Siguen las sorpresas agradables, cuando veo la cara de los jóvenes, interesados en mejorar el proceso, y créanme, al darse cuenta de que hay maneras de hacer un café perfecto sin otros implementos que con los que ellos cuentan, la magia comienza.
Entienden perfectamente que con hacer un par de cambios sencillos, la diferencia en el producto final es abismal. Incluso, muchos de ellos no tomaban café, hasta que los motivé a probarlo. Les digo: “no pretendo que seas tomador de café, pero prueba lo que estás preparando y sirviendo, para que sepas si está bien o está mal, conviértete en sabueso, huele y saborea todo lo que prepares” Palabras mágicas, con eso se ha logrado un incremento en la calidad.
Ni hablar de la limpieza de la máquina, los llevo a pensar que la máquina es la niña de sus ojos, y hay que tenerla limpia, impecable y brillante. Qué orgullo ver y ser partícipe de esos cambios.
Pero el cambio más radical, lo vi en una pastelería famosa y tradicional de Caracas, que les di un entrenamiento. Cuando llegué, perdí mis 3 cafés de costumbre: un espresso, un guayoyo y un capuccino. Horrible. Empezamos a trabajar, y vi la cantidad de errores dantescos que se cometían. En la primera mañana de trabajo, los chamos se hicieron tomadores de café, ya que no les sabía a quemado. En la segunda sesión, causé una revolución. Desde ese momento, los baristas le pidieron a los dueños del establecimiento servir café en tazas, “como en Italia”, e inmediatamente pararon el trabajo para practicar las figuras de Latte art que les enseñé.
El café, es gran motivador, a mí me ha motivado a buscar la perfección en cada taza, y entender que el café perfecto es el que nos gusta, no importa la preparación.
No me canso de agradecer las oportunidades que he tenido de visitar, conocer y pasearme por las cocinas y cafeteras de cadenas de restaurantes, cafetines y tiendas, y de todas las experiencias que enriquecen cada día más este proceso.
Les pido a todos que sigamos exigiendo, el cambio está a la vuelta de la esquina, y es posible hacerlo, como siempre lo he dicho, y es mi bandera de los últimos tiempos: Económicamente, un café bueno y un café malo, cuestan lo mismo, así que no hay excusa.
Hasta la próxima.
¡Café y vida!
Pietro Carbone
Barista
http://carbonespresso.blogspot.com
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