Una botella con tapón de corcho ADOBE STOCK |
Una vez que se popularizó este tipo de botellas surgió un problema: ¿ómo extraer el tapón sin que se hunda en su cuello?
La antesala del placer de disfrutar un buen vino pasa por la liturgia previa de quitar el tapón de la botella de la forma más sencilla posible. Y es que estamos acostumbrados a asociar el buen vino con el cierre hermético del corcho, un procedimiento que impide que pierda sus propiedades organolépticas.
A pesar de que nos pueda parecer curioso esto no ha sido siempre así. En la Antigua Grecia el vino se almacenaba en barricas, odres y ánforas fabricadas con arcilla y se sellaba con trozos de tejido empapados en aceite de oliva, tras lo cual se cegaba todo ello con barro arcilloso. Evidentemente este sistema no impedía la circulación del aire, por lo que el vino se avinagraba con el paso del tiempo.
Los romanos, a pesar de que ya disponían de envases de vidrio, no los utilizaron para almacenar el vino, al igual que tampoco usaron el alcornoque para taponar las barricas, siguieron utilizando la arcilla o la estopa (retales de tejido).
El primer tapón de corcho
Desgraciadamente desconocemos quién fue el inventor del tapón del corcho, pero disponemos de documentación que nos indica que ya se usaba en 1600 para almacenar botellas de vino espumoso.
Y eso que el corcho, como materia prima, era muy valorado desde la antigüedad. Las primeras referencias se remontan hasta el 3.000 a. C., gracias a ellas hemos podido saber que tanto egipcios como persas lo utilizaban como accesorio de pesca. De este primer uso se pasaría al calzado y la construcción.
El que formalizó el uso del tapón de corcho en el cierre de las botellas de vino fue el inventor del champagne –el monje Dom Pierre Perignon-, ya que, a su juicio, se conseguía un cierre hermético y, además, se evitaba la evaporación del gas carbónico generado en la fermentación.
Ahora sabemos que los tapones de corcho ayudan a formar el carácter y la autenticidad del vino, evitando la entrada de aire, bacterias y moho. Por una parte, se impide que el oxígeno penetre en la botella y empeore el caldo, pero al mismo tiempo, a través de sus pequeños poros, se facilita que mínimas cantidades de oxígeno (microoxigenación) puedan penetrar en la botella, lo cual se traduce en un efecto positivo.
Ahora solo falta quitarlo
El invento del sacacorchos como utensilio doméstico surgió como respuesta a una necesidad, apareció cuando los ingleses comenzaron a transportar botellas de vidrio de cuello estrecho en las que embotellaban vino y sellaban con un corcho. Este sistema permitió que el traslado fuera más simple y que los recipientes se pudiesen apilar con mayor sencillez.
La primera referencia al sacacorchos la encontramos en 1676, cuando James Worligge, en su 'Tratado de la sidra', se refiere a un «tornillo de acero utilizado para extraer los tapones de las botellas». Realmente se trataba de un 'gusano de acero', una especie de berbiquí que había sido concebido para limpiar armas de fuego.
No obstante, fue preciso esperar más de un siglo (1795) para que el inglés Samuel Hensall registrase la primera patente de la historia de un sacacorchos: un tornillo sujeto a un fragmento de madera con el que formaba una 'T'. Siete años después aquel invento sería mejorado por Edward Thompson al añadir un tope que, tras alcanzar el cuello de la botella, facilitaba el proceso de descorchado.
A partir de ese punto la imaginación de los artesanos provocó un verdadero tsunami de modelos diferentes de sacacorchos, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Para que nos hagamos una idea, solamente en el Reino Unido se patentaron más de trescientos modelos a lo largo del siglo XIX.
A finales de esa centuria el alemán Carl Wienke diseñó un sacacorchos de palanca, que es el más utilizado en estos momentos, y que durante mucho tiempo ha sido conocido popularmente como el 'sacacorchos de camarero'. A ese modelo le seguiría el sacacorchos con alas (1930) de Dominick Rosati y el sacacorchos de palanca en tres tiempos (1979), conocido con el nombre de 'rabbit', del estadounidense Herbert Alien.
PEDRO GARGANTILLA
Fuente: ABC
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