Los estudios sobre la relación entre el desayuno y el peso corporal son contradictorios y, en general, están mal diseñados
Indispensable para unos y prescindible para otros, el desayuno no deja a nadie indiferente. Hay quienes sostienen que se trata de la principal comida del día, mientras que otras voces promueven lo contrario, es decir, el ayuno matinal.
Imagen: Jay Bergesen
La obesidad ocupa el centro del debate. ¿El desayuno la previene o, por el contrario, la fomenta? ¿Comer algo de mañana evita que lleguemos con más "hambre" al mediodía o solo sirve para sumar más calorías a nuestra ya excesiva ingesta de energía? El siguiente artículo repasa las investigaciones científicas que se han hecho sobre el tema y explica por qué es tan difícil encontrar una respuesta solvente.
Estudios científicos a la carta
Hoy es fácil y accesible dar con informaciones contradictorias en casi cualquier ámbito de la nutrición, muchas de ellas falaces. Uno de los ejemplos más claros es el de los "refrescos" light. Podemos hallar información que indique que "adelgazan" (por su ausencia de calorías) pero también estudios que muestren que quien los consume a menudo tiende a subir de peso (porque sus consumidores suelen ser personas con sobrepeso, más propensas a ganar kilos con el tiempo). Algo similar ocurre con el desayuno: según lo que nos interese "defender" encontraremos estudios que revelen que es una comida asociada a un menor peso corporal, pero también los que sustenten que sus calorías se suman a las ingeridas durante el día y, por lo tanto, puede contribuir a ganar peso.
Esta situación genera desconcierto. Y no solo entre los consumidores, también en los profesionales. Para hacerse una idea, el consenso español de prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad, publicado en 2011,concluyó que las investigaciones que estudian la relación entre la omisión del desayuno en adultos y el riesgo de sobrepeso y obesidad son "controvertidas e inconsistentes". En paralelo, los estudios sobre desayuno y obesidad no cesan de aparecer. Desde 2011 hasta hoy se han publicado unas 350 investigaciones científicas al respecto donde es posible encontrar las informaciones contradictorias antes citadas. Por todo ello, en noviembre de 2013 Andrew Brown, Michelle Bohan y David Allison (Universidad de Alabama, en Birmingham) realizaron una monumental revisión centrada en las "distorsiones" que sufren las afirmaciones centradas en el desayuno y su efecto sobre la obesidad.
Desayunar ¿hace que comamos menos en la siguiente ingesta?
Los investigadores aportan numerosas y bien fundamentadas pruebas de que, hoy por hoy, la inmensa mayoría de la comunidad sanitaria da por hecho que incorporar el desayuno "causa" una disminución de peso. Así nos lo enseñan los medios de comunicación, pero también lo cree la población general, como acaba de mostrar una investigación publicada en Appetite por Reeves y colaboradores. Sin embargo, por una parte, las pruebas científicas son equívocas y contienen numerosos sesgos; y, por otra, existen muchas investigaciones que no prueban la asociación entre el desayuno y la disminución de peso corporal, como se detalla más adelante.
Si realizamos un estudio "observacional" -esto es, si revisamos qué características tienen las personas que desayunan o no lo hacen- encontraremos que unos individuos y otros tienen características bien distintas entre sí, algo que constató el estudio de Reeves y colegas, antes citado. Los investigadores evaluaron a una muestra representativa de todos los adultos del Reino Unido y observaron que la frecuencia del desayuno se correlaciona con el bienestar, con la práctica habitual de ejercicio físico y con una mejor salud general. Las preguntas se disparan de manera natural: ¿es el desayuno lo que causa su buena salud? ¿O es que las personas con buena salud suelen desayunar por ser más conocedoras del repetido "mantra" que indica que el desayuno es la comida más importante del día?
Los estudios también muestran que es más probable que las personas con obesidad no desayunen. Pero eso no prueba que no desayunar sea la causa de su obesidad, porque quizá es al revés: como padecen obesidad, dejan de desayunar para evitar ingerir calorías adicionales. O quizá la obesidad genere falta de apetito a primera hora de la mañana. Es más, incluso si tales personas acuden a un dietista-nutricionista que les aconseja desayunar, y observamos que pierden peso, dicho dietista-nutricionista no puede estar seguro de que sea el desayuno lo que ha generado la disminución de peso en su paciente porque, junto a ese consejo, el profesional habrá dado muchos otros (caminar más a menudo, evitar los refrescos, etc.).
Una de las presunciones más arraigadas entre los profesionales de la nutrición humana es que no "saltarse comidas" es fundamental para evitar llegar con mucha hambre a la siguiente comida. La revisión de Brown y colaboradores localizó varios estudios que han evaluado si tomar el desayuno se asocia a una disminución en la ingesta de alimentos en el resto del día porque, en teoría, saltarse el desayuno hará que comamos más alimentos a la hora de la comida. Pues bien, contra todo pronóstico, ninguno de ellos mostró una disminución en la suma de calorías consumidas por el individuo.
Los efectos del desayuno: hay pocos estudios bien diseñados
Para saber si desayunar es de utilidad en el control de peso sin temor a error, basta con realizar un estudio en el que a un grupo de voluntarios se les obligue a desayunar, mientras que a otro grupo se les obligue a no hacerlo. Tras cierto tiempo, se evaluaría el peso en ambos grupos para extraer una conclusión. Es simple pero, aunque parezca increíble, solo hay ocho estudios de características iguales o similares a las descritas. Esto resulta inexplicable para los investigadores de Birmingham, ya que un estudio así, además de ser muy viable, tiene un costo estimado muy razonable. Es decir, ni es difícil ni es caro. Por eso que no se explican cómo es que muchas recomendaciones de salud se basen en "extrapolaciones observacionales".
Pero, ¿qué dicen esos escasos ocho estudios bien diseñados? La respuesta es tan clara como frustrante: de su análisis se desprende que "ni confirman ni desmienten" los efectos del desayuno sobre el peso corporal. En este sentido, es posible que toda esta información, contraria a las ideas preconcebidas genere, como indican Brown y colaboradores, una incomodad mental por "disonancia cognitiva". Sin embargo, sí existe una información de la que hoy por hoy todos podemos fiarnos: seguir una dieta saludable, sea en la hora del día que sea, es un hábito que puede prevenir una larga lista de enfermedades crónicas tales como la diabetes, el cáncer, las dolencias cardíacas y, por supuesto, la obesidad.
Confiar nuestra salud y nuestro peso a una única comida del día -en este caso, el desayuno- equivale a poner todas las fichas en un solo número de la ruleta: las probabilidades de éxito son mínimas y no hay garantías de que la apuesta nos salga bien. Es una cuestión de azar. Repartir los esfuerzos e invertir en una alimentación saludable y un estilo de vida activo a lo largo de todo el día nos dará muchos mejores resultados. Entre otras cosas, porque no es una apuesta sino una estrategia, un plan en el que la constancia siempre se ve recompensada.
Fuente: Eroski Consumer
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