El cuento ese de que las mujeres son de blanco y los hombres de tinto, aparte de discriminatorio, es totalmente absurdo e incierto. Pero no hablamos ni de sexo, ni de género. Hablamos de zonas que tienen uno u otro cartel colgado
Existe una cierta tendencia que provoca que, en zonas donde se elaboran tintos, se hagan blancos, y en zonas de blancos, pues tintos (rosados para otro día). Esa especie de rebeldía que prácticamente viene instaurada en el ADN de muchos hacedores de vino. Es cierto que no siempre sale bien. Pero en muchas ocasiones, salen verdaderas joyas que, no pueden entrar en Denominación de Origen porque el Consejo Regulador no lo califica, y otras donde el tema de la Denominación en la etiqueta da un poco igual (pero solo si ya estás muy bien posicionado).
Hagamos un ejercicio de memoria cuando en La Rioja algunos empezaron a comercializar algún vino blanco, aunque, se hacían desde hace mucho, mucho tiempo. Los más puristas y ortodoxos se ponían las manos en la cabeza, cuando lo cierto es que es una región que nos ha regalado vinos blancos excepcionales para disgusto de algunos y gran alegría de muchos otros.
En Galicia, al contrario, el blanco se comía toda producción y la uva tinta era muy poco reconocida o de menor calidad (decían). Para nada. Tintos maravillosos nos acompañan desde esas bellas tierras y, también nos dan muchas alegrías. Incluso en ciertas zonas donde los vinos blancos eran únicos, ahora podemos contar con tintos excepcionales.
La Denominación de Origen Terra Alta también tuvo su momento vino tinto (y a granel) y me han llegado a decir al ofrecer una garnacha blanca: "no diga Usted sandeces que la garnacha es tinta". Aplauso, ovación y salida a hombros del señor en cuestión.
Ahora, otra de las Denominaciones de Origen más reticentes en autorizar el vino blanco anuncia que ya vamos a poder disfrutar del vino blanco en la Ribera del Duero. Una nueva era tal y como explica el Consejo Regulador que autoriza la Albillo mayor, una variedad que se remonta a la edad media. Este hecho ha sido aplaudido por muchos y criticado por otros acusando de pérdida de identidad en tal acción.
Qué lástima que, algunas personas, amparándose en la tipicidad y la identidad, se nieguen a crecer y a dejar crecer la cultura vitivinícola de la cual todos nos nutrimos de una manera u otra. El perfil es de un señor de 176 años que le gusta el vino con mucha madera y poca fruta y que hace 60 años que bebe la misma marca, porque esa, no falla.
Javier Campo
Sumiller y escritor de vinos
Fuente: Vinetur
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