Se podría decir que el servicio es como el amor: entra primero por los ojos. Si entramos a un local y de entrada el personal no nos agrada visualmente, empezamos a mirarlo todo con recelo. Un personal mal presentado le genera desconfianza al cliente. Después de todo ¿qué se puede esperar de una comida preparada en un lugar en donde la gente está desaliñada y mal presentada?
Muchas personas ven el uniforme de trabajo como algo negativo, como si fuese una mala etiqueta que se le coloca a alguien. Es parte de nuestra idiosincrasia en la que el servicio no se ve como algo que causa placer, sino todo lo contrario. El hecho de que el personal de sala sienta respeto por su uniforme de trabajo es responsabilidad, en primer lugar, del empleador.
No basta con pedir una chaqueta blanca a un muchacho o entregar una chemisse con el logo de una empresa, hace falta transmitir los valores fundamentales de su trabajo y del restaurante en su calidad de empresa y negocio. Sólo en la medida en que el mesonero se sienta parte integral de la cadena productiva comprenderá la importancia de llevar un uniforme que represente el lugar donde trabaja.
Un factor importante es que a medida que a una persona se le da la oportunidad de verse mejor, automáticamente se siente mejor. No se trata de coaccionar al empleado, ni descalificar su manera de vestir o de peinar; más bien se trata de implantar una política corporativa en la que prive una imagen que venga del criterio de la empresa, su misión y sus valores.
Se les recomienda a los restauradores elaborar un pequeño manual con las reglas sobre imagen y brindar todo el apoyo necesario para sus empleados: desde ayudarlos a cortarse el cabello o las uñas, hasta facilitarles el uniforme adecuado, incluso otorgando incentivos especiales a quienes durante un período de tiempo establecido muestren un cuidado especial de su imagen.
Entre los aspectos fundamentales de la imagen del mesonero están:
La ropa: Debe estar limpia, sin manchas y sin arrugas. Los cuellos de las camisas deben estar derechos y los zapatos con el lustre apropiado. No es recomendable el uso de sandalias ni calzado abierto de ningún tipo. La vestimenta debe ser discreta y seria.
El Peinado: Debe ser ordenado y sencillo. El prestador de servicio no debe usar sombreros ni gorras. El pelo largo siempre debe estar debidamente recogido y no lucir peinados extravagantes.
Las uñas: Es imperativo que el profesional de servicio tenga uñas cortas y limpias.
Las joyas y accesorios: No se deben usar joyas colgantes, pierciengs, entre otros, durante las horas de trabajo.
Como dice el dicho “no hay segunda oportunidad para dar una primera buena impresión”. Por eso no sólo basta la sonrisa presta y la buena atención, la imagen es la guinda de ese primer punto de estudio que hace el cliente a la hora de considerar en volver al restaurante por segunda vez.
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