Uvas de hondarrabi. (DO Arabako Txakolina) |
Unas son más minoritarias que otras, pero las cinco variedades están vinculadas a una zona vinícola que identifican. Tan solo una muestra de las muchas existentes en el país
En el viñedo español se calcula que hay varios cientos de variedades identificadas, aparte de las que en distintos territorios del país se van recuperando e identificando, aunque este proceso es lento y no siempre fructífero. Decimos esto porque son muchas las castas que se localizan pero no todas, al final, son buenas para hacer vinos.
En el caso de estas cinco, tienen más o menos presencia en los viñedos de sus zonas de influencia, pero todas se encuentran en producción porque son principales en la elaboración de vinos de esos territorios o por lo menos se cuentan entre sus autóctonas más destacadas.
En el caso de estas cinco, tienen más o menos presencia en los viñedos de sus zonas de influencia, pero todas se encuentran en producción porque son principales en la elaboración de vinos de esos territorios o por lo menos se cuentan entre sus autóctonas más destacadas.
Su caso es el de otras muchas variedades de uva presentes en el panorama nacional que si bien no ocupan tantas hectáreas de terreno como las que al común de los mortales se les puede venir a la cabeza (tempranillo, verdejo, albariño, garnacha…), sí son seña de identidad de su zona de influencia y, por esta razón, un valor añadido. En los últimos tiempos, lo autóctono ha ganado relevancia e importancia, por lo que algunas de estas uvas han aumentado su presencia en el viñedo. Porque el lugar de origen y todo lo que lo condiciona resulta a día de hoy determinante como argumento de identidad y diferenciación frente a la competencia.
Los cinco elegidos
Rufete blanco. Reconocida oficialmente como autóctona de la sierra salmantina hace un par de años, y con ello incluida en el registro de variedades comerciales españolas, es ya uva propia de la Denominación de Origen Sierra de Salamanca. Se caracteriza por una alta acidez y cierta carga tánica; o lo que es lo mismo, una uva para elaborar vinos de guarda porque esas características favorecen que vayan a más con el paso del tiempo. Apuntar también que es de maduración tardía y tiene un carácter untuoso. En el territorio salmantino, no obstante, la uva dominante es la rufete tinta, variedad que identifica a la zona y que está repartida en pequeñas parcelas situadas en bancales. La variante blanca la venían elaborando en la zona desde hace años, sobre todo como complemento de otras, pero ahora ya, con reconocimiento oficial, son varios los vinos monovarietales que desde este territorio llegan al mercado. Uno de ellos es La Zorra Novena 2019 (21 euros), que firma la Compañía de Vinos La Zorra, con sede en el bonito pueblo serrano de Mogarraz. El vino ha fermentado en barricas francesas y en estos mismos recipientes ha tenido una crianza de cinco meses con sus lías. El resultado, un blanco complejo e intenso en aromas, con notas de hierbas aromáticas, cítricas, tostados, recuerdos de mantequilla, y una boca sabrosa, grasa, especiada, con marcada acidez y largo en el paso. Por el momento conviven en el mercado la añada 2018 y la 2019… ¡para elegir!
La Novena 2019.
Callet. Es una variedad tinta endémica de Mallorca. La planta es rústica, poco vigorosa pero de alto rendimiento, lo que tal vez favoreció que sobreviviera a la filoxera. Da vinos con baja coloración y grado, pero en los últimos tiempos el trabajo con cepas viejas y de bajas producciones se ha traducido en vinos de buena concentración y complejidad. El mejor ejemplo es Àn 2019 (39 euros), de la mallorquina bodega Ánima Negra, un estupendo vino que se compone de callet con un 5% de mantonegro-fogoneu, otra de las autóctonas de la isla. Es el vino más emblemático de la casa y estupendo por su regularidad; siempre bueno. Con una crianza de 14-18 meses en roble francés (según la añada), procede de viñas de más de 45 años en convivencia con árboles frutales, suelos rojizos (conocidos como 'call vermell') de carácter limoso calcáreo, y orientación de la planta que favorece el influjo del viento marino. Tras pasar 18 meses en roble francés, suma dos meses más en depósito antes de ser embotellado. Un vino singular, poderoso, complejo e intenso, que muestra aromas de fruta madura, balsámicos, florales y de hierbas aromáticas, notas minerales, recuerdos de cacao y nobles maderas. Equilibrado, frutal, sutil, muy aromático en el paso, fresco, fluido y sedoso. Final persistente y con sensaciones balsámicas y florales.
Àn 2019.
Hondarrabi. Es la variedad del txakoli y, por tanto, enraizada en el País Vasco. Su blanca histórica es la hondarrabi zuri, y la hondarrabi beltza en el caso de los tintos. Como txakolí se divide en tres denominaciones; aclarar que la blanca es más frecuente en las DDOO de Álava y Guetaria (Arabako Txakolina y Getariako Txakolina), mientras la tinta abunda en la de Vizcaya (Bizkaiko Txakolina). Elaboraciones consideradas recias, en los últimos tiempos han ido ganando amabilidad fruto del trabajo con lías, la crianza, tiempo de reducción en botella y la mezcla con variedades que aportan complejidad y untuosidad. En el origen, una uva no excesivamente expresiva pero con alta acidez. La bodega Gorka Izagirre es de las primeros en empezar a elaborar con barrica, y uno de sus vinos más especiales es Ama 2015 (34 euros), un txakoli blanco que sólo sale en añadas que consideran excepcionales y tiene una producción muy limitada (2.500 botellas). Fermenta el 10% en roble francés, después tiene una crianza con lías de 2 meses para a continuación permanecer en torno a 20 meses en acero inoxidable. Un vino que muestra aromas de fruta carnosa, de hueso, mieles, claras notas de hidrocarburos, fósforo, tostados, cremas y recuerdos de fruta blanca. La boca es amable, sutil, donde vuelven la fruta de hueso, los toques amielados, la crema y una fina acidez que permanece en el paso. Con persistencia.
Ama 2015.
Palomino fino. Conocida por ser protagonista de los vinos generosos jerezanos (del Marco: Jerez, Sanlúcar de Barrameda y Puerto de Santa María), la palomino es una casta blanca repartida por muchas zonas del territorio español (donde la llaman 'jerez'), si bien es identitaria de las elaboraciones gaditanas. No sólo esos generosos, sino también los vinos tranquilos de la provincia de Cádiz, que comienzan a ganar presencia. De la uva, decir que brota y madura tarde, tiene buena productividad y resultan vinos de grado medio, color muy pálido, aromas herbáceos, toques salinos pero algo neutros de sabor. En cuanto al vino elegido, para la ocasión aparcamos finos, manzanillas, amontillados, etc., para fijarnos en uno de esos tranquilos a los que me refería. Porque los que vienen haciendo en el joven proyecto Bodega de Forlong merecen atención. Vinos ecológicos de suelos de albariza, propios de los viñedos gaditanos, y de donde proceden los aromas salinos y de tiza que muestran sus vinos. Por ejemplo, este Forlong Mon Amour 2018 (18 euros), un palomino fermentado en barrica francesa y con una crianza de 12 meses sobre lías. En nariz presenta aromas balsámicos, florales, de fruta tropical y ciertos recuerdos cítricos. La boca es amplia, sápida, salina, con acidez y buen recorrido.
Forlong Mon Amour.
Trepat. Esta tinta se identifica ante todo con la denominación tarraconense Conca de Barberà, territorio en el que se empleaba para hacer vinos rosados pero donde ahora ya se está utilizando para tintos y espumosos, también rosados. Como perfil de elaboración, hablamos en general de vinos amables, frescos, aromáticos, afrutados, ligeros, fáciles de beber y con graduación alcohólica no muy alta. La variedad como tal es productiva, poco tánica y con no mucha estructura, por lo que no se suele utilizar la madera en su crianza. Elixir de Trepat 2020 (18 euros), del Celler Vidbertus, es una estupenda muestra de los tintos que se están elaborando en la zona con esta variedad. Procede de viñas de entre 45 y 60 años, ha fermentado en roble francés y después tuvo una crianza de cinco meses en barrica de 500 litros. Elegante, equilibrado, floral, frutal, muy balsámico, untuoso, sabroso, con una buena frescura de fruta roja y persistencia. ¡Muy recomendable!
Elixir de Trepat.
Mara Sánchez
Fuente: Vanitatis - El Confidencial
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