El Gourmet Urbano: Yelitza Acosta (@yelicocinera): Historias, cuentos, mitos y leyendas de recetas: Hoy, Tostada Caraqueña

miércoles, 17 de agosto de 2011

Yelitza Acosta (@yelicocinera): Historias, cuentos, mitos y leyendas de recetas: Hoy, Tostada Caraqueña



Domingo en la mañana, un rayo de luz que se escabulló por la cortina me despertó. Mientras me estiraba para quitarme la pereza, escuchaba los peroles en la cocina ya activa y los aromas a café que me hacían sentir segura en familia. Abrí bien mis ojos y vi, a través de la ventana, un radiante cielo con un intenso azul donde algunas escasas nubes lo adornaban dando un lindo contraste. Fue allí donde internalicé que era domingo, y al ver ese día tan hermoso me llené de alegría, ya que me podía bañarme en el patio y divertirme un rato jugando con el agua. Eso sería cerca de las once, ya que el sol estaría más fuerte y no habría riesgo de resfriarme.
 
Arepa Caraqueña
 
Pero no sólo era el baño en el patio lo que me alegraba, sino que también era día de arepas. En mi casa sólo se hacían arepas los domingos al medio día; no me pregunten el porqué, tan solo era un ritual de mi madre. El resto de la semana, en cada comida, el pan eran hallaquitas calentadas a la parrilla, tampoco se consumía pan de trigo.
Mi mamá hacia las arepas pequeñas y gorditas, apenas les daba un achatamiento. ¡Eran lo máximo! Las empezaba a preparar a eso de la 11:00 am porque a las 12:00 m. estábamos sentados a la mesa todos juntos disfrutando de los rellenos que mamá nos preparaba con tanto amor.
 
-¡Yeli, apúrate! ya está bueno de tanta agua. Ya van a estar las arepas y todavía hay que desenredarte el cabello-, me decía mi madre con una voz dulce. Me apuraba, ya que pensaba en esa arepa calientita con el queso derretido.
 
-Mamá, me la rellena con queso y mantequilla, por favor-. Me miraba y sonreía diciendo: “Cuando no es pascua en diciembre...”
 
Ese día domingo, para las maravillosas arepas de mi madre, se compraba queso crema Philadelphia de Kraft; sólo ese día lo comíamos, y no todos los domingos, era de lujo, y así otras delicias que sólo eran para acompañar a las arepas. Yo creo que por eso es tan especial y mi plato favorito.
 
Bien, una vez que comíamos siempre se hacía sobremesa, ya que el resto de la semana la mesa la compartíamos por grupos debido a los diferentes horarios de las labores de cada uno.Siete sentados en la mesa riendo y disfrutando, la sobremesa era y es lo máximo para mí. Luego, entre todos recogíamos.
 
-Yeli, envuelve las arepas que quedaron en un pañito, el martes hacemos tostadas caraqueñas-, me decía mi madre y veía mi expresión. No tenía que hablar, mis ojos hablaban por mí, eran mis favoritas, rellenas de queso blanco rallado. Mi madre siempre hacía unas arepas de más para luego preparar las tostadas, de una arepa sacaba dos tostadas las cuales nos servía en la cena, dos días después.
 
El martes no se me olvidaba la promesa de las tostadas, eran como las 4:00 pm y decía: “¿Mamá, vamos a poner a remojar las arepas?”
 
-¡Caramba!, no se te pasa una- me decía, -Ponlas, en la nevera hay leche preparada-.
 
Habían cuatro (4) arepas de las cuales saldrían ocho (8) tostadas, como eran arepas gordita de cada mitad se sacaban dos (2) tostadas, una vez remojadas por lo menos dos horas, mi mamá las sacaba de la leche las escurría y las picaba a la mitad, de cada mitad, con una cuchara, sacaba con mucho cuidado la masa separándola de la concha o costra de la arepa. En la parte de la costra, por ser cóncava internamente, la rellenaba con abundante queso rallado y luego colocaba la parte de la masa del centro presionando bien, y así hacía una a una.
 
-¿Puedo batir los huevos?-, preguntaba a mi madre. Ya tenía sobre la mesa de trabajo 3 huevos, harina de trigo y agua para preparar una mezcla con la cual rebozar y freír las tostadas .
 
-Sí, pero recuerda colocar cada huevo primero en una tacita por si acaso salga alguno malo-, me explicaba. Cada vez que rompía un huevo miraba a mi madre para ver por su cara si lo estaba haciendo bien, ella sólo sonreía y me decía: “Tu cara es un poema”; y yo, con una pícara sonrisa, seguía mi labor complacida. Una vez batidos los huevos mi madre colocaba la harina, el agua, la sal y mezclaba hasta conseguir una mezcla homogénea un poco espesa donde metía las arepas rellenas para bañarlas en esta mezcla que nos es más que una técnica de rebozado. Luego, al aceite bien caliente y abundante. Las sacaba y las colocaba sobre servilletas para absorber el resto de aceite.
 
Generalmente sólo comía la mitad, ya que era grande para mí, además que llena mucho.
 
Les cuento, esta preparación se denomina Masa Orly, es una masa preparada para lograr un rebozado hinchado, esponjoso y crujiente. La masa orly se prepara con harina leudante, bebidas carbónicas, agua y sal. El alimento se sumerge en la masa orly y se fríe inmediatamente en abundante aceite caliente. Se gira varias veces mientras se fríe hasta que se dore, se retira y se escurre.
 
Y para los que no la conocen, la arepa de harina de maíz es el pan por excelencia de Venezuela. Conjuntamente con la hallaca conforman dos de los principales platos de la gastronomía venezolana. Nació como una manera de venerar al sol y a la luna. Lo mismo ocurre con el utensilio redondo en que se cocinan estos alimentos: el budare.

 
Aun añoro esos domingos mágicos de sol resplandeciente, cielo de azul infinito, el chorro de agua inmerso en mis sonrisas y las maravillosas arepas, después de trasnochadas, convertidas en las deliciosas Tostadas Caraqueñas.

 
Hasta la próxima historia…
 
Yelitza Acosta
Cocinera
 


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