El Gourmet Urbano: Tintos desafiantes

jueves, 12 de febrero de 2015

Tintos desafiantes

Los tintos dulces, como tipo de bebida, no constituyen una novedad, pues existe en la vieja Europa un verdadero abanico de opciones, con profundas raíces culturales e históricas.

 

Hay intensos: Jerez dulce, Oporto, Marsala o Madeira. O algo más moderados: Amarone, Dolcetto, Lambrusco o Barbera d’Asti. En cualquier caso, el dulzor es su común denominador.

Sin embargo, al estar atados a viejas tradiciones, estos vinos no despiertan ningún interés entre los bebedores más jóvenes, porque, más allá del líquido, no encuentran en ellos una conexión atractiva.

Esto ha llevado a enólogos y viñateros a buscar alternativas que permitan atraer a generaciones criadas con bebidas edulcoradas y gasificadas, o, incluso, matizadas con sabores fáciles de identificar y disfrutar. Lo que esperan es que, una vez conozcan los vinos con características similares a las de sus bebidas de rigor, es probable que se dejen atrapar por el vino, sin mayor resistencia.

Así las cosas, la nueva selección los tiene felizmente alborotados.

En Estados Unidos, por ejemplo, los ‘millennials’ ya hablan de ellos con naturalidad. En un mundo a veces ortodoxo, han terminado por imponer sus gustos y, de paso, han descubierto que alejarse del camino tradicional del vino no es pecado.

Para que el negocio funcione ha sido necesario introducir marcas con nombres diferentes a los utilizados por los productores clásicos. Entre los más populares están Jam Jar (‘Frasco de mermelada’), Barefoot Sweet Red (‘Tinto dulce con los pies descalzos’) o Sweet Red Roo (‘Dulce cangurito rojo’), de la exitosa casa australiana Yellow Tail. Y la lista de moscatos tintos también crece de manera exponencial.

Ni qué decir de otras variantes como las de los vinos con sabores a chocolate negro, chocolate con fresas o chocolate con menta, con nombres como Chocovine y Chocolate Rouge Sweet Wine.

Esta tendencia también ha comenzado a hacer carrera en Argentina, donde la bodega finca Las Moras, reconocida por sus estupendos Syrah, ha lanzado la marca Dadá, una alusión directa al movimiento rebelde aparecido a principios del siglo XX, que cuestionó las convenciones literarias y artísticas. En otras palabras, la colección de vinos Dadá es un desafío a la cultura establecida del vino.

La primera vez que los probé fue durante una degustación ofrecida por la bodega Las Moras, en la provincia argentina de San Juan. Todos nos miramos como queriendo decir “y esto, ¿qué es?”. Pero el enólogo jefe, Eduardo Casademont, nos tranquilizó con la frase de “si los jóvenes no vienen a nosotros, nosotros vamos a ellos”.

El proyecto está compuesto por tres vinos, identificados con números del 1 al 3.

Dadá 1 está inspirado en la vainilla; Dadá 2, en los aromas a café moca, y Dadá 3, en las especias.

Para lograr estos efectos, los enólogos encargados han potenciado los aromas dominantes mediante el uso de uvas y vasijas de roble cuyas características organolépticas insinúan esos mismos perfiles.

Dadá 1, una mezcla de Bonarda y Malbec, pasa un breve tiempo en barricas de roble americano para aportarle al vino las sensaciones de vainilla; Dadá 2, un Merlot, se guarda en barricas con el interior tostado para brindar sugerencias de café moca. Y Dadá 3, ensamble de Cabernet Sauvignon y Syrah —uvas con toques especiados naturales— se deposita en recipientes de roble de tostado medio para extraer aromas y sabores a pimienta y canela. Lo que los nuevos consumidores deben retener es el número y el sabor dominante. Lo demás es puro disfrute.

Quizás los tradicionalistas se lleven las manos a la cabeza. Pero desde el Renacimiento, cuando dejó de ser un alimento hidratante necesario y pasó a ser una bebida opcional, el vino ha debido reinventarse continuamente para seguir vigente.

HUGO SABOGAL

Fuente: El Espectador

 

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