Siempre se ha dicho que lo importante es el contenido y no el continente, pero cuando el contenido está bien y nos falla la botella...
Los que ya hace algunos años que nos dedicamos al mundo del vino, hemos visto pasar muchos cambios en la imagen de los vinos. Renovarse o morir o como decimos últimamente, reinventarse.
Algunas bodegas de corte muy clásico han cambiado el sabor a madera por el sabor a fruta ya que la tendencia del consumidor así lo ha demandado. Pero ha habido más cambios. Los primeros cambios se han visto en las etiquetas que han pasado de tener dibujada una viña y un castillo a ser más minimalistas y solo tener el nombre del vino o de la bodega.
Las etiquetas coloridas, con nombres muy impactantes, algunos incluso rozando lo zafio, también han tenido su momento de gloria en este cambio constante de la imagen de un vino.
Hay que decir, que el número de bodegas y de vinos que existen hoy en día en el mercado no tiene nada que ver con lo que había hace solo dos décadas. Esto ha hecho que se haya tenido que ingeniar campañas de venta, marketing e imagen basados en este último concepto más que en el contenido que al fin y al cabo es lo importante de una botella de vino.
Me vienen a la cabeza un cambio muy significativo como han sido el cambio de la botella bordelesa a la borgoñesa independientemente de lo que haya dentro y su color o tipología. Otro cambio muy reciente ha sido el de la cápsula de metal o plástico por el capuchón de lacre sintético de varios colores. El tapón de rosca aparece en el mercado, aunque esto es por otros motivos, pero, cabe nombrarlo porque no deja de ser un elemento de imagen.
Ahora bien. También los consumidores han podido observar como algunas marcas han cambiado de una botella única y reconocible a otra bordelesa, y luego a una borgoñesa y luego a una troncocónica en menos de una década sin contar con los innumerables cambios de la etiqueta.
Obviamente, no se ha encontrado la identidad de esa marca y el trabajo de los creativos es efímero y sin una base consolidada. Otros, sin embargo, mantienen la misma imagen, el mismo nombre, la misma etiqueta, la misma botella y, aunque el contenido pueda variar en variedades y porcentajes, amén de la añada propiamente dicha. Y les funciona. ¿Dónde está la pelotita?
JAVIER CAMPO
Fuente: Vinetur
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