Solo se denomina champán bajo dos condiciones: si las uvas con las que ha sido elaborado son de la región de Champagne y si se ha realizado siguiendo la doble fermentación (el llamado método champenoise). Cortesía
El inventor del champán
La tradición atribuye el descubrimiento del champán a Dom Pierre Pérignon, un monje benedictino francés del siglo XVIII que vivió en la región de Champagne. La leyenda cuenta que dio con la fórmula del champán (el método de la doble fermentación) por casualidad. Al beber por primera vez ese vino espumoso sintió en la boca la explosión de todas esas burbujas y expresó: “¡Estoy bebiendo las estrellas!”.
Bebida de reyes
Cuando Hugo Capeto fue coronado rey de Francia en el año 987, en una ceremonia solemne en la catedral de Reims (en el corazón de Champagne), comenzó la tradición que luego seguirían los sucesivos monarcas: brindar con vinos de la zona.
Una treintena de reyes de Francia fueron coronados luego allí, siempre festejando de la misma manera. Los vinos del lugar poco a poco fueron adquiriendo gran fama, hasta tal punto que en 1643, cuando Luis XIV el Rey Sol se convirtió en monarca, pidió que llevaran a su palacio de Versalles litros de ese “vino de color pajizo del Padre Pérignon”.
Y también de amantes
Luis XV fue un gran degustador del vino espumoso proveniente de Champagne, que bebía sobre todo en compañía de sus amantes. La más famosa de ellas fue Madame de Pompadour. La leyenda cuenta que las primeras copas creadas específicamente para beber champán se inspiraron en sus pechos.
Millones de burbujas
Las burbujas del champán son fruto de un hongo microscópico, la levadura, que necesita el azúcar para vivir, y cuando lo consume libera un gas: el dióxido de carbono.
La levadura transforma el azúcar en alcohol a través de un proceso llamado fermentación.
El champán se elabora mediante doble fermentación. En la primera, apenas se forman burbujas, porque las uvas con las que se elabora ese vino no son muy dulces. En la segunda fermentación, los productores de champán añaden al vino un poquito de azúcar y más levadura y cierran herméticamente las botellas con gruesos tapones de un corcho especial. La levadura fermenta el azúcar y produce grandes cantidades de dióxido de carbono. Obtiene así más graduación alcohólica y se llena de moléculas burbujeantes. Hay más de siete millones de burbujas en cada botella, un millón en cada copa.
Enorme presión
Dentro de cada botella de champán hay una presión altísima, el equivalente a seis atmósferas. Eso equivale a tres veces la presión de los neumáticos de un automóvil.
Solo se llama champán si es francés
Solo se denomina champán bajo dos condiciones: si las uvas con las que ha sido elaborado son de la región de Champagne y si se ha realizado siguiendo la doble fermentación (el llamado método champenoise).
Además, como mínimo debe permanecer quince meses en crianza, como se denomina al proceso de envejecimiento y maduración de los vinos para conseguir de ellos los mejores matices y aromas.
La especial, la región de Champagne
La región donde nace el champán se encuentra casi en el extremo norte de Francia. Es una de las zonas de viñedos de mayor latitud de Europa. Allí crecen tres variedades de vino: pinot noir, pinot meunier y chardonnay
Una de sus peculiaridades es que su suelo es calcáreo, lo que permite que retenga el agua y el calor, favorece el drenaje y aporta a las uvas una mineralidad muy particular. En Champagne se cuentan en total 34 000 hectáreas de viñedos. En 2016, esa región fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Oro líquido
El champán suele tener un suave color dorado y, sobre todo, vale su precio en oro. Es raro encontrar una botella por menos de 30 euros (unos 34 dólares), y hay algunas que se venden por varios miles.
Una hectárea de viñedos en la región de Champagne cuesta más de un millón de dólares. La Avenue de Champagne, en la localidad de Epernay, es una de las calles más caras del mundo. En ella tienen su sede grandes casas de champán, como Pol Roger, Mercier o Moët & Chandon.
¿Cómo beber el champán?
Frío pero no helado. La temperatura ideal es 8 ºC. Si se hace por debajo, se pierden algunos de sus aromas.
El mejor modo de enfriar el champán es en una champañera repleta de hielo, en la que se la debe dejar unos 20 o 30 minutos. Si se refrigera en la nevera, debe hacerse durante cuatro horas en la parte menos fría, para evitar que pierda algunas de sus cualidades.
Está absolutamente prohibido enfriarlo en el congelador, sería un sacrilegio. Y también se desaconseja vivamente servirlo en copas heladas previamente, porque eso afectaría a las burbujas.
Las copas de flauta que durante años se han utilizado para beber el champán ahora están en desuso; los especialistas aconsejan emplear copas en forma de tulipa, ya que estas les dan a las burbujas el espacio que necesitan y al mismo tiempo concentran los aromas.
Para servir el champán, coja la botella por la parte de abajo (jamás por el cuello) y vierta su contenido en la copa con un flujo lento y constante, para que las burbujas se acumulen alrededor de los lados de esta. No llene nunca la copa más de dos tercios.
Y una advertencia final: una vez abierta una botella de champán, no hay absolutamente ningún método que permita conservar ese vino con todas sus propiedades intactas. Así que mejor terminarla.
Fuente: El Universo
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