Son muchas las fuentes que podemos descubrir para despertar nuestros sentidos y darle nuevas significaciones y motivos de inspiración a nuestras vidas. Una de ellas es la comida, así como también lo puede ser el aroma de una rosa, la dulce melodía que sale de una flauta, el caminar cadencioso de una mujer o la vista de una puesta de sol.
Si uno entrena la mente y los sentidos para valorar por ejemplo la estética, es casi imposible dejar de ver el mundo con el mismo valor y llevarlo a la preparación o al disfrute de un plato culinario. Si liberamos nuestros espíritus para saborear el placer en elevados estados sensuales podemos perdernos en momentos etéreos y podemos permitimos instantes de belleza pura que pueden expresarse tanto estemos paseando en el campo, en una cama haciendo el amor o en una cocina cocinando.
La belleza que encontramos en nuestro exterior es un reflejo de nuestro estado interno, de tal manera que podríamos sentir la misma gloria al comer un simple trozo de pan untado con tomate y sal que al comer en un restaurante tres estrellas.
La relación entre sexo y comida es muy estrecha y podemos usar ciertos paralelismos en esta relación. Está por un lado la forma de buscar el placer rápido e inmediato, por ejemplo con estímulos visuales para hacer lucir una comida o un ingrediente como muy erótico (imágenes de vegetales sugestivos, labios mordiendo chocolate, un vino escurriendo por le espalda de una mujer). Es muy común que muchas personas se sientan erotizadas al ver a un chef cortando rápidamente una cebolla o dirigiendo un programa de televisión. Muchos chef juegan con su sex-appeal, es parte de su personalidad.
Por otro lado está entonces, el placer más lento, el verdadero gozo. Por ejemplo el de cocinar poniendo todos los sentidos, buscando producir sensaciones placenteras en numerosas formas. Planificando cada etapa, escogiendo bien el menú, seleccionando cada ingrediente, así como en un acto amoroso con el de deseo de saciar y de alimentar. Es como hacer el amor a quien le cocinas, dándoles lo mejor que puedes ofrecer y haciéndoles sentir en casa. O es como hacer el amor cuando comes algo preparado por alguien más quien a su vez le puso todas las intenciones de amor y sensibilidad a lo que está servido.
Así sea en un menú simple podemos transmitir todo esto, pasando a una etapa de “cuidar” de los otros y de enriquecimiento del alma. La sensualidad la podemos llevar también cuando queremos seducir a alguien en particular comenzando por el paladar, escogiendo los sabores adecuados, balanceando las texturas, excitando la mente. La podemos llevar también a nuestro auto placer, tratándonos bien al comer, saboreando los placeres sensuales inherentes a la comida, escogiendo ingredientes simples o complejos pero que hagan algo maravilloso para nuestros propios sentidos. Me pasa por poner un caso, que cada vez que infusiono una sopa Venezolana de caraotas negras con unas hojas de cilantro criollo, el olor que de allí se desprende, me lleva la gloria.
Elevar el acto de alimentarse a una forma de arte sensual puede convertir nuestra existencia en un caminar radiante. Así que los invito por un lado a transitar este camino “sensualista”, investigando qué cosas te hacen despertar, qué ingredientes te hacen sentir pleno, qué actos culinarios te dan felicidad y mueven tu alma, explorando y estableciendo conexiones más profundas con los alimentos que comes y por otro lado, cocinar para los demás con amor, dedicarles tiempo, conocer sus gustos, sus historias. Atrévete a vivir la aventura de “hacer el amor” a través de tus preparaciones, a elevar los niveles de sensualidad en la comida para que ésta sea una experiencia de éxtasis no solo físico sino también espiritual y…. esto seguramente contribuirá al punto de vista holístico sobre lo que comemos y cocinamos y sobre todo de cómo vivimos.
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