La cosecha se ha adelantado este año cerca de un mes en algunos puntos de España, reducida por la sequía estival
El 2022 pasará a la historia, según la Agencia Estatal de Meteorología, como el tercer año con mayor sequía en lo que va del siglo. Algo que afecta de manera directa al viñedo. La vendimia se ha adelantado hasta cerca de un mes en algunos puntos de nuestra geografía y la producción se ha visto, en líneas generales, considerablemente reducida debido a la falta de lluvia y a un verano de calor extremo. No obstante, los elaboradores se muestran optimistas.
La de 2022 no será, después de todo, una mala cosecha. «Tendemos a pensar que las actividades que dependen de la naturaleza, que es a partes iguales sabia y caprichosa, están abocadas a un determinismo irrefutable sobre el que la mano humana no puede actuar. Y es cierto que a veces es así. Poco se puede hacer ante un granizo o una gran helada. Pero también hay cosechas difíciles, como esta, en las que sí puedes actuar y rebelarte contra las circunstancias», explica Fernando de Rivera Cremades, director de Pradorey en Ribera del Duero.
«El fruto de la viña no sólo es cosa del azar, con decisiones correctas, arrojo y valor, podemos lograr que la uva esté lista para hacer grandes vinos, incluso en años complicados», expone. Y este, sin duda, lo ha sido. «La cosa comenzó cuesta arriba con la sequía primaveral. A ella se le unió la primera ola de calor en el mes de junio, que afectó de lleno a la floración de la planta», describe.
«Las temperaturas extremas sufridas durante el período estival, terminaron de ponerle pimienta al asunto», apostilla. Esto se traduce en una cosecha corta, entre un 30% y un 40% menos de producción, pero de gran calidad. Lo resume Fernando: «No hay dos añadas iguales, cada ciclo de la viña, es, en el fondo, una nueva oportunidad de reinventarse y crecer».
Jon Cañas corrobora que no ha sido un año tranquilo. A pocos de días de haber comenzado a cosechar sus viñedos en Rioja Alavesa, el líder de Bodegas Luis Cañas y Bodegas Amaren, hablaba con ABC desde la preocupación: «Estas tardes de 32 grados han sido aterradoras para nuestras viñas, quien diga que no, miente, porque lo que buscamos es un equilibrio gustativo y hemos tenido que atacar antes».
Búsqueda de variedades tardías
Ante esta tendencia climática, la bodega se prepara con una apuesta cada vez más clara por la inversión en I+D+I, en busca de clones y variedades que maduren más tarde. Al fin y al cabo, «todos los años son complicados y todos los años se vendimia, como decía mi abuelo», asegura Cañas.
«El calor de mayo y julio ha afectado a la maduración de la uva, dependiendo de las variedades, del estado y localización del viñedo. Aunque, por otro lado, ha sido una vendimia muy sana»
Montse Molina
Directora técnica de Bodegas Barbadillo
Montse Molina, directora técnica de Bodegas Barbadillo, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), nos ayuda a visualizar cómo ha ido la vendimia en el sur del país. «Hemos tenido una bajada de la producción debido a un menor número de racimos y a un menor tamaño de la uva, motivado por las altas temperaturas y la falta de lluvia acumulada en los últimos años», asegura.
Estas condiciones, continúa Montse, no afectarán tanto a la calidad como a la cantidad de vino disponible. «No es un año de grados altos, a excepción de alguna variedad tinta. Todavía no hemos visto los vinos terminados, pero parece que serán ágiles, con buena fruta y buena continuidad en boca», concluye.
Del sur, nos vamos al norte. Susana Pérez, enóloga de Bodega Pazo de San Mauro en la D.O. Rías Baixas, confirma que en Galicia la añada 2022 se ha caracterizado por un descenso pronunciado de las precipitaciones. «Registramos 1.400 l/m2 durante 2021, frente a los 800 l/m2 de este año. La falta de lluvias, unida al verano seco y caluroso que hemos tenido, adelantaron la vendimia una semana con respecto al año pasado. Una tendencia que, cada año, se manifiesta de forma más evidente», explica.
Sin embargo, Susana se muestra confiada: «Estas condiciones climatológicas hacen que la uva entre en bodega muy sana y más concentrada, por lo que se espera una cosecha con rendimientos bajos, muy aromática, afrutada y con una frescura menos acentuada que otros años».
Contrarrestar el cambio con uvas más resistentes
Maite Sánchez, enóloga de Bodegas Arrayán, agradece las lluvias que tuvieron lugar en primavera en la zona de Méntrida. Esta cantidad de agua permitió que hubiera reservas en el suelo y que la viña pudiera hacer frente al calor de julio. «En viñas viejas que están en secano la producción es buena, aunque la baya es más concentrada que otros años; las que más han sufrido son las de baya pequeña, como la cabernet o la merlot».
Su investigación sobre variedades autóctonas que puedan resistir a la sequía y el calor está empezando a dar resultados, y la bodega toledana se prepara para incorporar algunas de ellas como solución para contrarrestar los efectos del cambio climático.
En Terra Alta, la comarca más al sur de Cataluña, la vendimia de 2022 ha sido desigual. La zona de viñedos más importante de la región después del Penedés tiene un clima mediterráneo extremo y las olas de calor de este verano han hecho mella en las viñas. «Hemos tenido que manejarlas de manera distinta para conseguir preservar la calidad de nuestros vinos», explica Joan Lliberia, alma de Edetària.
«Las viñas que tienen riego de soporte han tenido una producción adecuada, pero las otras, viñas jóvenes en puro secano, han sufrido pérdidas de hasta el 30%». La clave, añade, ha sido el trabajo previo para aumentar la capacidad foliar de las cepas, que les ha permitido preservar el buen tamaño de las bayas y su mineralidad característica.
Otros problemas en el norte
Pero las dificultades de esta última cosecha van más allá de la sequía y el calor en otras zonas del país. Nacho Álvarez, enólogo de Pago de los Abuelos, destaca la helada que se produjo en el Bierzo en el mes de marzo, que ya hizo escasear las uvas. La falta de lluvias, en su caso, ha afectado a la formación de los racimos. «Nuestro viñedo, colindante ya con Galicia, no está acostumbrado a tal estrés hídrico, los PH se disparan y empezamos a tener decadencias de acidez importantes en algunas laderas de mencía», describe.
«En nuestra zona (Vizcaya), las viñas no manifiestan sequía, quizás una pérdida de riqueza en la diversidad de la calidad de uva y una acumulación de trabajo. Si el año pasado estuvimos vendimiando como año extremo casi 35 días, con muchos parones, este año hemos estado unos 20», contrapone Gari Ríos, de Itsasmendi. El grano es más pequeño, reconoce, pero sus txakolís mantienen un buen equilibrio entre madurez y acidez.
En las islas, la situación no varía demasiado con respecto a la Península. Desde Mallorca, Pere Obrador, responsable de la bodega Ánima Negra, también destaca el estrés que las plantas han sufrido debido al calor y a la escasez de agua y el efecto que esto ha tenido sobre la cosecha.
«La vendimia se nos ha adelantado cerca de 10 días, con maduraciones bastante rápidas y menos producción que otros años. Los granos pesaban menos y el grado alcohólico estaba un poco más alto de lo normal, pero la calidad es buena, sanitariamente la uva está perfecta». El problema, en su opinión, son los cambios radicales e imprevisibles del clima que están sucediendo en los últimos tiempos: «La pluviometría anual es la misma, pero está repartida en lluvias muy intensas; en poco tiempo cae mucha agua y es muy difícil de afrontar».
«Combatimos el problema medioambiental con capacidad de adaptación, fundamentalmente a nivel de trabajo en viñedo. En bodega poco podemos hacer, sólo intentar no estropear lo que viene de la viña»
Manuel Iribarnegaray
Enólogo de Marqués de Cáceres
Manuel Iribarnegaray, enólogo de Marqués de Cáceres, está de acuerdo en que, a pesar de que estas circunstancias han condicionado las fechas de vendimia, el resultado no ha sido tan trágico como parecía en un principio. «La gran sanidad del año y un esmerado cultivo en la viña, nos hace pensar que va a ser una muy buena añada tanto en Rueda, como en Rioja y Ribera del Duero», prevé.
A este grupo bodeguero, la evolución climática le ha obligado a acompasar sus formas de cultivo y de elaboración de vinos. «Hace tiempo que optamos por variedades autóctonas de maduración más tardía para nuevas plantaciones, cultivo en mayores altitudes, selección de parcelas en cotas más altas y exposiciones más frescas», cuenta Iribarnegaray.
Arriba, cosecha de CVNE en La Rioja. Sobre estas líneas, a la izquierda, viticultura heroica del Pago de los Abuelos en El Bierzo. A la derecha, Gari Ríos, de Itsasmendi
Desde el Barrio de la Estación de Haro, en La Rioja, CVNE lleva 140 años amoldándos4e y anticipándose a los cambios que pueden suceder, entre ellos el climático. «Hemos visto cómo viñedos que en el pasado sufrían por el frío y el viento, ahora son de gran calidad. En los últimos años, hemos plantado viñas en altura, algo que hace dos décadas era impensable», explica.
También han optado por emplear cubierta vegetal en el viñedo como una alternativa sostenible al uso de herbicidas. «Protege contra la erosión, es un fertilizante natural, mejora la calidad del suelo y la cepa y, por ende, la calidad del vino», resume María Larrea, directora técnica de esta bodega histórica. Se trata, en definitiva, de «revisar el pasado para poder comparar que está sucediendo y aprender de él para saber cómo actuar en el presente».
LAURA S. LARA
Fuente: ABC
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