Trabajadores del programa Natura Nostra de Moët & Chandon en los ecocultivos de Épernay, en Francia Moët & Chandon |
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Los agricultores son unos de los que más están padeciendo este mal: la falta de agua que potencia la sequía rampante, el cambio de ciclo de las cosechas, pérdidas de productos... Y entre ellos nos encontramos con los viticultores, los cuales temen que si no se implementan medidas para luchar contra el cambio climático podríamos hallarnos ante el final de los vinos tal y como los conocemos en la actualidad.
«Es bien sabido que las temperaturas más altas, producto del cambio climático, afectan a la uva y a la industria del vino. Así, se espera que el calentamiento dé lugar a un adelanto de los eventos fenológicos de la planta, con maduraciones muy rápidas por incremento de las temperaturas en la fase de maduración, a una menor acidez en la uva y a un incremento del azúcar y del alcohol en los vinos», explica a LA RAZÓN Francisco Jesús Moral, ingeniero de la Universidad de Extremadura e investigador principal de un proyecto sobre las consecuencias del cambio climático en el cultivo de la vid.
Los viñedos de Épernay, en la champaña francesa Moët & Chandon |
«Las temperaturas más altas afectan a diversos metabolitos, en particular a los flavonoides, los cuales son compuestos clave en relación con la calidad de las uvas y de los vinos. Se esperan cambios en los aromas y en la composición de los antioxidantes», aventura. Y es que no solo la calidad de los vinos se verá afectada sino también la cantidad de uva que se produzca. «Si durante el ciclo del cultivo se tienen temperaturas altas, con mayor estrés hídrico, descenderá la producción, que también se verá acentuada por la falta de precipitaciones», apostilla.
Situación crítica
Ante esta situación crítica nos desplazamos hasta la champaña francesa, en Épernay, donde también luchan para que los espumosos conserven su esencia ante la embestida climática. Allí nos atienden los responsables del ambicioso proyecto Natura Nostra de Moët & Chandon, la «maison» por excelencia del champán, con el que desde hace años pretenden reducir el impacto de la sequía.
«La región de Champagne está muy amenazada por el cambio climático. Estamos viendo su impacto directo en la madurez de la uva que tiene menos acidez y más azúcar. La cosecha comienza cada vez más temprano: durante los últimos diez años, siete cosechas se produjeron en agosto. El cambio climático también trae su parte de incertidumbre con la aparición de nuevas enfermedades como la flavescencia dorada que es un mal degenerativo de la vid», explica a este diario Stanislas Milcent, director de calidad, alimentación saludable y medioambiente de Moët & Chandon.
Ante esta realidad, confiesa, «empezamos a cambiar nuestras prácticas hace 20 años e hicimos la transición de todos nuestros viñedos a una viticultura sostenible. Ya hemos recibido una certificación en este sentido y desde 2020 estamos libres de herbicidas».
De igual modo han utilizado la innovación como motor de sostenibilidad. Usan aplicaciones móviles para realizar mediciones del viñedo, estaciones meteorológicas para llevar a cabo consultas en tiempo real y han puesto en marcha Natura Nostra, un programa de biodiversidad para dar respuesta a los desafíos del cambio climático.
A pie de los viñedos nos cuentan que «lo fundamental es preservar la herencia natural, la fuente del vino. En 2001 tomaron las primeras medidas para modificar las prácticas de vinicultura y hacerlas sostenibles, teniendo como criterio principal la reducción de los gases de efecto invernadero, acciones para preservar la calidad del agua y la biodiversidad». De hecho, ya han conseguido que el 10% del terreno esté dedicado a la conservación de la biodiversidad. «De las 1.280 hectáreas de viñedos que tenemos, dedicamos 380 a su preservación: 300 a bosques y 80 a praderas», aseguran los responsables del proyecto.
Corredores ecológicos
Es más, los equipos comenzaron a indagar en la agroecología, una disciplina científica que aplica principios ecológicos para las prácticas vitícolas. «En el pasado, la ‘‘maison’’ gestionaba los viñedos focalizándose en los vinos y su protección. Hoy en día lo hace con una estrategia global en la que la calidad de su champán se conjuga con el respeto a los bosques, las praderas, los estanques, la flora y la fauna». En 2022 han alcanzado los 10 km de corredores ecológicos y pretenden llegar a los 100 km en los próximos cinco años.
«Afortunadamente el terruño de Champagne se basa en la tiza, que es un material que acumula agua durante el invierno y la libera durante el verano. Como nuestras vides tienen raíces profundas que alcanzan esa reserva de agua, nuestros viñedos están menos expuestos a sequías severas. Sin embargo nos enfrentamos a más problemas meteorológicos debido al cambio climático, como grandes tormentas o granizo durante el verano y heladas primaverales al comienzo de la temporada», señala Milcent.
Para el profesor Moral, «la agricultura ecológica lleva ya mucho tiempo proponiendo y realizando este tipo de manejo en los campos agroganaderos. Tenemos en la biodiversidad un aliado perfecto para encontrar recursos y paliar no sólo el cambio climático, sino todo tipo de eventos desfavorables. Los ecocultivos son una vía factible».
Para este experto, «el futuro es incierto y va a estar marcado, además de por el cambio climático, por la demanda del mercado y por el gusto de los consumidores». «Nuestra visión del futuro es positiva, nos adaptamos sabiendo que nuestra tierra tiene un valor incalculable. Por ello, nos esforzamos por protegerla y segurmos buscando soluciones en la diversidad de nuestros viñedos», concluye Stanislas Milcent .
ÁNGEL NIETO LORASQUE
Fuente: La Razón
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