¿Qué hacer con un vino destapado que se bebe un poco y no se termina? Hay muchas maneras de conservarlo sin que se eche a perder en el corto plazo.
Los que viven solos, los que beben en solitario y aquellos que por falta de comprensión y acompañamiento (y sobra de moderación, claro) abren una botella para beber sólo una copa o dos, enfrentan el complejo dilema de la botella abierta: ¿qué hacer con el vino sobrante para que no se eche a perder?
En eso, todo el mundo coincide: da mucha pena abrir una botella para que luego el vino se malogre. Y así, están los que como un tío tacaño prefieren no descorchar hasta estar completamente seguros de que se terminarán la botella –y harán rendir cada peso que invirtieron–, y esos otros que, como la cigarra del cuento, melancólicos dejarán que el vino se pierda en la finitud de toda vida pero se darán el gusto de beber lo que puedan mientras dure. Entre esos extremos, claro, hay un abanico de variables. Lo que tanto tacaños como cigarras deberían saber, sin embargo, es que hay maneras de conservar un vino abierto sin que se eche a perder en el corto plazo. Para eso hay que tener claras un par de cosas.
El corcho es el secreto
Si las botellas de vino no vinieran tapadas, el vino se convertiría en vinagre muy rápido. En eso, el tapón garantiza que las bacterias estén del lado de afuera y que el oxígeno que alienta la perdición también. Cuando una botella se descorcha, lo que se inicia es una suerte de proceso de resucitación de esos enemigos del vino. Por eso, en plan de conservar una botella abierta hay que contemplar cómo operan estos villanos para saber qué hacer.
La bomba extractora
Hasta ahora es uno de los más brillantes inventos entre los gadgets de vinos. Se trata, ni más ni menos, que de un tapón con una válvula. Usando una bomba extractora de aire, provoca un vacío dentro de la botella de forma que se disminuye la cantidad de oxígeno y, por lo tanto, la capacidad de oxidar el sabor del vino. ¿Alcanza? Bastante. Pero no es suficiente. Menos si vamos a abrir la misma botella cada noche hasta terminarla, ya que en cada vuelta entrará otra vez el villano.
El frío, la clave
Como todo biólogo sabe, y también las amas de casa, cualquier cosa que vaya a la heladera se conserva mejor. La razón es sencilla y hay que buscarla en que los procesos químicos y biológicos se ralentizan cuando baja la temperatura y viceversa. De modo que en plan conservemos el vino una vez abierto, sea blanco, tinto o rosado, lo ideal es mandarlo a la puerta de la heladera. Así cualquier bacteria tardará mucho en trabajar su desviación. ¿Tapado? Por supuesto, si no además tendremos contaminación del sabor con, por ejemplo, alguna cebolla que haya quedado olvidada fuera del tupper. Dato: a veces es mejor usar film de cocina que el propio tapón para cerrar las botellas ya que provee de un cierre más hermético.
¿Cómo salvar una botella de burbujas?
En rigor, el gas carbónico –más pesado que el aire– cumple bien la función de desplazar al enemigo gaseoso número uno de la botella, de forma que el oxígeno no es un verdadero problema. Pero, al mismo tiempo, conservar el gas es todo el asunto, ya que sin él un espumoso es… un vino blanco. ¿Cómo hacer? La cuchara, contrario a lo que reza el saber popular, colabora poco. ¿El frío? Otra vez ayuda bastante, porque los gases se disuelven mejor en frío, de forma que también se escapan menos. Ideal, por ejemplo, 0 ºC o -3 ºC, pero ahí es difícil llegar con una heladera. Entonces, si no se puede ir tan abajo, la solución hay que comprarla: vienen unos tapones con una mordaza que se agarra al cuello de botella y ejercen presión sobre el pico, de forma que ralentizan la pérdida de gas. ¿Son los únicos que sirven? Lamentablemente hasta ahora no hemos visto nada mejor.
¿Cuánto dura una botella?
Bueno, depende de la sed. Pero si la sed es poca, guardada en la heladera y debidamente tapada, una botella de vino abierta puede tirar unos 7 a 10 días. Los tintos, de hecho, resisten más que los blancos. ¿Cambiará en ese tiempo? Algo. Pero nunca tanto como para echarse a perder del todo.
POR JOAQUIN HIDALGO / Especial
Fuente: LMNeuquen
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