El Gourmet Urbano: #VINOS 🍷 | (Y III) Las frases gastadas del vino

jueves, 15 de diciembre de 2022

#VINOS 🍷 | (Y III) Las frases gastadas del vino



Con esta tercera entrega terminamos temporalmente el ciclo de las frases tópicas del vino. Esta bebida milenaria ha tenido en su historia frases literarias y poemas muy brillantes. Sin embargo, en los últimos 80 años se han generado, sobre todo en el consumo urbano, toda una retahíla de frases de uso equivocado que se han ido pasando unos a otros sin detenerse en la realidad del consumo presente.

Los vinos buenos son caros



No necesariamente. Es un falso principio originado por la vieja tradición española del consumo de vino barato cuando el grueso del pueblo español bebía el vaso tabernario y la bota sanferminera. En este país pocos son capaces de entender el equilibrio entre precio y calidad debido precisamente a esa tradición. Ahora curiosamente los vinos de calidad son más baratos que los de hace 30 años. Aún perdura la creencia de que un vino ya es caro cuando existe uno más barato. Por eso, existe la obsesión de nuestros bodegueros por vender a un precio más bajo que el vecino, sin conocer realmente sus costes ante los vaivenes de la producción.

En el vino hoy más que nunca ha dejado de ser una necesidad para convertirse en un lujo asequible y en el lujo se desata toda una serie de ofertas en donde no solo es la calidad, sino el prestigio y valor social de la marca. Un Rolex suizo de acero da la misma hora que un Casio japonés del mismo metal. La diferencia de precios entre los dos es abismal.

Si descartamos el valor social de una marca de vinos y solo elegimos un vino de 95 puntos podríamos considerar una horquilla entre 20 y 30 € la botella. Mas caro que esta horquilla y con la misma puntuación, se aleja de una correcta relación precio-calidad, pero también puede -no siempre- gozar de un prestigio de marca que puede ser una opción de compra tan importante como solo elegirlo por calidad.

Las mujeres prefieren el blanco al tinto


Es una frase antigua. No existen vinos para la mujer ni para el hombre. Este dicho se refiere a que la mujer se incorporó a esta bebida en el ámbito social más tarde. Aquel retrato de viudas reunidas alrededor de la mesa camilla bebiendo moscatel, un Diamante semidulce, un oporto blanco y champan dulce, pertenece a otras épocas y, si acaso, alguna dama "atrevida" bebía un blanco seco. Vinos que también eran y son bebidos por hombres no aficionados.

Las mujeres beben todo tipo de vinos porque va con ellas la sensibilidad de usar el paladar y no el gaznate como antaño hacían nuestros abuelos. La mujer está entrando con más voluntad de saber que de beber y su capacidad de descifrar un vino con los mismos conocimientos que el varón son mayores. En los cursos de cata y las plantillas de enólogos están ocupadas en gran número por mujeres. La mujer conocedora es mucho más segura en la compra de cualquier vino y vacila menos que el hombre en la degustación. Las últimas generaciones de las féminas son más sensibles y menos radicales en esta cultura.

El vino es sobre todo para la comida



El vino es para beberlo cuando a uno le apetezca. Nuestra cultura mediterránea ha utilizado el vino como alimento integrándolo en la dieta diaria y en el aperitivo. Sin embargo, todos los países consumidores no productores, beben a cualquier hora. En la filmografía de los últimos 10 años, es frecuente observar a los protagonistas con una copa de vino en los mismos momentos en los que en el antañón cine negro se servía whisky. Incluso, resulta chusco ver en las ferias del vino los stands españoles acompañando la copa con lonchas de jamón o chorizo, porque jamás separamos el trago del bocado. Los compradores extranjeros no entienden esta costumbre dado que allí no se va a beber sino a catar para comprar.

No hay que comprar vino en los hipermercados


No es verdad. Es una vieja frase anclada en los tiempos en que la gran distribución dedicaba sus esfuerzos a vender más barato que nadie, incluyendo los brik y vinos de litro (6 estrellas). Por otro lado, estos mismos se afanaban en rogar a las marcas de prestigio que expusieran sus botellas para amortiguar la mala fama de estos establecimientos, con la negativa de las bodegas a sus peticiones por afectar a su reputación.

Hoy todo ha cambiado. Es cierto que las grandes superficies no han entrado aún en el mercado de novedades de vanguardia (nuevos enólogos, terruños, vinos personales, biodinámicos, vinos naturales) copado por las tiendas especializadas, algunas de ellas implicadas en producir vinos propios. Sin embargo, son más ágiles en buscar aquellas marcas que comienzan a moverse a través de las agencias de comunicación y en la prensa generalista. Para el resto de los vinos ofrecen precios competitivos y, sobre todo, una mejora espectacular en la distribución de marcas propias entre 2 y 6 euros botella. Hoy es más frecuente ver en estos establecimientos los armarios de cristal bien cerrados con auténticos vinazos.

Nada como el vino de mi pueblo


Es una frase sentimental nacida cuando los vinos urbanos, los que se embotellaban en las ciudades en envases de litro, eran infames. Ello propiciaba que, en una incursión al pueblo natal o de la infancia, se trajera una garrafa. Es posible que este vino no fuera mejor, pero sí más familiar, más íntimo, más propio, algo así como los platos de su madre o de su abuela que, rebosando aceite en la salsa, les parecían una delicia.

La palabra maridaje


Es un término francés de matrimonio, mariage, que en el vecino país se usa metafóricamente en contados casos y así debemos usarlo. Poseo más de 9 títulos de libros franceses sobre el "maridaje" y en ninguno aparece esta palabrita. Ellos utilizan acordes o armonías. La palabra más lógica es esta última. Maridaje es una metáfora excesivamente radical (a mi entender) para denominar la combinación entre plato y vino. Es boda, alianza "para toda la vida" cuando en realidad la combinación debe ser flexible.

JOSÉ PEÑÍN

Fuente: Vinetur

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