Estar dentro de una DO no garantiza al elaborador tener más éxito; debería definir antes el mercado al que se quiere dirigir y, dentro de aquel, en qué segmento se va a mover y en qué canales va a posicionar su vino
En ocasiones anteriores analizábamos las figuras de calidad del vino, donde mencionábamos las diferentes clasificaciones de dichas figuras, sus características más significativas, las principales diferencias entre ellas, reflejar históricamente el porqué de las Denominaciones de Origen Protegidas (DOP) y su desarrollo, y de la importancia de la ubicación de los viñedos, yo destacaría lo referente a la calidad del vino.
Decíamos que la calidad del vino es variable en el tiempo de acuerdo con la evolución de la propia sociedad, ya que la forma de trabajar, de relacionarse, de disfrutar del ocio, en definitiva, la forma de vivir va cambiando.
La ley 6/2015 de 12 de mayo de DOP e IGP de ámbito territorial supraautonómico en su artículo 9 dice:
Son objetivos generales, sin perjuicio de lo regulado por la normativa europea, los siguientes:
Proteger los derechos de los productores y consumidores garantizando el cumplimiento del principio general de veracidad y justificación de la información que figure en el etiquetado de los productos agrarios y alimentarios amparados por una DOP o IGP.
Garantizar la especificidad del producto agrario o alimentario amparado por una DOP o IGP y su protección, manteniendo su diversidad y reputación comercial.
Proporcionar a los operadores un instrumento para la diferenciación de sus productos, como elemento adicional para contribuir a fortalecer la competencia leal y efectiva del sector.
Más diferenciación que calidad
Por consiguiente, las figuras de calidad del vino quieren proteger, garantizar y proporcionar una diferenciación del vino producido en esa determinada comarca. Queda claro que su objetivo no es proporcionar una calidad en sí misma, y es lógico porque como he dicho, la calidad es variable y es diferente según el origen de la uva y el vino.
Las figuras de calidad, desde el punto de vista del producto, pretenden salvaguardar el territorio en toda su amplitud, suelos, técnicas culturales tradicionales, variedades autóctonas, etc., desde el punto de vista del productor pretenden protegerle de imitaciones y falsificaciones, y desde el punto de vista del consumidor desean garantizarle que el producto es único y diferente por proceder de una comarca determinada.
Para todo ello se desarrollan unos reglamentos y pliegos de condiciones que por una parte intentan garantizar una tipicidad y homogeneidad del producto, pero que por otra encorsetan mucho a los propios productores en un mundo cada vez más globalizado.
La Unión Europea en su política agraria es muy defensora de las DOP e IGP, sobre todo porque protege lo nuestro, no deja que otros vinos sin IGP, o procedentes de países que no están en la Unión, o incluso de otras DOP, lleven el mismo nombre o similar al de nuestras marcas, mencionen los municipios de una DOP, utilicen en sus menciones ciertas tipología de vinos, etc. Por poner algunos ejemplos claros:
La palabra Champagne solo la pueden utilizar los vinos espumosos procedentes de la región de Champaña, en Francia.
La palabra Cava solo la pueden utilizar los vinos pertenecientes a la DOP CAVA
La DOP Arlanza (que engloba parte de Burgos y Palencia) no se llamó Ribera del Arlanza porque la DOP Ribera del Duero recurrió y obligaron a la nueva DOP a quitar la palabra “Ribera”, que es como la denominaron inicialmente, quedándose exclusivamente como Arlanza.
Y así se podrían poner muchos ejemplos más.
Las DOP llevan años rebajando sus propias exigencias para intentar dar más importancia al producto en sí mismo y no verse encorsetadas sobre todo con ciertas variedades y tiempo de crianza del vino en barricas, principalmente.
La mayoría de las DOP han abierto el abanico varietal permitiendo la introducción de otras variedades, a veces foráneas; también han bajado el tiempo de crianza en barricas, e incluso se ha llegado a legislar y se ha introducido en algunas DOP la mención “roble” que antes no existía.
Otras han introducido menciones como “vinos de pueblo” “vinos de parcela” “vinos de viñedos singulares”, etc. Al final lo que se quiere conseguir es la diferenciación dentro de la diferenciación.
Todas estas modificaciones requieren ser aprobadas en una primera instancia por el pleno del Consejo Regulador correspondiente y después por la comunidad autónoma amparándose en la Unión Europea. Cualquier modificación del reglamento o del pliego de condiciones debe poder ser controlada por los servicios técnicos del Consejo Regulador correspondiente para evitar posibles fraudes.
En algunas DOP está permitido que en la misma bodega convivan vinos con DOP y con IGP o sin ella, algo que anteriormente no estaba permitido en España. Sin embargo, otras DOP no lo permiten por la dificultad de poder realizar unos controles adecuados.
Sin embargo, a pesar de los cambios y actualizaciones por parte de los Consejos Reguladores, se nos plantean muchas cuestiones o dudas de si realmente sirven para algo estas figuras de calidad tan reglamentadas y proteccionistas, frente a vinos con IGP o sin ella que tienen muchísima más libertad en cuanto a rendimiento de uva y variedades, técnicas vitícolas y enológicas, menor burocracia y por supuesto menos controles.
Al final la última palabra la tiene el consumidor y por tanto la respuesta a esta cuestión es “depende”. No todas las DOP tiene el mismo prestigio, ni todas están igual de equilibradas en cuanto a la oferta y demanda de sus vinos. Por lo tanto, no a todas las DOP les va igual.
¿Cómo elegimos un vino?
Además, no todos los mercados son iguales en cuanto a preferencias y criterios de búsqueda de un vino. Por ejemplo, según el Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv), en España la preferencia de un vino y el criterio de búsqueda o compra es por la DOP, posicionándose la marca/bodega y el precio en tercer y cuarto puesto respectivamente; sin embargo, en Reino Unido y EEUU la marca y el precio se encuentran en las dos primeras posiciones y el origen del vino se posiciona en tercer lugar en Reino Unido y en sexto lugar en EEUU. Por consiguiente, en España la DOP tiene mucha importancia, pero en ciertos países no la tiene.
En España, la comercialización del vino en hostelería y alimentación de los vinos con DOP ganan por goleada tanto en valor como en volumen a los vinos con IGP y sin ella. Sin embargo, esta tendencia empieza a revertirse, de modo que crecen en mayor porcentaje relativo en volumen y valor los vinos con IGP y sin ella. Ahora bien, también hay que tener en cuenta que los precios de los vinos con DOP son en general más altos que los que no lo son.
¿Merece la pena estar dentro de una DOP?
Por resumir esta serie de artículos sobre las figuras de calidad del vino, diría que estar dentro de una DOP no garantiza al productor tener más éxito; debería definir antes el mercado al que se quiere dirigir y, dentro de aquel, en qué segmento se va a mover y en qué canales va a posicionar su vino.
Una vez aclarado lo anterior, valorar el coste que conlleva estar dentro de una DOP y su beneficio. Sin embargo, las DOP le garantizan al consumidor un origen, unos determinados controles tanto analíticos como organolépticos, y un control documental bastante exhaustivo.
Las figuras de calidad del vino durante caso cien años han ayudado mucho a ordenar, potenciar, entender y proteger el sector vitivinícola, haciéndole crecer en prestigio sobre todo en los últimos treinta años. Sin embargo, creo que ha llegado el momento de replantearse muchas cosas.
Tomás Jurío.
Fuente: Revista Campo
No hay comentarios. :
Publicar un comentario