Descorchando una historia…
Hoy quiero escribirles sobre un tema tan simple y tan importante al mismo tiempo como son las etiquetas y marcas comerciales de una botella de vino. Quizá para el consumidor las etiquetas son uno más de los tantos de millones de estímulos visuales que recibimos cada día, pero para el productor del vino contenido en aquella botella ese nombre y esa imagen representa toda su historia, trabajo y sueños.
Sirvámonos una copa
Escribo estas líneas, basada en la información de mi querido vino de Chile, historia que afortunadamente podrán comprender sin problema todos los lectores de Venezuela, América Latina y El Caribe, puesto que este producto chileno los ha acompañado también en todos estos años.
Si nos vamos a la parte estricta de una etiqueta esta debería, tal como cualquier otro producto – sobretodo si es para consumo humano, aportarles la información necesaria para que conozcan el origen y los componentes del alimento que van a consumir. Se exigen generalmente datos como la graduación alcohólica, el contenido neto, si contiene algún aditivo, todo dispuesto según tamaños y visibilidad establecidos por la normativa.
Para bien o para mal, las botellas de vino tienen una forma bastante estandarizada y que se hace reconocible a simple vista; más pesada o liviana, generalmente transparente para los blancos y rosé, champagnera para los espumantes, con mayor o menor profundidad en la cavidad de la base, pero en fin, difícilmente vamos a confundir una botella de cerveza o una gaseosa con una botella de nuestro apetecido vino.
Dicho lo anterior y teniendo en cuenta la inmensa oferta que enfrenta un consumidor en cualquier tienda o supermercado, resulta evidente que la etiqueta toma un rol fundamental para lograr la diferenciación entre una y otra marca y para llamar la atención del público.
Una primera lectura que obtenemos de esta botella etiquetada es el país de procedencia, es más, muchas tiendas tienen agrupadas estas etiquetas por su origen. Este primer dato es muy relevante ya que me dirá muchas cosas; si lo que tengo en frente es de un origen conocido en mi país y no sólo en materia de vinos, ya que pueden ser muchos atributos los que sean asociados a un lugar, si tiene prestigio como productor y por lo tanto si me ofrece garantía de calidad, si es un productor del cual ya he probado algún vino o si estaría experimentando por primera vez.
Para los más entendidos no bastará solamente con el país productor ya que, el valle vitivinícola al cual pertenecieron las uvas también será un dato relevante. Ese nivel de detalle se torna cada vez mas importante para el consumidor, recuerden que en notas anteriores les conté que en Chile estábamos cambiando la clasificación de valles no sólo de norte a sur, sino que ahora estábamos incorporando mayor claridad en el origen según fuera una plantación cercana a la influencia del mar, la cordillera o la zona central.
¿Qué otra variable se destaca en las tiendas fruto de la información de la etiqueta? La variedad y categoría del vino. En general no cuesta mucho distinguir un vino blanco de uno tinto, pero de ahí a saber si se trata de un Cabernet Sauvignon, un Carignan, un Pinot Noir o un blend es otra cosa. Ahí con sólo ver la botella quedaríamos entrampados en la duda (eso es según la forma de denominación de origen del Nuevo Mundo). Sumado a lo anterior podemos informarnos si estamos frente a un vino genérico, varietal, reserva o Premium. Más aún, podemos encontrar antecedentes de certificaciones orgánicas, Kosher, sellos de premios y medallas de concursos recibidos por ese producto.
La marca de la viña y el vino sin duda son también elementos relevantes y que otorgan una diferencia entre una empresa y otra. Ahora bien, no podemos desconocer que son pocas las marcas que han alcanzado fama mundial y que gozan de su prestigio por sí mismas, pero en general, en el caso de viñas menos posicionadas en un mercado, los nombres de sus marcas sólo nos dan una tendencia de que tan clásico o innovador puede resultar un producto, pero el mayor aporte de información vendrá otorgado por el país de origen. Los que han seguido el desarrollo de la industria vitivinícola chilena podrán recordar que hasta hace algunos años, la mayoría de nuestros vinos debían sus nombres a “Santas y Santos”, muchos de los cuales se encuentran a la venta hasta el día de hoy. Otras tantas comercializan etiquetas con “nombres de sus familias” -de hecho en Chile se habla incluso de “apellidos vinosos”-, tenemos también los que se inclinan por los nombres de “casas o haciendas” y de ahí la lista podría ser enorme: animales, aves, ciudades, ríos, volcanes, palabras de pueblos originarios y un largo etcétera del que da cuenta el registro de marcas. En rigor, casi todos estos nombres, además de tratar de no repetirse con otro, tienen una razón de ser y representan el “cuento” que tiene cada vino y que es lo que lo hace único.
Finalmente he querido dejar las imágenes, sin duda un gancho visual súper diferenciador y a la que se destinan grandes esfuerzos creativos y de presupuesto. Tal como señalé antes para los nombres de las marcas, en el caso de los diseños de las etiquetas ha habido una constante evolución. No hasta hace mucho las etiquetas eran bastante similares unas con otras, el típico rectángulo al centro de la botella de tonos muy sobrios y con imágenes de elegantes casonas de campo o de algún pariente del viñatero, pero…. ¿Las han visto con calma ahora? Colores desde los más sobrios hasta los más chispeantes, diseños de figuras reales o abstractas, en papel suave o con texturas, dorados, negros, rojos, rectangulares, cuadradas, en segmentos separados y hasta con cobertura de botella completa.
Variedades hay muchas, maridajes para todos los gustos y el diseño en el vino no se queda fuera de esta gran y constante evolución.
Salud! Hasta la próxima.
@paolavasqueziv - @paola_wine
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