Porque la temperatura a la que servimos el vino es fundamental para potenciar siempre el disfrute
Cada vez que vamos a elegir una botella de vino es necesario prestar especial atención a la denominada temperatura de servicio, es decir, la temperatura a la que serviremos (o nos servirán) el vino.
¿Por qué es tan importante cuidar tanto la temperatura del vino? Básicamente porque las variaciones de temperatura harán que se modifique la percepción del vino y una correcta temperatura de servicio será la aliada para que apreciemos todos los matices y aromas de cada vino que llevemos a nuestras copas.
Por todo ello, a continuación, te mostramos las cinco claves a la hora de servir el vino a la temperatura correcta sin necesidad de ser un experto sumiller:
Calcular el tiempo
Porque el vino para regalarnos todos sus aromas y sabores no suele pedirnos que hagamos demasiado por él, pero si tenemos la posibilidad de tomarnos un poco de tiempo vamos a ir por buen camino. Porque como el vino es materia viva, necesita que tengamos un poco de paciencia para mostrarnos su mejor cara en nuestra copa. Entonces, siempre es ideal calcular el tiempo que necesitamos para que el vino elegido tome la temperatura de servicio correcta para que no esté ni muy frío ni caliente. En general, los blancos, rosados, espumosos y dulces que se beben fríos van de la nevera a la copa, pero en el caso de los tintos tenemos que prestarle mayor atención al cálculo ya que deberemos sacar el vino unos 15/20 minutos antes para que se vaya atemperando así queda refrescado.
No pecar con el frío
Claro que en los blancos, rosados o espumosos el frío es vital para tener una perfecta temperatura de servicio, pero si nos excedemos con el frío los aromas quedarán prácticamente enmascarados porque los componentes volátiles no se trasladarán de la copa a nuestra nariz y percibiremos un vino "plano". Por otro lado, el exceso de frío en boca nos dará, en el caso de los tintos, la sensación de estar bebiendo un vino sin sabor y al mismo tiempo se potenciará en exceso la tanicidad y la acidez, dando por resultado una percepción del vino un tanto más austero.
Nunca servir el vino a temperatura ambiente
Básicamente porque no es lo mismo la temperatura en días de verano que en pleno invierno. Entonces deberemos erradicar de nuestra memoria esta frase que trascendió tantos años, tiempo y espacio. Los días más bien cálidos sentiremos el vino más ácido y alcohólico, lo que realmente estropeará el disfrute del vino dándonos una sensación más empalagosa, pesada y pastosa. ¡Tip! Siempre es preferible pecar con el frío que con el calor, y esperar unos minutos para que el vino se atempere en la copa.
Respetar cada temperatura
Más allá que no hay que ser más papista que el Papa y no hace falta tener un termómetro y estar cada rato midiendo la temperatura de nuestra copa, tenemos que recordar que cada estilo de vino tiene su rango de temperatura ideal de servicio. Los tintos reserva y gran reserva nos mostrarán su mejor cara a unos 16º/18ºC, los tintos crianza a unos 14º/17ºC, los tintos jóvenes a unos 12º/14ºC, los blancos con crianza y vinos dulces a unos 10º/12ºC y los rosados y blancos jóvenes, espumosos o tranquilos, a unos 7º/10ºC.
No usar el frigorífico
Porque no es recomendable exponer el vino a cambios tan bruscos de temperatura Recordemos que el vino es materia viva, en el sentido que evolución, entonces la paciencia y el tiempo serán aliados para nuestro disfrute. Si no tenemos mucho tiempo lo ideal es enfriar las botellas de vino en una cubitera con agua y hielo, ya que en unos 10/15 minutos el vino pasará de unos 20ºC a unos 8ºC y este descenso de temperatura en una nevera nos llevaría unas 2 o 3 horas. En todo caso, lo que nunca, nunca hay que usar es el congelador.
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