La parte esencial del asunto, es cómo llevarla a cabo de manera adecuada; por eso abordamos las cinco claves necesarias para enseñar a comer a un niño.
1) Hacerse de información calificada
Si uno va a enseñar historia se prepara para ello, no lo expone de cualquier manera ni elije respuestas azarosas; con la comida pasa lo mismo, es necesario estar bien informados. Preparados para aclarar las inquietudes y satisfacer la curiosidad de los niños en torno al tema. Es fundamental contar con la asesoría de pediatras y nutricionistas para valerse de argumentos claros que justifiquen las normas establecidas. Si no se tienen argumentos claros, no se generará confianza ni intención de probar nada. Hay que responder las dudas del niño siempre con seguridad, manteniendo una actitud amena y cuidando que el lenguaje sea acorde a la edad.
2) Demostrar que la comida implica placer
La intención es que el niño aprenda a comer con gusto y para eso se debe incluir el placer y el disfrute. Cuidar la presentación es vital, preguntarse —siempre — si uno mismo se comería lo que acaba de servirles o realmente luce mal. El estímulo de los sentidos crea recuerdos placenteros y los recuerdos placenteros condicionan la repetición, hay que valerse de las formas, los colores y los aromas. Una mala experiencia en la mesa es difícil de olvidar; procuraremos que comer resulte bonito y entretenido.
Para el postre (que no debería faltar nunca, porque funciona como motivación) lo mejor es elegir una opción sabrosa, saludable y (ojalá) casera para endulzarles la mesa. La mayoría de los especialistas coinciden en que, salvo excepciones muy puntuales de alergias e intolerancias alimentarias, no es recomendable someter a un niño sano a ningún régimen, ni dieta estricta. Moderar siempre será mejor que restringir, porque la restricción genera aburrimiento y rechazo.
3) Dejar que el niño se involucre
La comida no debe aterrizar misteriosamente frente al niño. Participar de la compra y elaboración favorecen la intención de comer y demuestran que el alimento es consecuencia de un trabajo, un gasto y un esfuerzo; no sólo queremos que coma, también queremos que tome respeto por el ritual en sí mismo.
Tomando las medidas de seguridad y bajo supervisión, es conveniente que el niño pueda estar en la cocina, tocarla, vivirla. Se le puede acompañar en la preparación de recetas sencillas, esto le permitirá disfrutar la experiencia de consentir y consentirse a través de la comida; además de producirle sensación de madurez e independencia.
4) La mesa, siempre en familia
La comida es un acto reflexivo y cargado de ritos; alimentarse sólo para cubrir una necesidad nos aleja del valor civilizado de nutrirnos integralmente: cuerpo-alma. Si el trabajo y las obligaciones son implacables habrá que fijar semanal, quincenal o mensualmente, un día especial para comer en familia y no faltar jamás a esa cita. Por muy agitado que sea el mundo actual es necesario brindar a los hijos la experiencia de una comida sosegada y sin distracciones; una comida que alimente también su confianza y seguridad.
Ningún niño merece comer solo, aislado, ni menos pegado a la pantalla de un aparato. Enseñemos que el alimento tiene un componente afectivo, que implica saborear, conversar, crear recuerdos y fortalecer lazos.
5) Creatividad sí, resignación no
No se puede ceder a la primera negativa de un niño, hay alimentos cuyo consumo, simplemente, no es negociable; enojarse tampoco es una opción, sólo queda darle vueltas al asunto y ponernos creativos, la creatividad es imprescindible en todas las batallas padre-hijo, es la herramienta que nos permite ganar las guerras sin si quiera pelear. Ante el conflicto con las comidas: calma y fluidez de ideas.
Existe un ejercicio de flexibilidad creativa llamado “brick uses test” que consiste en señalar, en pocos minutos, todos los posibles usos de un ladrillo; en la cocina puede jugarse a todas las formas posibles de presentar el mismo alimento al niño. Casi con seguridad, alguna versión le gustará; no es necesario explicarle que se trata de “eso que no quiere comer” porque las negaciones y etiquetas acentúan las conductas negativas, mejor comentarle con alegría que acaba de comerse con placer aquello que él creyó que no le gustaba.
Para no darnos por vencidos, saquemos de nuestra mente esa idea de que los niños simplemente tienen una personalidad en la mesa que los empuja a tomar o rechazar ciertas cosas; la verdad es que a comer también se aprende y padres y maestros debemos ocuparnos de ese proceso.
Leidimar Martínez
Educadora - Cocinera
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