Carajillos CLV |
Antiguamente vinculado a la cultura masculina, hoy esta bebida se aloja en las mesas de jóvenes y no tan jóvenes, y no entiende de sexos
“Unos días antes, mi jefe Tino me dijo que este año era mi turno, que me tocaba a mi participar en el tercer concurso del 'cremaet' de Valencia. No me había planteado nunca asistir, pero acepté el reto. Y fue tan divertido que repetiría”. Es lógico que Ana Rodríguez Blasco se lo pasara en grande porque, entre otras cosas, se proclamó campeona del III Concurso Internacional de Kenmaets en el que todos los baristas de la región se empeñan en participar. "¿Por qué gané el concurso? Porque les caí bien a los organizadores”, dice en tono de broma. “En serio, lo gané porque mi 'cremaet' estaba buenísimo”, asegura. “Me gusta prepararlo con ron negro, azúcar, granos de café, canela en rama y, a título personal, prefiero echarle piel de naranja que de limón. Y luego prenderle fuego”. Porque como cada maestrillo tiene su librillo, algunos lo queman y otros sólo lo calientan.
Esta trabajadora de hostelería, que empezó a servir detrás de las barras a los 19 años y ya acumula una década de aprendizaje del oficio, puede decir con mucha honra que prepara el mejor "cremaet" de Valencia. "Cremaet", "cremat", "rebentat", "cigaló" o carajillo. Porque hay casi tantas teorías alrededor del origen, como nombres para pedirlo en el bar sin que te miren como al forastero recién llegado. Ana Rodríguez en ningún momento tuvo la sensación de imponerse en una competición de hombres. “Durante el concurso no me sentí un perro verde. Había más mujeres concursando”. En los cinco años de vida laboral en Bar Marvi reconoce que el retrato robot del cliente que pedía su carajillo solía ser “el de trabajadores de la zona que vienen a almorzar y terminan con un 'cremaet'. Albañiles, trabajadores de oficinas, etc”. Todo con relación al género masculino, aludiendo a la masculinidad ligada a esta bebida. Aunque es algo que está cambiando. “Es cierto que antes el 'cremaet' estaba más asociado a lo masculino. Las costumbres de antes eran diferentes y en los bares solo se juntaban hombres. Muy pocas mujeres acompañaban en la mesa. Considero que afortunadamente eso ha quedado atrás. Ahora hombres y mujeres se juntan y degustan un buen 'cremaet' o lo que haga falta”.
Ana Rodríguez, la ganadora del último Concurso de Cremaets en Valencia Ana Rodríguez |
En un país donde la trilogía del “café, copa y puro” ha sido y es religión, quizás faltaba añadir que era, predominantemente, una religión masculina. El vasito de licor y café corto se juntaron más allá del matrimonio de convivencia, para dar paso a un enigma etimológico sin una resolución fidedigna. “Tanto en castellano como en catalán, la palabra utilizada para hablar de esta combinación es un diminutivo de una palabra popular usada para referirse al pene: 'cigaló' en catalán, y 'carajo' en castellano. El origen provendría de la costumbre de servir esta bebida en vasitos altos y delgados de forma fálica. No deja de ser curioso, en cualquier caso, que para pedir algo tan claramente asociado con la cultura masculina tengas que referirte a un pene pequeño”, escribe Roger Costa en Sàpiens. Para Ana Rodríguez, esta teoría se aguantaría por los pelos. “A mi particularmente me parece una tontería. Hay costumbres que poco a poco han ido cambiando. Hoy en día es lo más normal del mundo cuando una mujer me pide un carajillo o una copa”.
Para dar un poco más de contexto, la periodista Mar Calpena, autora del blog Una o dos copas, donde repasa la historia de diferentes bebidas alcohólicas, aporta una visión más amplia del asunto. “No me lo había planteado antes, pero es algo atribuible más ampliamente a todo lo que tiene que ver con bares y tabernas, que tradicionalmente se ha considerado que era un espacio masculino de socialización, y como tal, lo que allí se servía, por extensión. Y más si contenía alcohol de alta graduación”.
Ya en su momento, cuando explicaba los orígenes del carajillo en Barcelona, esta periodista detalló que “si alguna vez has desayunado fuera de casa en un bar normal -definiendo “normal” todo lo que no sean bakeries cuquis- vas a ver seguro, seguro, seguro a dos o tres currelas y algún jubilado voluntarioso tomando su carajillo de rigor”. Sin tener una opinión taxativa al respecto, Calpena asegura que, hoy en día, en su mente no se dibuja esa vinculación eterna entre masculinidad y alcohol en la que la feminidad queda excluida. “Pero no me imagino, por ponerte un ejemplo, un ama de casa de los sesenta o setenta pidiendo uno cuando iba al mercado. En este sentido no creo que sea diferente a hacerse un sol y sombra. Además, contra esta tesis, el carajillo ahora está totalmente integrado como bebida de postre”.
Me gusta prepararlo con ron negro, azúcar, granos de café, canela en rama y prefiero echarle piel de naranja que de limón. Y luego prenderle fuegoAna RodríguezGanadora del último Concurso de Cremaets en Valencia
De postre en Catalunya o de "esmorzaret" en la Comunidad Valenciana, ese desayuno descomunal que se fraguó entre familias trabajadoras del campo al requerir de mucha energía calórica a media mañana para no bajar el ritmo con la faena. Así lo certifica Paco Alonso, periodista e investigador incansable de los secretos del "esmorzaret" bañado con este café con picardía, que relaciona su apogeo con la segunda vida del carajillo entre las nuevas generaciones. “El 'cremaet' es una golosina. Una década atrás es cierto que lo desayunaban muchos más hombres que mujeres, pero ahora se ha convertido en un evento social, como el 'tardeo', del que gozan ambos sexos”.
Alonso certifica que en las rutas por el centro no es nada extraño ver a un grupo de amigas desayunando juntas con vasos tricolores de 'cremaet' en la mesa. “Es un momento para socializar que sabemos cuándo empieza, pero nunca cuándo se acaba, sobre todo los fines de semana. El carajillo se ha convertido en el colofón perfecto del desayuno popular valenciano. Ron quemado con azúcar o miel, en armonía con un buen café. Es una bebida de media a baja graduación que anima e invita a la tertulia”. Eso sí, si tuviera que definir el súmmum del carajillo que sigue definiendo al macho ibérico sería “el café con coñac Terry”. Un clásico entre los clásicos.
El carajillo se sirve en vaso de cristal Getty images |
En su análisis de la historia del "cremaet" publicado en La Vanguardia, Alonso ya hacía referencia al género casi sin proponérselo: “Los entendidos hablan siempre de ron, y me parece estupendo, porque nos vincula directamente con piratas y filibusteros, circunstancia que explica muchas cosas. Y como diría Josep Piera en referencia al origen del plato más internacional de nuestra gastronomía, “la paella es valenciana o no es”. Con el 'cremaet', lo mismo, o es de ron o no es 'cremaet'”. Y entre tantas idas y venidas de hombres con parches en el ojo y patas de palo, algo bonito sucedió más allá de la apropiación o no del carajillo por distinción de género. “Cuando indianos, marineros y emigrantes retornados de Cuba cantaban con nostalgia recuerdos de aquella tierra, por lo general en tabernas. ¡Ahí tenemos el primer vínculo con la hostelería!”.
En tiempos donde cualquier ayuda a la hostelería es bienvenida, Ana Rodriguez podía imaginarse que el galardón al mejor "cremaet" provocaría un efecto llamada, y que podía repercutir positivamente en las ventas. Lo que resultó una grata sorpresa fue el efecto aglutinador del "cremaet" entre generaciones opuestas, que normalmente no se juntan en un mismo bar, y aún menos con la misma consumición en la mesa. “Antes de la pandemia, muchos jóvenes, chicos y chicas, ponían el cierre de una noche de fiesta con el 'esmorzaret' al lado de los que empezaban su día muy temprano. Y muchos se atrevían con un rico 'cremaet'”. Una costumbre que es seguro que se retomará en breve con el fin de las restricciones.
Marc Casanovas
Fuente: La Vanguardia
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