Los vinos dulces forman una categoría que ha crecido de manera sostenida en los últimos años. Algunos países o regiones son referentes por lograr vinos de culto que simbolizan un estilo. Entre otros, podríamos nombrar al Porto de Portugal, al Sauternes de Francia, al Tokaji de Hungría, al Jerez PX de España o al Trockenbeerenauslese de Alemania.
El nuevo mundo, con gran respeto, ha incursionado en algunos métodos para lograr vinos del estilo y poder ofrecerlos a nivel nacional. Canadá resulta ser un excelente ejemplo con su icewine, o vino de hielo.
Una de las particularidades es plantear una cosecha ya entrado el invierno, y encontrar uvas a temperaturas de 8 grados bajo cero. La cepa emblemática es la Vidal, aunque también se encuentra icewine a partir de Riesling, Chardonnay y Cabernet Franc.
Durante la vinificación, que puede durar meses, se fermenta un mosto con una concentración de azúcar muy elevada, que entrega un vino que si bien debe contener como mínimo 5% de alcohol, llega hasta 13 con alto azúcar residual natural.
Las regiones productoras son Columbia Británica, Ontario (principalmente la península del Niágara) y Quebec, que también es famosa por su sidra de hielo.
Una de las dificultades que pueden tener los vinos de hielo es que se debe esperar la cosecha hasta diciembre, enero e incluso febrero, y de no recibir varias heladas a tiempo, la uva podría deteriorarse en la espera sin lograr el resultado necesario. Esto trae como consecuencia añadas sin producción. También elaboran vinos de hielo bajo: Alemania, pionero y principal productor (con el nombre de Eiswein), y Austria.
Las oportunidades de consumo se dan hacia el final de la comida, ideales para postres en base a frutas. Sin embargo, algunas recetas, copiando el viejo mundo, admiten maridajes por contraste y así encuentra gran armonía con un plato como el foie gras o con los quesos azules.
Fuente: Lanacion.com.ar
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