”, explica Dèlia Garcia, sumiller y alma de Monvínic, tal vez el bar de vinos más relevante de Barcelona. El platense Pablo Sacerdotte, director de Cocina Hermanos Torres, coincide en este punto en cuanto a zona vitivinícolas emergentes. “Para España pueden ser muchas porque España, hasta hace muy poco, consumía sólo vino español y francés”. ¿Nos estamos mirando el ombligo vínico? La respuesta es “sí”. Pero esto tiene remedio: viajar.
Central Otago, la región vitivinícola más austral
Empecemos el viaje lo más lejos posible. En la segunda mitad del siglo XIX, Jean Desire Feraud, un buscador de oro francés, empezó a plantar viña al Sur de Nueva Zelanda, que es como decir al Sur de todo. Un siglo y medio más tarde, para la mayoría de españoles, los vinos neozelandeses siguen siendo desconocidos y, sin embargo, ahí se elaboran vinos tan ricos como RKV Reserve Pinot Noir, de la bodega Amisfield. Se trata de una pinot noir artesana, parcelaria, con buena acidez y mineralidad, rica en aromas de frutas rojas y regaliz, con una textura suave y consistente y cuyo sabor perdura en la boca. Es un ejemplo paradigmático de los mejores vinos elaborados con esta variedad en Nueva Zelanda.
En Nueva Zelanda hay muchos productores y zonas interesantes. Al norte de Central Otago, en la zona de Nelson, se encuentra Kindeli, una bodega de vinos naturales en la que Alex Craighead y Josefina Venturino elaboran vinos tan tropicales, frescos y agradables de beber como su Luna Nueva, donde mezclan distintas uvas (viognier, pinot gris, pinot blanc y sauvignon blanc) y las maceran en ánforas con sus pieles.
Otras bodegas neozelandesas que vale la pena seguir son Black Estate, en North Canterbury, Deep Down, en Marlborough, o Amoise, en Hawkes Bay, ya en la isla Norte.
Vinos de Japón
Aunque el sake es la primera bebida que evoca Japón —y, probablemente, el whisky sea la segunda— la historia de la viticultura niponatiene un tímido arranque a mediados del siglo XVII, aunque realmente consolida hasta finales del XIX. Hoy llama la atención el interés del mercado japonés por los vinos naturales —muchos elaboradores españoles exportan ahí una parte considerable de sus vinos— y la variedad de regiones vitivinícolas del país.
La prefectura de Yamanashi se considera la más popular y una de sus bodegas principales es Lumiere Winery, pero hay que considerar también Takeda Winery, en Nagano, Tsuno Winery, en Kyushu, y por supuesto Domaine Takahiko, el productor de culto japonés establecido en Hokkaido. Takahiko es un viñedo de 4,6 hectáreas de pinot noir, exclusivamente, y sus vinos son ya unicornios —prácticamente imposibles de adquirir, leyendas—.
En Yamagata, llama la atención la propuesta más radical de la selección japonesa, Grape Republic, quienes elaboran en ánforas compradas en España usando uvas híbridas —comunes en muchos países con menos tradición que España y que muchas bodegas nacionales ya están investigando como respuesta al cambio climático—.
Latinoamérica: Argentina y mucho más
Pepe Moquillaza, elaborador del Pisco Inquebrantable, ha empezado a hacer vino natural en Perú, y elabora, entre otras referencias, Mimo Velo de Flor, una mezcla de albilla y moscatel de Alejandría con crianza biológica, y Mimo Blancas Criollas, hecho en colaboración con el omnipresente Matías Michelini a base de listán blanco y listán prieto, que macera con sus pieles 150 días.
Jardín Oculto es una bodega de Bolivia con viñedos bicentenarios en la zona del Valle de Cinti, al sureste de este país andino. Ahí trabajan, emparradas en árboles, las variedades negra criolla (fruta roja, especias, buena acidez), moscatel de Alejandría (floral y amplio en boca) y vischoqueña (variedad cruce de las anteriores, da un vino con mucha acidez y muy cítrico).
En cuanto a Argentina, Sacerdotte recomienda zonas que se salen de lo obvio, como el Paraje de Altamira, donde se elaboran magníficos vinos de malbec como Zuccardi Concreto, o en el Paraje de Gualtallary, con profusión de vinos frescos y no solo de malbec, sino también de cabernet franc, pinot noir, chardonnay y sauvignon blanc; por ejemplo: Montesco Piel Sauvignon Blanc.
Regreso a Europa: de Eslovenia a Sicilia pasando por Grecia
Sacerdotte y García coinciden en señalar hacia Eslovenia. Ahí, en la Baja Estíria se encuentra el proyecto de Aci Urbajs, un viñerón natural que para elaborar su Cuvée Reserva mezcla chardonnay, riesling y kerner que macera con pieles y las envejece por un año en barricas de roble esloveno.
La sumiller de Monvínic también recomienda vinos griegos como los que elabora Merkatis en la isla de Zákinthos, en el Jónico. El director de Cocina Hermanos Torres aconseja uno de los vinos de Merkatis, que tiene un carácter oxidativo que recuerda a los Vin Jaune del Jura, aunque con aromas mediterráneos.
Los dos expertos apuntan a Sicilia. Ahí es imposible no mencionar a Arianna Occhipinti y a uno de sus vinos más conocidos, el SP68, elaborado con nero d’Avola y frapatto de viticultura biodinámica, y con un perfil afrutado y ligero que recuerda a los vinos de maceración carbónica.
JORDI LUQUE
Fuente: El País
No hay comentarios. :
Publicar un comentario