El Gourmet Urbano: Yelitza Acosta (@yelicocinera): Historias, cuentos, mitos y leyendas de recetas: Hoy MELCOCHAS

miércoles, 12 de octubre de 2011

Yelitza Acosta (@yelicocinera): Historias, cuentos, mitos y leyendas de recetas: Hoy MELCOCHAS



Ya lista con mis zapatos deportivos unos pantaloncitos caprice y muy bien abrigada, esperaba a mi mamá sentada en la escalera casi que rezando para que no lloviera, ya que así no iríamos a casa de mi tía Aurora . Si así es, mi mamá al llegar del colegio me dijo “Esta tarde visitaremos a Aurora, está haciendo melcochas y me aviso para que te llevara”.
 
Fuente: recetasgratis.net

 
Me encantaba visitar a mi tía Aurora preparaba dulcería venezolana para la venta, más que todo trabajaba con coco, aunque sus polvorosas eran inigualables al igual que sus melcochas y aliados.
Nos íbamos caminando hasta su casa que quedaba frente a la plaza Miranda diagonal a la iglesia el Carmen en Los Teques. Veía su casa como una rareza ya que tenía dos puertas principales, una era del piso de arriba que estaba a nivel de la calle y la otra al piso de abajo, que era donde ella vivía y era extraña, uno comenzaba a bajar niveles de la casa, cuatro (4) eran los niveles siendo el último donde había una gran terraza y a la derecha estaba la cocina, llena de aromas a papelón, azúcar , miel , coco y mantequilla y con un sin fin de colores de sus creaciones de conservas de azúcar, coquitos entre otros.
 
“Cuidado cuando bajes” me decía mi madre, siempre pendiente, ya que en el primer nivel había en todo el medio una escalera de caracol que venía del piso de arriba, la cual me llenaba de curiosidad porque nunca me dejaron subirla.
 
Bajé con cuidado pero con mucha premura para encontrarme con aquella figura delgada y esbelta, con ese caminar elegante y altivo que tenía mi tía Aurora; le pedía la bendición y me miraba, me sonreía y con mucha coquetería me respondía “Dios la bendiga, ya creía que no venían, ya estoy armando las melcochas: ¿quieres hacer una?”, realmente no necesitaba contestar mis ojos hablaron por mí al igual que mi sonrisa. “Tía para lavarme las manos: ¿Puedo en la batea?”, “Si allí hay jabón” y enseguida mi madre me dijo “Pero no te mojes toda, ven para doblarte las mangas”.
 
Me gustaba lavarme las manos allí en la batea porque estaba al final de la terraza pegada al medio muro, a través del cual podía observar el río que pasaba a unos escasos 400 mts; me encantaba escuchar el sonido del agua en contra de las piedras lo cual me transportaba a fantasías de cuentos de hadas, hasta que rompía el encanto la voz de mi tía “Las melcochas son para hoy” me volteaba y entre carcajadas le contestaba “Voy tía, ¡voy!”.
 
“Deme tía” le decía para que me diera la porción de la mezcla de papelón a punto de bola que aún tibio había reservado para mi, “Primero úntate las manos en aceite” me decía, sí lo hice y me dio una porción y me explicó “Bien, estírala, la doblas y así vas hasta que te cambie de color y se ponga clarita y dorada, luego la tuerces y me dices para picarla”. Inicié mi labor bajo la mirada vigilante de mi tía y mi mamá, cuando no lo hacía bien me daba por reírme a carcajadas y me decían “Sigue, sigue”, realmente estaba emocionada y más aún cuando logré mi perfecta melcocha.
 
Ya se estaba terminando, cuando veo que mi tía estaba vaciando otro caldero de papelón a punto de bola en otra bandeja para dejarlo reposar. En el caldero había colocado 2 tazas de agua y un kilo de papelón y lo dejaba cocinar hasta conseguir el punto bolita, luego lo extendía en una bandeja de manera de una capa delgada para dejarlo reposar, luego, con las manos bien untadas en aceite, comenzaba a estirar y doblar, estirar y doblar el papelón hasta obtener un color dorado. Seguidamente buscaba el grosor de la melcocha, torcía y cortaba, la colocaba en una bandeja enmantequillada y enharinada para que las melcochas no se pegaran.
 
Hoy por hoy entiendo porque mi madre me decía “Tu sirves para hacer melcochas pero no para lavar”, cuando le pedí que me enseñara a lavar, realmente no podía, se me rompían las manitos y no quedaban limpias las medias, y ella se reía mucho cuando me decía esa frase. Pero no la entendía, pues es que el que hace melcocha después no puede mojarse las manos porque se trabaja en caliente y las melcocheras no lavaban.
 
Les cuento “En la fabricación industrial de caramelos se suelen usar como materias primas azúcar, glucosa y agua, que se combinan en las proporciones adecuadas para generar un jarabe (almíbar) que posteriormente se cuece a altas temperaturas. Una evaporación rápida produce la eliminación del agua presente en el jarabe cocido, quedando una pasta de caramelo que puede ser modelada en diferentes formas. El enfriamiento ulterior provoca la cristalización de la masa, formando el caramelo propiamente dicho al conferirle rigidez que lo hace apto para su empaquetado” (Wikipedia).
 
Este es el mismo principio para la preparación de la melcocha solo que en este caso usaremos solo papelón y agua.
 
Y así amigos con esta historia le hago honor a mi tía que ya no está entre nosotros y que se llevo consigo la mágica manera de preparar su dulcería, dejando en mí estos gratos recuerdos que me dieron momentos llenos de felicidad y me enseño a amar nuestra dulcería. También hago honor a la melcocha, postre venezolano humilde, noble y delicioso desde sus ingredientes hasta su preparación, y que no lo podemos olvidar.
 
“Tía puedo comer la melcocha que hice”, “Claro, disfruta de tú trabajo” y con una gran sonrisa me la dio ,me dirigí al muro a seguir oyendo el sonido del rio, he inmersa en esa dulce melodía y las notas sensoriales de la melcocha en mi paladar me hacían olvidar de cualquier otra cosa que existiera a mi alrededor.
 
Hasta la próxima historia……
 
Yelitza Acosta
Cocinera
 
Fuente Wikipedia


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