Escocia es uno de los principales demandantes de barricas que han sido curadas con caldos de la D.O. Montilla Moriles
Imagen del proceso de fabrciación de una bota en la etapa de doblaje, en la que se utiliza el fuego - ARCHIVO
La pieza más demandada es la bota -un tonel que tiene capacidad para 600 litros- y también la media bota -a la que le caben 250 litros- fundamentalmente de roble español o americano, que es menos duro que el primero, según cuentan desde la empresa, que fue fundada en los 80 y acumula tradición en el sector. «Se envían entre 12.000 y 14.000 piezas al año, con las que facturamos dos millones de euros», contó a ABC Juan Manuel Rodríguez, hijo del fundador de la tonelería.
La exportación es su negocio, «sólo el uno por ciento de las barricas que producimos se venden aquí», añadió. Y dentro de la treintena de países a los que surte, Escocia y Japón están a la cabeza de los pedidos y en los primeros puestos también en cuanto a calidad de producción de whisky. De hecho, su forma de fabricar esta bebida es la misma «Un japonés fue a Escocia para aprender cómo hacerlo y se llevó la receta a su país», comentó Rodríguez.
Como fuere, es importante conocer que la barrica en la que se añeja el wiski determina en un 60 por ciento su sabor. Las de esta tonelería llevan caldos de la D.O. Montilla-Moriles en sus poros. ¿Cuánto hay de esto en las mejores botellas del «agua de la vida»? «De la bota se transmiten los sabores, el color y el aroma. Depende de la zona vinícola, se aportan unos matices diferentes y cada cliente busca un sabor específico», dijo Rodríguez. Así se transfieren tonos desde el ámbar, oro viejo u ocre y sabores frutales, cítricos y toques de madera.
Dos años de avinado
La producción de cada pieza en la tonelería lleva entre ocho y diez horas y es un proceso artesanal que va desde el corte «parejo» de las piezas de madera hasta su «doblado», que es el paso en el que la madera toma la forma curva del tonel. Todos los pasos de la elaboración también determinan un tipo de bota. Así, el «tostado», que se hace con fuego en el interior de la estructura, aporta mayor o menor carbonización a su interior. En todo momento hay manos dando forma y martillazos para conseguir recipientes prácticamente herméticos.
Una vez finalizados, se llenan de los distintos vinos montillanos, generosos y también Pedro Ximenez, que destilará un aroma y sabor más dulce que cualquiera. «Entre 16 meses y dos años pasan avinándose las botas, generalmente bajo demanda de las empresas extranjeras que detallan tamaño, madera, vino para su curación y tiempo de reposo», explicaron trabajadores de la tonelería. Cumplido el tiempo se preparan en centenares para su envío, y siempre viajan con unos litros de caldos de Montilla-Moriles para que no pierdan la esencia.
ROCÍO LINARES
Fuente: ABC - Sevilla
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