“El ánfora guarda siempre el aroma del primer vino que guardó”. Horacio
Al llegar a Maiquetía por primera vez, uno siente ese calor húmedo que le dice: “Estás en el Trópico”. Pero claro, todo es normal, una aduana, un carro, una carretera, la noche. Uno piensa que podría estar en cualquier ciudad del mundo, como si cierras los ojos y los abres en otro lugar.
La mañana siguiente fue diferente, la luz, el Ávila, el bullicio de la gente, hasta el café es diferente, mi primera empanada, no me puedo creer que esté rellena de frijoles y queso, esto promete. Vamos camino de un mercado, es lo primero que visito cuando llego a una ciudad, te da la oportunidad real de ver cómo vive la gente, cómo se alimenta, cómo se relaciona. Me costó aprender el nombre de ese mercado, la costumbre de las palabras, “Guai ¿Qué?, ¡Ah sí!, Guaicaipuro”, entramos, el universo cambia, jamás había visto sandías (patillas) y papayas tan enormes, tanta variedad de mango, cambures, plátanos. Era mi primera vez.
Días más tarde, en la cocina de Carmen, haciendo unas crepes de frutos rojos con salsa de vinagre de Jerez me dio la siguiente reflexión: ”Si donde más feliz te sientes es en una cocina, ¿Por qué no te dedicas a ello profesionalmente?. A partir de los 40, uno tiene que hacer lo que le gusta.”
Debo confesar que me asusté, yo tenía 39, 20 de ellos cocinando para los amigos. ¿Por qué no reinventarse a los 40? Esa pregunta empezó a darme vueltas en la cabeza, por esos días había creado algo muy particular: la tortilla mantuana, una tortilla española con mango, plátano, ron y papelón. Un verdadero impulso al negocio que crearíamos juntos con ayuda de sus hijos, Andrés y Daniel. Así nació “TortiYà”, un delivery de tortillas españolas y empanada gallega que me abrió las puertas de la gastronomía venezolana.
No exento de episodios oscuros, me enamoré de un pequeño local en El Hatillo, donde en septiembre de 2006 nacería, gracias al esfuerzo de Carmen, sus hijos y a la ayuda económica de un amigo lo que sería mi laboratorio creativo Mirò Tapas y Pintxos. Vanguardia de las Tapas en Venezuela donde cada semana cambiábamos la carta. Desde un simple plato de jamón serrano y queso manchego, pasando por Dátiles rellenos de nuez con tocineta crujiente y salsa de queso azul Oporto, Montadito de morcilla a mi manera con huevo frito de codorniz, Cubos de atún rojo marinados con risotto de mango verde, Pulpo Gourmet (Pimentón Ahumado del Valle del Jerte, Aceite de oliva virgen y Sal ahumada del Guadalquivir), Langostino soufflé con jamón serrano hasta el tocinillo de cielo.
Fueron 3 años felices, de éxito, no sin muchos problemas como tiene todo negocio. Decidimos mudarnos a Altamira, a un restaurante mucho más grande, moderno, con más capacidad, un lugar paradisíaco, pero… ¿a cambio de qué?
Se perdió el duende, la creatividad, ya no era lo mismo, ya no me divertía con lo que estaba haciendo. Después de 3 meses allí, mi vida dio un giro de 180º, dejé el restaurante, dejé mi relación, pensé en marcharme de este país que abrió sus puertas a mi cocina. Decidí quedarme, porque aquí está mi lugar, aquí está mi cocina.
En el siguiente año sucedieron muchas cosas, buenas y malas, amistades perdidas, amistades recuperadas, otras nuevas. Lo cierto es que en estos siete años logré reinventarme, cumpliendo un círculo bien interesante, al final volví a donde empecé, a cocinar para los amigos y conocidos, creando e imaginando platos, haciendo felices a las personas a través de la gastronomía, lo que siempre quise hacer.
El 1º de mayo se cumplieron 7 años de mi llegada a Venezuela. Gracias a todos los que me acogieron y me ayudaron a ser. Este artículo va dedicado a ellos.
Alex Arcas
Cocinero
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