La red se ha incendiado en los últimos días porque el ganador del concurso de “Mejor Sommelier del Mundo” mundial no pudo identificar ninguno de los vinos que se le pusieron en el concurso. Parecía que venían a decir aquello de: “menudo concurso que gana uno que no sabe distinguir los vinos”.
Quitando que era la tercera vez que se presentaba Paolo Basso, un suizo que había sido subcampeón en tres ocasiones anteriores, no es ningún descrédito que el ganador de semejante concurso no sepa cuatro vinos en concreto, sobre teniendo en cuenta que de todos los miles de vinos que habrá por el mundo había que distinguir uno de la India (el famoso Sula que le encantaba colocar a ciegas a Carlos Muro), un monastrell de Jumilla que a ver quién ha probado y dos pinot noir, uno de los cuales vino de Israel. Ya me dirán si el jurado no iba a cazar.
La cuestión es ¿se puede ser mejor sumiller del mundo mundial sin poder distinguir los vinos? Y la respuesta es claramente que sí. Sobre todo que la respuesta es “ya está bien.” Unos días nos quejamos sin parar de que el mundo del vino se hunde porque la gente no bebe vinos y al día siguiente nos ponemos estupendos porque alguien que se dedica a esto no sabe identificar unos vinos.
Si mucha gente se ha ido del mundo del vino es porque lo estamos haciendo mal, lo hemos aristocratizado en lugar de democratizarlo. Hablamos de vinos estupendos cuando no hay quien los pruebe porque son inalcanzables o bien por precio o bien porque no hay quien los encuentre fácilmente. De acuerdo, nos encanta dar envidia, pero no debe ser el caso porque en algún momento la gente asume el mensaje de que, para disfrutar del mundo del vino hay que ser un entendido, y no debe ser así.
Y ahora llega lo del sumiller. Y, de verdad, no hace falta saber identificar vinos de países imposibles para ser bueno en lo que haces en esto del vino. No hace falta. Las catas a ciegas deben servir para divertirse no para que te vaya la vida o la profesión en ello. Un buen sumiller está para saber recomendar vinos, para saber darle la importancia que se merece al vino que está abriendo (incluso si es con rosca) porque sabe hablar de la gente que está detrás del vino, sabe decirle a alguien qué es lo que importa del vino que va a tomar, sabe sacar un vino que le gusta a la gente y sabe ser humilde cuando lo tiene que ser y competitivo con su cliente (que los hay muy competitivos) cuando lo tiene que ser.
Me incluyo y quiero hacer que el vino sea divertido, que la gente sepa que se puede disfrutar sin saber darle vueltas al vino en una copa (aunque es más divertido hacerlo). Los museos se han hecho más atractivos desde que se han acercado a la gente, más interactivos, más entretenidos, más frescos. Espero que algún día podamos saber hacerlo nosotros con el vino.
Iñigo Galatas
Fuente. diariovasco.com
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