A modo de colegiado organizado y motivacional, recorren el país para anunciar las buenas nuevas que andan alegres, furtivas o esparcidas por nuestras tierras sin nadie que las resalte. Son esas originarias cosechas históricas, moderadas y estacionales que se ofrecen en carreteras y vías de nuestra isla, y que poco hacemos por reconocerlas. No solo las maravillas de nuestros mares sino también de nuestra tierra y nuestros fogones. Parte de una inmensa riqueza gastronómica que abraza nuestra historia y que perdura en la tradición oral y culinaria de las mesas familiares. Olvidadas, desapercibidas o nunca publicadas. Muchas forman parte del acervo familiar de tradición histórica que se ha ido transmitiendo de generación en generación y que en muchos casos tienen el costoso riesgo de perderse. Materiales, instrumental, técnicas, recetas y secretos de nuestra propia cultura gastronómica que laten en nuestras memorias y en la historia cotidiana, esa que se recuerda en los eventos familiares y vecinales. La historia inmediata que no se escribe, y que incluso, muchas veces, permanece furtiva, siendo tan solo el instrumental necesario para que la historia misma se escriba y permanezca.
Esta suerte de bienventurada secta gastronómica y antropológica, uniformados con filipinas blancas y cámaras fotográficas inundan los espacios de la ciudad y el Centro de Artes Omar Carreño, en orden consecutivo se trepan al estrado con sus descubrimientos para ofrendarnos el fruto de sus descubrimientos y algunas certezas. En algunos casos pocas certezas. Sumito Estévez (cabeza rutilante de este evento, ñero por escogencia y residente por riesgo y cuenta propia), María Fernanda Di Giacobbe, Héctor Romero, Ana Belén Myerston, Juan Carlos Bruzual, Francisco Abenante, Pocho Garcés, Rossana Di Turi, Nelson Méndez, Tomas Fernández y María Elisa Römer, entre otros, fueron dándonos arte y parte de sus hallazgos, análisis, conexiones y propuestas.
El Profesor Víctor Moreno nos dejó un reto: queda ahora en manos insulares tomar la iniciativa y profundizar la investigación, asumir el compromiso de seguir dando forma y divulgación a lo que reposa en nuestra cartografía de ingredientes, técnicas y recetas. Al ensalzar a figuras de nuestra gastronomía como Rubén Santiago y Esther González, las ardorosas y combatientes empanaderas insulares, las dulceras de La Asunción, a los artífices del pan asuntino y a los nuevos exploradores del mar como Maurizio La Porta y la red de pescadores como los Zavala y los González, no solo estamos involucrando a quienes vienen atesorando nuestros recursos y nuestros tesoros culinarios, sino que también Venezuela Gastronómica apunta al ineludible compromiso de apurar la búsqueda, agendar su divulgación y profundizar la exploración de ingredientes, sabores, técnicas y recetas. Ese compromiso está ahí, y agradecemos desde esta tribuna las luces encendidas para seguir avanzando en este camino.
Lo cierto es que, Venezuela Gastronómica viene con fortuna, atino e inteligencia a mostrarnos lo que somos. Denzil Romero escribió una vez “la literatura aclara el espejo que nos muestra lo que somos”. Esa es la tarea y la asignación de Venezuela Gastronómica. Limpiar y pulir el espejo en el que nos vemos diariamente. En el que se escribe lo que vamos siendo. El plato en el que nos vemos día a día. Rafael Arraiz Lucca lo dijo hace algunos años en una columna gastronómica. El espejo es el plato. Y aquí en la Isla de Margarita, Venezuela Gastronómica anunció este casamiento con la historia y nuestra cultura gastronómica.
Las campanas no han dejado de sonar desde ese sábado.
Fernando Escorcia
Foto tomada del blog de Tomás Fernández
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