Los aromas del vino pueden clasificarse en aromas primarios, los propios de la variedad, aromas secundarios, resultantes de los procesos de maceración y fermentación y aromas terciarios propios de vinos envejecidos y resultantes del contacto con el roble.
Los aromas primarios son, por ejemplo, las fresas en el Tempranillo. Cada variedad se asocia con cierto tipo de frutas, y las fresas son siempre evidentes en los tempranillos jóvenes. Además de las fresas, son típicas las frutillas rojas, también presentes en vinos de Pinot Noir,Sangiovese y Zinfandel. Los vinos rosados elaborados con Garnacha o con Bobal suelen recordarnos también a las fresas.
Otros aromas primarios son por ejemplo los aromas a hierba recién cortada, sinónimo de vinos procedentes de climas frescos como por ejemplo la Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda y la del valle del Loire en Francia. En España estos aromas los encontramos principalmente en la Verdejo de Rueda. Es uno de esos aromas fáciles de identificar que siempre animan a los principiantes en la cata a continuar aprendiendo.
Otros aromas frecuentes en la cata son los aromas a bollería. Podrías preguntarte ¿y a quién le apetece beberse un vino que huele a mantequilla...? En realidad se trata un aspecto muy positivo y frecuente en vinos blancos de fermentación malo láctica, un proceso natural en el que los ácidos málicos (esos que recuerdan a manzanas verdes) se transforman en ácidos lácticos, responsables de los aromas a mantequilla y bollería que son los denominados aromas secundarios que encontramos en los Chardonnay de Borgoña o Australia.
También son frecuentes estos aromas en vinos que han estado en contacto con madera.
Entre los aromas terciarios son típicos aquellos que nos recuerdan al café y que frecuentemente encontramos en vinos que hayan envejecido en barricas de roble. El roble con el que se hacen las barricas tiene diferentes tipos de tostado dependiendo del fabricante y el estilo que se quiera dar al vino ya que este absorbe estos matices que luego se evidencian en la cata y asociamos a café recién tostado.
Los vinos envejecidos en roble, además de tonos a café, suelen desprender aromas que recuerdan a vainilla, cuero y tabaco, muy fáciles de identificar en vinos con cuerpo de Cabernet Sauvignon o Syrah.
Lo mismo ocurre con los vinos blancos fermentados o envejecidos en barrica, también aquí se hace muy evidente la vainilla entremezclada con aromas frutales y florales.
Para aprender a identificar todos estos aromas es importante entrenar el olfato con todo lo que nos rodea. Presta atención y aprovecha para practicar cuando vayas al mercado, cuando salgas al campo...tener un buen olfato te hará disfrutar mucho más del mundo del vino.
Mark O'Neill DipWSET es fundador de TheWinePlace.es y experto en vinos internacionales.
Fuente: El Mundo
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