Además tienen la responsabilidad de educar y estar al cuidado de tres hijos.
La que podría ser una historia convencional en muchos puntos de la geografía española, deja de serlo por el marcado matiz social y solidario que han dado a su negocio.
Siendo conscientes de que existen muchas personas y familias que tienen verdadera necesidad y problemas para llegar a fin de mes, todas las tardes, al cerrar el negocio, dejan a disposición de los vecinos todo lo que ha sobrado del día para que quien lo necesite pueda cogerlo.
No sólo pan sino también bocadillos que al terminar la jornada no se han logrado vender.
«Algunos días pueden sobrar ocho o más barras y algunos bocadillos. Lo habitual era dárselos a las gallinas de algún familiar o llevarlos a casa. Y fue a mi marido al que se le ocurrió que podíamos dárselos a las personas que lo necesitasen», comenta ella a La Voz de Galicia.
Querían hacerlo de modo digno, de tal forma que nadie tuviese que pasar la vergüenza de pedirles una barra de pan.
«A las pocas horas de ponerlo, cuando llegamos de madrugada para hacer el pan, ya no hay nada. Eso quiere decir que debe hacer falta», dicen.
Fuente: Córdoba Digital
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