Acabo de llegar de un viaje por el imperio. Si, Estados Unidos de Norteamérica, el IMPERIO, específicamente la Ciudad de New York. Y este viaje me dejó una serie de reflexiones que quiero compartir con ustedes.
Mi primera impresión, es una ciudad que se mueve a punta de cafeína. Ves la gente por la calle a cualquier hora con grandes vasos de café caliente, cosa que te hace pensar que debe ser muy bueno como para tomarte una jarra de ese tamaño.
El imperio del café en los Estados Unidos es STARBUCKS. Una enorme cadena que se dedica a vender café. Hay uno en cada esquina; literalmente, hay uno en cada esquina. Es sorprendente lo plagado que esta New York de estos cafés. El ambiente no es nada del otro mundo, hay que hacer filas interminables para que te atiendan y te entreguen tu café y, aun así, la gente sigue consumiendo. Son ambientes más bien jóvenes, diseñados para que tomes tu café y sigas tu camino. No son para que te instales; pero si la mayoría te ofrece conexión WIFI para que puedas trabajar si tú deseo es sentarte.
Pero lo que me sorprende no es eso, sino la gran variedad de preparaciones que sirven para satisfacer TODOS los gustos. Desde el típico café americano -que es una jarra llena de agua negra sin sabor- hasta los especiales de navidad: cremme brulle latte, el peppermint moka o el gingerbread capuccino.
Son preparaciones tan tontas que se hacen agregando unas gotas de sirope de sabor y listo, ya tenemos un súper café que vale 8 dólares en su tamaño mediano. Estos cafés se preparan con base de espresso, leche descremada, los siropes adecuados y algo de chantilly. ¿Qué fácil no? Pues han sabido mercadearlo y lo han hecho muy bien. Hoy en día es una marca súper valiosa que genera millones de dólares. Incluso es objeto de culto, es una de las identidades del estadounidense.
Y al igual que otros países, ellos no tienen café. Lo compran, lo tuestan y lo venden. En realidad los café de Starbucks no son nada del otro mundo, salvo un par de preparaciones que son bien particulares. Incluso venden el café tostado para consumo personal. Lo compré, lo probé y me encantó: Un French Roast espectacular, sólo que ellos no saben prepararlo y aprovechar al máximo el sabor. Sólo crearon un imperio en función a una franquicia y cautivaron al público con la variedad. Es sencillamente el juego del consumismo.
Por otro lado, el café del imperio es muy variado. Caminando por calles bohemias me encontré con una tiendita casi desbaratada que tenía un letrero que decía: espresso @3 $. Entré y ¡sorpresa!, no había menos de 25 sacos de café con sus letreritos. A medida que iba leyendo mi sorpresa era mayor: Kenya, Ethiopia, Brasil, Sumatra, Jamaica Blue Mountain,Costa Rica, Perú, Honduras, Guatemala, Colombia, Colombia Decaf, México Organic, ¡uf! creo que perdí la cuenta. Pero mi mayor tristeza fue NO ver el café de Venezuela. Esto ya lo hemos hablado de sobra. No hay más comentarios al respecto. Conocemos no menos de 1000 razones por las cuales el café de Venezuela no está en esos anaqueles.
Mi última impresión: en la zona de check in de American Airlines en el Aeropuerto JFK, un puesto GIGANTE de Juan Valdés, la marca bandera del café de Colombia, que no tiene nada mejor que un Starbucks o que nuestro café venezolano. Sencillamente la estrategia ha sido mejor que la nuestra.
Un viaje interesante donde descubrí muchos sitios para tomar buen café, pero confirmé lo mucho que hay que hacer por el café venezolano para ponerlo en los anaqueles mundiales de nuevo.
¡Café y Vida!
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