El Gourmet Urbano: Los últimos bollos tras 40 dulces años

miércoles, 23 de abril de 2014

Los últimos bollos tras 40 dulces años

El matrimonio formado por Alfonso Lucena y María Luisa Mariño se jubila a principios de mayo y cierra su confitería de El Carbayedo

 

Una edición limitada de 3.000 bollos de Pascua pondrá el punto y final a una larga vida de dedicación a la pastelería. La Confitería Almabe de El Carbayedo cerrará sus puertas el 5 de mayo por la jubilación de Alfonso Lucena y María Luisa Mariño, que llevan desde hace casi cuatro décadas al frente de este negocio. El local continuará en manos de la familia pero dará un giro y se convertirá en la Cafetería La Palmera, a partir de mediados del próximo mes. Pero ayer todavía olía a bollo recién horneado, el obrador era un ir y venir de gente y docenas y docenas de huevos esperaban su momento para ligar la dulce masa.

 

El confitero avilesino, rodeado de bollos recién salidos del horno.El confitero avilesino, rodeado de bollos recién salidos del horno.

 

Alfonso Lucena llegó a la confitería "un poco de casualidad". Tenía entonces 14 o 15 años, vivía en La Carriona, y un amigo suyo trabajaba en un establecimiento de la calle Rivero. Así fue como se enteró que la Confitería Polledo necesitaba personal. Y comenzó su entrenamiento. "Allí estuve 17 años", recuerda Lucena. Y allí fue donde conoció a su esposa y compañera de fatigas, María Luisa Mariño. Después le tocó ir a la mili, al Ferrol, y como ya estaba casado y tenía una hija le permitían trabajar por las noches en una confitería que había frente al cuartel. "Empecé limpiando los suelos y con 22 años salí de encargado". Cuando terminó el servicio militar volvió a Polledo, hasta que decidió establecerse por su cuenta en El Carbayedo. "Cuando eres joven se ven las cosas fáciles... Pero no me arrepiento", asegura.

Y eso que el trabajo no es descansado. A las cuatro de la mañana ya hay que estar preparando la bollería para los bares, que tiene que repartirse a las siete de la mañana. "Sabes cuándo entras, para salir no hay hora. Normalmente a las tres o a las cuatro". Y eso si no hay ninguna celebración especial, porque Navidad, Reyes y Pascua, esta última de forma especial, suponen trabajo sin tasa. "El confitero trabaja más cuando hay fiesta", explica.

 

Pese a lo "sacrificado" de la profesión, reconoce también que es un oficio muy bonito. "Pero a lo largo lo dulce también amarga. La satisfacción que tienes es que a la gente le encanta lo que haces". Entre los logros de los que se siente más satisfecho Lucena es el de haber firmado la única tarta de bizcocho del Niemeyer que se haya horneado hasta ahora, un dulce colosal que estuvo presente en el Sweet Llambión, que pesaba 250 kilos y que dio para más de medio millar de raciones. Con una formación de base clásica, a este confitero siempre le gustó experimentar y dar su toque especial. "La receta del mantecado de Pascua se perderá conmigo", asegura.

 

¿Y a partir del 5 de mayo, qué? "A cuidarme, pasear, bajar la barriga y ponerme joven", afirma Lucena mientras echa un ojo a los bollos que se están cociendo en el horno. Por delante todavía le queda la última dulce cosecha de Pascua.

 

Fuente: lne.es

 

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