La fotografía de alimentos es quizás el tipo de fotografía que más nos rodea, y quizás es ya tan abundante que a veces apenas somos conscientes de su presencia. El fotógrafo Samuel Mueller, ha publicado un libro/proyecto fotográfico llamado Werbung gegen Realität, en el que compara imágenes de distintos productos alimenticios con las fotografías de su publicidad.
Es curioso como en algunos países, el argumento principal para crear leyes “antiphotoshop” está siendo que las imágenes y los ideales del cuerpo humano presentado en los medios de comunicación no son claramente diferenciados de las imágenes reales, creando falsas expectativas y normas, especialmente para la población femenina. Esto puede ser debatido, pero no debería quedar duda de que una fotografía de alimentos manipulada en los extremos que nos presenta Samuel Mueller también genera toda esa problemática. ¿Por qué entonces no se presta tanta atención a esta cuestión?
Personalmente opino que un plato delicioso y un buen fotógrafo deberían ser suficientes para conseguir una imagen bonita y de calidad. Y que algunos de los ejemplos que nos presenta Samuel Mueller pueden constituir claros casos de publicidad engañosa. ¿Consideráis que deben existir límites en esta cuestión?
Fuente: XatakaFoto
1 comentario :
Lo que sucede es que la comida no es fotogénica; a veces es necesario maquillar, otras retocar, o usar ingredientes insólitos como la espuma de afeitar en vez de crema. Unas caraotas muy ricas se ven mortecinas en una foto, por lo que generalmente se las fotografía crudas. La foto no tiene tacto, ni olfato.
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