Viñedo de Uruguay, país que al igual que su vecino sudamericano, Chile, considera incursionar en la elaboración de vinos sin alcohol. (Shutterstock) |
Atraídos por una tendencia de mercado que según expertos hay que estudiar con detenimiento, países viticultores comienzan a considerar su producción a gran escala
La pregunta es si usted compraría un vino sin alcohol para poder celebrar y luego conducir sin infringir la ley. Y la respuesta es, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi), que sí.
Esa es la apuesta del Inavi, al presentar un proyecto de decreto que habilita la elaboración y comercialización de vino sin alcohol y de vino con bajo contenido de alcohol en el país, y que espera sea aprobado estas semanas.
“El proyecto de decreto ya pasó por el Ministerio de Ganadería, volvió al Inavi y ahora está en la órbita del Ministerio de Economía. Esperamos que en pocos días quede listo, con la firma del presidente (de la República, Luis Lacalle Pou)”, afirmó a El País Ricardo Cabrera, presidente del Inavi e ideólogo de la iniciativa.
Cabrera se inspiró en artículos técnicos internacionales sobre el tema, en estudios de tendencias de consumo que muestran que los jóvenes se están volcando a este tipo de vino, sobre todo, en España e Italia y, acompañando lineamientos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV). Para el proyecto se contó con el asesoramiento jurídico de la entidad.
“No podemos estar ajenos de la realidad de consumo mundial”, dijo Cabrera.
El vino en general está muy regulado en Uruguay y el vino sin alcohol, en particular, no tiene figura jurídica, por lo que se requiere un decreto.
Cabrera explicó: “Por la legislación nacional, el vino debe tener un mínimo de 9.5 o 10 grados (de alcohol), según la cosecha del año. Pero el producto que impulsamos tiene notoriamente menos contenido de alcohol, o directamente nada. Para que se pueda elaborar o importar, debe existir un decreto que lo ampare, por eso, redactamos y presentamos el proyecto de decreto”.
Cabe aclarar que en el mercado local han surgido algunos productos que van en esa línea, como por ejemplo el “Irurtia 0.0″, pero aparece registrado como “néctar”, no como vino.
“El Irurtia 0.0 fue amparado por una resolución del directorio del Inavi y, en realidad, no es vino sin alcohol. Fue una excepción a la norma que lo habilitó por una partida particular”, explicó Cabrera, agregando que también están los “wine cooler” (vinos refrescantes, con entre 4 y 12 grados de alcohol, con pulpas de fruta, azúcar y demás), pero que son considerados diferentes al vino con bajo grado o sin alcohol.
El vino sin alcohol está dirigido a personas que, por ejemplo, quieren conducir su vehículo sin transgredir normas de tránsito, tienen algún tipo de problema de salud vinculado al alcohol (hipertensión, casos de abstinencia, etcétera), o simplemente buscan sostener un estilo de vida más sano, lo que también es tendencia mundial.
Javier Traversa, director de la bodega que lleva su apellido, en diálogo con El País, valoró la iniciativa del Inavi, pero consideró que no existe una demanda tan fuerte de este tipo de producto.
“No tenemos ningún proyecto de vinos sin alcohol, porque al mercado le cuesta asumir un producto así. Es tendencia, pero viene lenta. Mis principales clientes de Brasil, por ejemplo, no me lo han reclamado. Sí pensamos que los vinos de moderada o baja graduación alcohólica tienen más aceptación, y además pagan menos impuesto en muchos países”.
Lo cierto es que los productores uruguayos todavía ven con cautela este potencial mercado, en parte porque los consumidores deben adaptar su paladar al sabor del vino sin alcohol (que generalmente es diferente al que están acostumbrados) y también porque la tecnología que se requiere para elaborarlo es cara.
Al respecto, Cabrera se mostró optimista: “Hay más apertura por parte de los importadores de vino, pero los productores nacionales se interesarán más a medida que se comiencen a vender estos vinos en el país y se haga más marketing”. A su entender, mientras los controles de alcoholemia sean estrictos en Uruguay, el potencial mercado para estos productos será importante.
Sobre la barrera del precio de la tecnología que se requiere, el Inavi propone que, llegado el momento, los productores formen un “pool” o asociación entre varias empresas, para elaborar estos vinos en conjunto. De hecho, muchos productores han comprado máquinas vendimiadoras en forma conjunta. “Esto sería lo mismo”, agregó.
Traversa puso un paño frío a la iniciativa, al considerar que “hay todo un tema del cuidado personal y dietético en esto, pero pensamos que no tenemos que apurarnos, que hay que investigar más. Los jóvenes se están inclinando de a poco por los vinos refrescantes, pero no necesariamente sin alcohol. También está la cerveza sin alcohol y no resulta un gran mercado. Hay que ir con cuidado”.
El vino en general está muy regulado en Uruguay y el vino sin alcohol, en particular, no tiene figura jurídica, por lo que se requiere un decreto.
Cabrera explicó: “Por la legislación nacional, el vino debe tener un mínimo de 9.5 o 10 grados (de alcohol), según la cosecha del año. Pero el producto que impulsamos tiene notoriamente menos contenido de alcohol, o directamente nada. Para que se pueda elaborar o importar, debe existir un decreto que lo ampare, por eso, redactamos y presentamos el proyecto de decreto”.
Cabe aclarar que en el mercado local han surgido algunos productos que van en esa línea, como por ejemplo el “Irurtia 0.0″, pero aparece registrado como “néctar”, no como vino.
“El Irurtia 0.0 fue amparado por una resolución del directorio del Inavi y, en realidad, no es vino sin alcohol. Fue una excepción a la norma que lo habilitó por una partida particular”, explicó Cabrera, agregando que también están los “wine cooler” (vinos refrescantes, con entre 4 y 12 grados de alcohol, con pulpas de fruta, azúcar y demás), pero que son considerados diferentes al vino con bajo grado o sin alcohol.
Salud: tendencia mundial
El vino sin alcohol está dirigido a personas que, por ejemplo, quieren conducir su vehículo sin transgredir normas de tránsito, tienen algún tipo de problema de salud vinculado al alcohol (hipertensión, casos de abstinencia, etcétera), o simplemente buscan sostener un estilo de vida más sano, lo que también es tendencia mundial.
Javier Traversa, director de la bodega que lleva su apellido, en diálogo con El País, valoró la iniciativa del Inavi, pero consideró que no existe una demanda tan fuerte de este tipo de producto.
“No tenemos ningún proyecto de vinos sin alcohol, porque al mercado le cuesta asumir un producto así. Es tendencia, pero viene lenta. Mis principales clientes de Brasil, por ejemplo, no me lo han reclamado. Sí pensamos que los vinos de moderada o baja graduación alcohólica tienen más aceptación, y además pagan menos impuesto en muchos países”.
Lo cierto es que los productores uruguayos todavía ven con cautela este potencial mercado, en parte porque los consumidores deben adaptar su paladar al sabor del vino sin alcohol (que generalmente es diferente al que están acostumbrados) y también porque la tecnología que se requiere para elaborarlo es cara.
Al respecto, Cabrera se mostró optimista: “Hay más apertura por parte de los importadores de vino, pero los productores nacionales se interesarán más a medida que se comiencen a vender estos vinos en el país y se haga más marketing”. A su entender, mientras los controles de alcoholemia sean estrictos en Uruguay, el potencial mercado para estos productos será importante.
Tecnología, maquinaria y demanda real
Sobre la barrera del precio de la tecnología que se requiere, el Inavi propone que, llegado el momento, los productores formen un “pool” o asociación entre varias empresas, para elaborar estos vinos en conjunto. De hecho, muchos productores han comprado máquinas vendimiadoras en forma conjunta. “Esto sería lo mismo”, agregó.
Traversa puso un paño frío a la iniciativa, al considerar que “hay todo un tema del cuidado personal y dietético en esto, pero pensamos que no tenemos que apurarnos, que hay que investigar más. Los jóvenes se están inclinando de a poco por los vinos refrescantes, pero no necesariamente sin alcohol. También está la cerveza sin alcohol y no resulta un gran mercado. Hay que ir con cuidado”.
Y acotó que “para que un vino sin alcohol quede de un sabor y aroma similar al que sí lo tiene, hay que partir de un vino de alta calidad. Sería un producto de alto precio, también por tener una elaboración adicional”.
Lo cierto es que, más allá de resistencias, varios países europeos están siguiendo este camino de los vinos sin alcohol. En América Latina, el liderazgo lo lleva Chile. “Uruguay sería el segundo. No es poca cosa”, concluyó Cabrera.
Fuente: El Nuevo Día
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