En 1965 el significado emotivo de La Academia lo empezó a preservar Luis López López, un español enamorado de la ciudad, que mantuvo intacto el lugar, abierto día y noche con su espíritu cordial y sus mesas de billar impecables. Después fue el turno de su hijo Roberto López, que le sumó sala de ajedrez y juegos de mesa, productos caseros y la ya célebre Picada La Academia.
Ignacio López es ahora el heredero de este mito urbano porteño, declarado Bar Notable por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es él quien toma el desafío y vuelve lustrosos los caminos que llevan a esta Academia renovada: pisos, iluminación y un gran mural gigante con escenas urbanas, realizado por la artista Claudia Burzuk y su equipo.
Al mediodía, salen Milanesas y Canelones, Filet de Merluza a la romana, Costillitas de Cerdo pero también Ensaladas. Después, Flan Casero, Queso y Dulce o Panqueques.
A la tarde, nada se compara con un jarrito de café con torta del día: chocolates, hojaldres y cremas desbordantes, o Sándwiches Veggies o de Atún. Y después, la noche es eterna y joven como desde 1930, cuando intelectuales y estudiantes debatían en su salón. Ahora, actores, deportistas, rockers y famosos deambulan por las mesas, como uno más, para volver a jugar al pool y al billar con un novedoso Baileys casero, preparado con receta artesanal del propio Ignacio López.
Consumo promedio: $190
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