No me refiero a la gastronomía tan abundante en televisión que rara es la cadena que no tiene uno de estos empalagosos espacios. Es el cine, que tampoco es ajeno, a las exquisitas creaciones de la cocina. Y es una película, ahora,
The Trip (2010), del prestigioso director británico Michael Winterbotton, quien nos brinda un argumento en el que sus protagonistas tienen como misión, encomendada por un prestigioso rotativo, de degustar las apetecidas viandas de la cocina inglesa a través de una nueva
road movie para visitar los restaurantes más acreditados. No es la primera vez ni mucho menos ni será la última que los atractivos gastronómicos inspiran una película.
Tan antigua es la referencia cinematográfica como aquella que en los albores del cine en 1895 los Hermanos Lumiére proyectaran en el Salón Indio en los sótanos del Gran Café del Bulevar de los Capuchinos de París la escena del hijo de uno de ellos comiendo ante la cámara. Nacía una curiosa relación entre el cine y la cocina, de la que sin duda hay una imagen inefable y emblemática: el frugal almuerzo de Charles Chaplin
Charlot en
La quimera del oro (1925). Pero hay una serie indeleble a lo largo del tiempo que nos recuerda títulos memorables.