El Gourmet Urbano: #PANADERIA #ESPAÑA 🍞🥐🥖🥯 | Josepán, la panadería que posicionó los amasijos colombianos en las calles de Madrid: esta es su historia

miércoles, 14 de agosto de 2024

#PANADERIA #ESPAÑA 🍞🥐🥖🥯 | Josepán, la panadería que posicionó los amasijos colombianos en las calles de Madrid: esta es su historia

La deliciosa vitrina de Josepán
Foto:Josepán

Desde su primeros pasos en España hasta conducir un BMW 320. Entre esos dos momentos, José Humberto Rodríguez, fundador de Josepán, tiene mucho qué contar.
Imagínense a José Humberto Rodríguez en Pozuelo de Alarcón, un barrio de Madrid, vestido con una camiseta sin mangas y pantalón corto, dispuesto a llevar a cabo alguno de los trabajos que le encomienda el español Félix Meneses: arreglar el jardín, limpiar una parte de la casa, botar algo. Acude a la cita que le ha puesto en una cafetería al lado de un banco. Rodríguez es un inmigrante colombiano sin papeles, pero con ganas de salir adelante. Como sea: vende comida y ropa imitación de marcas conocidas y cualquier ayuda económica extra le cae de perlas.

Panes del restaurante.
Foto:Jospán.

Ahora imagínense a José Humberto Rodríguez en el mismo lugar, pero casi treinta años después. Está en Pozuelo de Alarcón, al lado del banco. Esta vez llega en su BMW 320 turbo diésel y viste un traje de Hugo Boss. Y, en lugar de buscar un trabajo, se pone a llorar. Recuerda sus primeros pasos en España y piensa en lo que ha recorrido.


Entre las dos escenas hay de todo: una detención, ventas clandestinas, un grupo de prostitutas, mucho esfuerzo y 32 panes que terminaron representando una milagrosa reproducción repartida en nueve locales en la capital española. Es la historia de superación de un hombre al que se conoce como 'Josepán' y se ha convertido en un referente, algo así como un embajador, de Colombia en España.

Un club diferente


Su madre fue la primera en llegar a España. En Colombia trabajaba como enfermera y en España como empleada del servicio de una familia. No dudó en ayudarle luego a José Humberto a que viajara. Y él, una vez puso pie en Europa, se dedicó a buscar trabajo. Nadie, sin embargo, lo contrataba porque no tenía papeles. Así que convenció a unos chinos de un taller de confecciones que quedaba en su barrio para que lo dejaran vender algunas de sus prendas.

Josepán restaurante.
Foto:Josepán

Y fue al Parque del Retiro con su carga porque sabía que por allí pasaban muchos colombianos. No estaba equivocado. En pocas semanas multiplicó sus ventas. Una de sus clientas era una joven que había comprado una piyama, muy admirada por sus amigas. Le comentó que ellas querían adquirir varias y le pidió que fuera a llevárselas al club.

Imaginen ahora a José Humberto andando por una carretera española, cargado con ropa y rezando para que las autoridades no lo detuviera por caminar donde no hay andenes. Busca un club. Mira a su alrededor a ver si detecta un campo de golf, un parque infantil, una piscina. Finalmente encuentra algo muy distinto: lo que en España se llama un club de alterne: un prostíbulo de carretera.

Lo esperaban su clienta y sus amigas. No solo le compraron ropa. Ellas vivían allí y él se dio cuenta de que extrañaban la comida colombiana. Y no solo pasaron a comprarle comida. También se dio cuenta de que necesitaban movilizarse, pues por la legislación española las obligaba a cambiar de local cada cierto tiempo, así que pasó a ser su Uber particular: una de ellas le ayudó a través de un amigo para que le fiaran un carro viejo, y Rodríguez se convirtió en el conductor de estas chicas colombianas.

Su verdadero patrón tiene nombre colombiano: el rebusque. Entre venta de ropas, de productos en tiendas latinas, de comidas —los añorados pandebonos y pandeyucas colombianos— y traslados fue ahorrando y conociendo gente. Entra ellos, Félix Meneses, aquel que le puso la cita al lado del banco, cuando pensaba que iba a conseguir platica por un trabajo.

Imaginen la cara de José Humberto cuando el español le explica que van a abrir una cuenta de ahorros. E imaginen la del funcionario cuando se entera de que no tiene papeles. Se sobrepuso y sencillamente acomodó unos números y una letra para que el sistema no lo rechazara.

Con el rebusque, Rodríguez logró reunir lo suficiente para traer a sus hijos. Un día se enfermó uno de ellos y tuvo que llevarlo al centro médico. Allí, cuando rellenaban la información requerida, le preguntaron su oficio. No podía decir que era vendedor ambulante, así que contestó: “panadero” (al fin y al cabo, también vendía amasijos colombianos).

Pasados unos días, la Cruz Roja Internacional lo llamó a decirle que había un puesto para él. Entró, entonces, a una panadería española, donde trabajaba por la noche. Por fuera ya tenía su clientela y sus compromisos, y no le iba mal. Así que de día se dedicaba a ellos. No paraba. Eran épocas de mucho esfuerzo y poco sueño.

Le contó a un compañero que en Colombia el pan se preparaba de otra manera. Lo sabía bien porque había traído en un papel la receta que había copiado, y era la que seguía. Él le pidió que le mostrara cómo se hacía en un día con poco movimiento. Y así lo hizo. Salieron 32 panes. José Humberto se los llevó a su casa porque en aquella panadería no vendían un producto diferente al español.

Josepán


Con su vena pereirana, José Humberto le ofreció los panes a la dueña de un local de productos latinos. Ella, reticente, aceptó unos pocos. Al rato lo llamó: “Trae más, Josepán, se están vendiendo como locos”. No solo le puso un mote espontáneo, sino el nombre que llevó su primera panadería.

Instalaciones de Josepán.
Foto:Josepán.

“Trae más, Josepán, se están vendiendo como locos”

Pero para eso todavía falta. Porque José Humberto comenzó en su casa, aunque le faltaban herramientas para lograr la receta colombiana perfecta. Y apareció de nuevo el señor rebusque, en el cuerpo de un primo, uno más del combo que poco a poco había ido llegando. Este era escultor y halló una pieza de una encuadernadora de libros, que con un par de arreglos quedó convertida en rodillo de panadería. Y comenzó la reproducción de los panes. Primero usaron la cocina; después el salón. Cada vez vendían más para llevar a otros locales.

De nuevo Félix Meneses le echó una mano y le dio un carro mejor con facilidades de pago para que pudiera hacer sus repartos. Se mudó a otro apartamento, donde puso en funcionamiento una especie de panadería clandestina.

Vio una oportunidad de oro cuando un español le prestó un local pequeño con la condición de que pusiera a la venta también su pan, el pan español que le proveía. “Se me llena y se me dispara eso”, recuerda Rodríguez. “Había carros en doble fila y se regó la voz entre los paisanos”.

La magia de los pandebonos, los pandeyucas, los buñuelos y el resto de amasijos se olía en las calles madrileñas. Para entonces ya contaba con la ayuda de un panadero colombiano profesional, que mejoró aún más el producto.

Pronto aquellos 30 metros le quedaron pequeños. Y encontró un local perfecto de 500. Le parecía difícil llenarlo con productos de panadería y se inventó el Centro Integrado de Servicios Josepán: locutorio, ropa colombiana, agencia de viajes, productos latinos. Era finales de los años noventa y comienzos de este siglo, cuando se presentó una inmigración masiva proveniente de nuestro país.

Se comenzaron a ver en ese entonces más locales latinos y algunos colombianos. José Humberto estaba precisamente en uno de arepas cuando vio la imagen más temida: llegaron las autoridades a hacer una redada. Y, sí, pasó aquello que lo aterraba: lo detuvieron durante varias horas.

Era el pavor de los colombianos porque sabían que los podían devolver. En efecto, le llegó una carta de expulsión, pero él se salvó en este caso. De nuevo Meneses le ayudó al darle un contrato de trabajo con el que podía desbaratar el motivo de la expulsión, que era la supuesta falta de medios.

Impulso


La carrera de Josepán siguió impulsada. Tanto que hoy tiene nueve panaderías y 250 empleados. Son templos de los colombianos: allí se va a matar la nostalgia con un caldo de costilla, se va a compartir con los españoles el buen café, se va a satisfacer el capricho de una arepa. Es un centro social también, donde se encuentran los amigos. Y es una maravillosa vitrina para Colombia, pues, como él dice, está dedicado a que mostrar que “tenemos mucho más para hablar de nuestro país que el típico chiste de Pablo Escobar”.

Amasijos de Josepán.
Foto:Josepán

Por eso en sus paredes se ven fotos de personas que sacan la cara: Shakira, Falcao, Juanes, César Rincón, Fernando Botero. Por eso están decoradas con frases típicas: “Vecina, ¿y la ñapa?”, “Lo que no mata engorda”, “Está miando fuera del tiesto”. Por eso lo visitó Álvaro Uribe cuando era presidente. 
Escogió su local y dio una rueda de prensa a su lado. “Cuando se fue, no estaba seguro de que eso hubiera pasado; tuve que pellizcarme”, recuerda. Y por eso fue elegido el año pasado como uno de los diez colombianos destacados en España por nuestra embajada.

Rodríguez estuvo unos años en Colombia y ahora ha vuelto a Madrid con su esposa Beatriz Rincón y los tres hijos que tienen (él suma dos más de un matrimonio anterior). Ella está a cargo de la nueva pastelería, cuya decoración tiene un aire parisino, donde se ofrecen dulces delicias colombianas.

José Humberto llegó hace treinta años por primera vez a España desde su Pereira natal, donde había sido desde seminarista hasta policía. Y no pierde ese ombligo umbilical que lo ata a nuestro país. 

Tampoco olvida sus raíces.


Imagínenlo al final de esta entrevista que tiene lugar en su panadería de la avenida Castellana, cerca del nuevo centro financiero de Madrid, mientras cuenta aquella vez que llegó en pantaloneta al banco y, sí, imaginan bien: vuelve a llorar.

Juanita Samper Ospina

Fuente: El Tiempo

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