¿Se alimentan bien nuestros hijos? Un regalo a las madres trabajadoras
“… nuestra felicidad nada tiene que ver con el producto bruto interno. Preocuparnos sólo por la producción de bienes materiales y no por la gente, es actuar motivados por la codicia.
Y cuando vivimos en un mundo motivado por la codicia, todos perdemos.”
E.F. Schumacher
Actualmente, la dinámica de nuestra sociedad nos obliga, entre tantas cosas, a comer fuera de casa, a serle fiel a la comida rápida y, como si fuera poco, a tener en nuestras neveras o refrigeradores una colección de productos congelados prestos a entrar en dura batalla con el microondas y/o satisfacer quizás nuestro apetito, pero no alimentarnos. Las amas de casa quedaron en el siglo pasado, aún sobreviven algunas, por lo menos en mi familia, que por demás hay que hacerles una estatua o clonarlas para evitar que esa especie de madres no sólo queden en nuestros recuerdos, sino que su entera dedicación nos traiga a la memoria aquellos días en que las familias podían disfrutar de comer como Dios manda, unidos y alimentados.
No suelo en mis escritos hablarles como un gurú de la gastronomía, de hecho no lo soy, pero sí escribo en base a mi memoria gustativa, a los recuerdos de la buena mesa, y que en la mía particular, y seguro estoy en la de todos ustedes, la mesa se respetaba y había una hora en la que todos debíamos ir a comer, y sobre todo estar en familia. Pareciera que todo eso quedó atrás, cuando horarios, trabajos, tráfico, compromisos y paremos de contar, nos limitan a compartir con nuestros hijos, padres o familiares, del placer de comer y de la comunicación, algo que nunca debe faltar. El hecho de levantarse temprano para aquellos que tenemos hijos aún en la edad de la primaria y adelantársele a esta Caracas tan cosmopolita como insoportable, para arreglarles y prepararles sus viandas o loncheras, y puedan por lo menos disfrutar de una arepa redondita, humeante aún, rellena a petición, por si fuera poca exigencia, de los consentidos de la casa, evita que coman en la cantina del colegio aquellos productos que por demás sabemos que no les alimentan.
El pan, en toda su expresión como alimento, es uno de los productos más recomendados a consumir en la edad de crecimiento y desarrollo, lo que nos permitirá tener una gama amplia de posibilidades para que nuestros hijos puedan no solo comer, sino alimentarse. Tan simple y sencillo como un pan de molde o de sándwich relleno con jamón y queso, untado ligeramente con algún componente graso (mantequilla, margarina, nata, etc.) es una opción válida y poco complicada.
A veces tenemos en casa pan del día anterior, como campesino, canillas, baguette, etc., hagan lo siguiente: corten el pan en rebanadas diagonales, resérvenlas, batan un huevo, agréguenle sal, cilantro, luego sumerja las rebanadas de pan una por una en la mezcla y colóquenlas en un sartén antiadherente con aceite de oliva, lo suficiente para cubrir todo el fondo, y fría el pan. Hagan la prueba, no les tomará ni diez minutos hacer uno de los desayunos más nutritivos que un niño pueda consumir. Incluso hasta frío porque la esponjosidad de la mezcla del huevo, el perfume del cilantro y lo crujiente del pan hará que ustedes lo coma sin remordimiento. Si piensa que diez minutos es mucho tiempo y hacer mezclas a las cinco y media de la mañana no está en sus planes, les sugiero que sólo frían una hogaza de pan blanco en aceite de oliva extra virgen, frótenle con un tomate maduro sobre la superficie del pan y les aseguro que sus niños sonreirán. Pero si aún se resiste a prender una hornilla a esa hora, háganlo el día anterior y sólo recaliéntelo en el microondas o en un hornito de resistencia, y ¡voilà! listo para comer.
Sé del poco tiempo que disponemos en casa para hacer buena comida, el tiempo es egoísta con nuestra buena cultura gastronómica, con los principios básicos del convivir en familia y disfrutar del intercambio entre padres e hijos. Tuve la fortuna de crecer en un seno familiar muy unido, y de hecho estamos más unidos que nunca, pero lamentablemente debemos hacer esfuerzos en conjunto para que todos podamos disponer del tiempo necesario para sentarnos como cuando éramos niños y ver a nuestros padres recordar con alegría nuestros cuentos de infancia y vivir la experiencia en torno a la mesa; de los sabores, olores, guisos, salsas y el mejor amor que una madre puede dar a sus hijos que no es más, entre otros, que una buena alimentación.
“Lo Pequeño es Hermoso”, como titularía E.F. Schumacher en su libro sobre la socioeconomía convirtiéndose en uno de los cien libros más influyentes luego de la segunda guerra mundial en contraposición al aceleramiento de la cual la humanidad está sumergida en un constante crecimiento, sin tomar en cuenta los valores sociales, culturales e incluso alimentarios. Hago acotación al título del libro antes mencionado para extrapolarlo a aquellos aspectos familiares que hemos dejado a un lado por las razones antes expresadas, por la facilidad que representa una comida rápida, los pobres valores nutricionales que la comida no adecuada afecta en el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos, etc. La reflexión, y espero que algunos de ustedes así lo acepten, es que hagamos de los pequeños instantes momentos hermosos, momentos llenos de conversaciones enriquecedoras, de momentos en donde la alimentación es prioridad y no simples bocados sin la esperanza de que llenen nuestro estómago o nuestra alma.
Dedico este artículo a todas aquellas madres que día a día madrugan para darles a sus hijos el mejor de los amaneceres, siempre con la certeza de que ese alimento preparado con amor y dedicación los llenará de energía y vitalidad tan necesaria para crecer y ser felices. A nuestras madres y abuelas por permitirnos llevar en nuestras memorias gustativas parte de ese sabor y esencia de la buena cocina, de lo fresco, de lo natural. No dejemos que el tiempo nos atrape, hagamos de él nuestro mejor aliado.
¡Buen provecho!
Humberto Silva
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