Aunque el café y el té sean dos bebidas muy populares en nuestra sociedad, su consumo por parte de los niños no serían tan recomendable como podríamos imaginar.
El café es una de las bebidas más consumidas del mundo. Estimulante y saludable, siempre y cuando no exista ningún tipo de contraindicación relacionada que impida su consumo (y, sobre todo, no se sea sensible a la cafeína presente en esta tradicional bebida), se estima que en nuestro país tomamos 4,5 kilogramos de café per cápita. O, lo que es lo mismo, cerca de 3,6 tazas diarias.
Consumido por parte de la población adulta, no habría prácticamente ningún problema. Sin embargo, según un estudio llevado a cabo en el año 2015 por el Boston Medical Center, el 15 por ciento de los niños pequeños consumen el
equivalente a media taza de café diaria, una cantidad nada insignificante para un niño de esa edad, y tamaño. De hecho, ese mismo estudio encontró que el 2.5 por ciento de los niños de un año tomaban café, y ese número llegó a aumentar de forma alarmante a la edad de los dos años.
Lo que lleva a hacernos la siguiente pregunta, ¿es verdaderamente el café una bebida segura para los niños?
Lo mismo ocurre con otras bebidas similares, como por ejemplo es el caso del té. Aunque, en esta ocasión, todo depende también del tipo de té que se prepare (no es lo mismo un té en sí que un té de hierbas), y de las plantas que finalmente se utilicen en su elaboración cuando se trata de un té de hierbas.
¿Por qué los niños pequeños toman café y té?
De acuerdo a la opinión de muchos pediatras y nutricionistas, la realidad es que existen varios factores que entran en juego en este sentido. Indagando en una mayor información proporcionada en el estudio que te mencionábamos anteriormente, parece que las familias españolas suelen tener más probabilidades de darles una bebida de café a los niños todos los días.
Y los investigadores descubrieron que, en realidad, simplemente estas familias no veían ninguna razón para excluir a los niños pequeños de la tradición de consumir café diariamente. En este sentido, parece que la accesibilidad puede desempeñar un papel fundamental.
Los niños pequeños suelen tener más probabilidades de ver a sus padres tomar café en casa, por lo que desean ser “como mamá” o “como papá”, y tomar su taza de café por la mañana. Evidentemente, los niños más pequeños aprenden sobre el mundo que les rodea a partir de lo que ven en casa cada día, de manera que tiene bastante sentido que puedan sentir curiosidad por el café cuando éste es, en realidad, un hábito diario en la vida de sus padres.
Lo mismo ocurre con el té, en especial si sus padres también tienden a consumirlo cada día, ya que se trata de otra bebida que contiene sustancias estimulantes. Pero con un riesgo mayor: dependiendo de las hierbas y plantas utilizadas, sus efectos -no tan positivos- pueden ser igualmente contraproducentes.
Los principales efectos del café en niños
Dosis extremadamente altas de cafeína pueden ocasionar convulsiones y, en casos más graves, paro cardíaco, lo que finalmente puede conducir a la muerte. Obviamente, los niños, y en particular los niños más pequeños, tienen un mayor riesgo de experimentar los resultados más negativos para la salud de la cafeína, dado que poseen una menor masa corporal y sus cuerpos aún no son tan “expertos” a la hora de procesar la cafeína.
Pero estos no son los únicos efectos que el café podría tener en los niños. A continuación te nombramos otros efectos posibles:
- Insomnio. Los niños de entre 5 a 13 años necesitan al menos 11 horas de sueño por día. Sin embargo, tanto el café como la cafeína en sí misma pueden contribuir a la falta de sueño, dado que el café es un estimulante cuyo efecto podría durar hasta 8 horas en el cuerpo, contribuyendo por tanto a la pérdida de sueño.
- Hiperactividad. El café, en especial consumido con regularidad, puede originar una serie de problemas de comportamiento en los niños, que incluyen hiperactividad, incapacidad para concentrarse e inquietud. Esto es debido a la presencia de cafeína, un estimulante que aumenta el estado de alerta y también la energía.
- Disminución del apetito. El café, al ser un estimulante, puede conducir a una disminución del apetito. Los niños, en crecimiento, necesitan seguir una dieta equilibrada rica en granos integrales, proteínas, hidratos de carbono de calidad y grasas. Sin embargo, cuando los niños toman café, ese efecto estimulante puede hacer que coman menos.
- Pérdida de hueso. El café es una bebida diurética, por lo que aumenta la producción de orina. Este aumento de la micción puede provocar la pérdida de calcio en el organismo, lo que a su vez puede terminar conduciendo a la pérdida ósea. El calcio es esencial para el crecimiento de los huesos, y para los niños es fundamental. ¿Sabías que por cada 100 mg de cafeína consumida, se pierden 6 mg de calcio?. De hecho, demasiada cafeína puede interferir con la correcta absorción del calcio, lo que además afecta negativamente al crecimiento adecuado.
- Puede ser adictivo. El café contiene cafeína, el cual es un estimulante del sistema nervioso. Cuando se consume con regularidad, se vuelve en una bebida adictiva, y los síntomas de abstinencia acaban por ser reales.
En el año 2014 la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) abordó con la publicación de un informe especial el peligroso y alarmante aumento del consumo de cafeína por parte de los niños. En el caso particular de Estados Unidos, los investigadores descubrieron que el 73 por ciento de los niños tomaban alguna forma de cafeína diariamente, en especial bebidas gaseosas o refrescos, mientras que el café ocupaba el segundo lugar.
La AAP no ha establecido de forma específica pautas para el consumo de cafeína por parte de los niños, aunque recomiendan que los niños, independientemente de la edad que tengan, no consuman cafeína. Mientras que países como Canadá sí tienen un límite máximo de 45 mg por día (el equivalente a la cantidad de cafeína que podríamos encontrar en una lata de refresco de cola).
Por otro lado, cuando un niño consume café lo más habitual es que se le añada azúcar con el fin de contrarrestar su sabor amargo. Ahora, además, la bebida se convierte en un líquido lleno de calorías vacías, en forma de azúcar añadida, aumentando el riesgo de sobrepeso y obesidad (y otros problemas relacionados).
¿Y qué ocurre con el té?
A diferencia del café, en esta ocasión todo dependería de la variedad de té que se vaya a tomar. Muchos tés, en particular las variedades de té verde y té negro, contienen cafeína. Y si tenemos en cuenta, como te hemos comentado, que la cafeína es un estimulante no recomendado en absolutamente ninguna cantidad para niños menores de 12 años de edad, no se aconsejan aquellos tés elaborados a partir de las hojas de té tradicionales (té rojo, té negro, té blanco y té verde).
Los tés de hierbas, elaborados a partir de hojas, semillas y raíces de plantas, no suelen contener cafeína, por lo que dependería directamente de la variedad que se escoja para su preparación. Por ejemplo, algunas hierbas, como sería el caso de la manzanilla, han sido consideradas como seguras para bebés y niños pequeños. Pero no ocurriría lo mismo con el trébol rojo o con el anís estrellado.
No obstante, algunos investigadores sí han señalado determinados tés de hierbas que, por lo general, son seguros para los niños, siempre y cuando el pequeño no tenga ningún problema de salud (como enfermedad del hígado o de los riñones): manzanilla, jengibre, hinojo y menta.
En cualquier caso, antes de ofrecerle algún té de hierbas al niño, lo fundamental es consultar antes al pediatra.
Christian Pérez
Fuente: Revista Mía
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