Y es que según la nutrióloga Edith Ancona, el vino tinto es un poderoso antioxidante contenido en las uvas y el caldo, que favorece a la disminución del estrés oxidante, mejora la salud, ayuda a prevenir el cáncer y retarda el proceso de envejecimiento.
Los componentes del vino protegen los vasos sanguíneos y el colágeno de las paredes vasculares, además evita la formación de coágulos que taponean las arterias, lo que puede provocar un infarto o embolia.
“Por estos motivos, una copa de vino tinto en la comida contribuye a la disminución de la incidencia y mortalidad por causa de enfermedades cardiovasculares”, asegura.
Pero como todo lo bueno, el vino también tiene algunas desventajas, y una de ellas es que se asocia con la migraña.
“La ingesta excesiva de alcohol se ha asociado también a ciertos tipos de cáncer, aunque no hay evidencia científica de que el vino pueda asociarse a esta enfermedad, pero debe evitar su consumo en embarazo, gastritis y úlceras, enfermedades del hígado en los niños y adolescentes, por hallarse en fase de crecimiento”.
Tampoco hay que olvidarse de los efectos negativos que el alcohol tiene sobre el organismo.
“El consumo elevado de alcohol provoca desequilibrios nutricionales en la persona, debido en parte a trastornos digestivos y a las lesiones en las mucosas gástricas e intestinales que se producen, estas situaciones dificultan la absorción de ciertos nutrientes, principalmente aminoácidos y determinadas vitaminas del complejo B, principalmente, y minerales”.
Las personas habituadas a beber vino, deben saber que no es saludable tomar más de 250 mililitros al día.
“Para quienes no lo toman, los mismos beneficios de los vinos de mesa se consiguen llevando una alimentación variada que incluya verduras y frutas frescas, entre ellas las uvas y la práctica regular de ejercicio, sin olvidar que el abuso en el consumo de vino o cualquier bebida alcohólica trae directamente riesgos para la salud”.
Fuente: El Heraldo
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