Hoy, comenzando a nutrir nuestras almas con el aporte metafórico que nos da la cocina. ¿Cómo hacemos de nuestros hijos y de nosotros los cocineros de nuestra mejor vida?
Con frecuencia, cuando la gente escucha hablar de psi-cocina sus ojos se abren con cierta expresión de curiosidad, como preguntando ¿Y eso qué es?, y naturalmente surge la respuesta: es una mezcla de psicología con cocina, donde a través de el aprendizaje de la cocina desarrollamos y fortalecemos las herramientas que preparan a las personas para la vida. En los talleres lo hacemos a través del aprendizaje práctico y concreto de la cocina, pero hoy, aquí en nuestro blog, comenzaremos a disfrutar el nutrir nuestras almas con el aporte metafórico que da la cocina.
¿Cómo nos hacemos los cocineros de nuestra mejor vida? Ineludiblemente, al hacernos cocineros vamos conociendo los ingredientes, pero en realidad nos vamos haciendo con los ingredientes y en especial, sin igual, con la sal. Curiosamente, en nuestra vida y la de nuestros hijos, la frustración es como la sal en una sopa. La frustración es la sal de la vida, me explico: Si preparamos una sopa para cinco personas y le colocamos sal en exceso, como una preparación para 15 personas, evidentemente eso va a estar horrible, intragable; y si a esa sopa para 5 no le echamos sal, va a estar sosa y no la vamos a querer comer. Necesitamos que la sopa -la vida- tenga el punto justo de sal.
Fíjense que genial esto: una persona que ha tenido exceso de frustración en esta vida -obstáculos para lograr lo que quiere- por lo general es una persona intragable, amargada e irritable; y aquella que le ha faltado sal -o frustración- es sosa, aburrida, como boba y nunca sabe qué hacer. El punto justo de sal en una persona tranquila es que anda en lo suyo, haciendo lo justo.
La sal de la vida: la frustración, ¿Cuál es el punto justo? ¿Cómo podemos hacer para que nosotros y nuestros hijos, poco a poco, aprendamos a manejarla?
Una vez que arranca la cocción no la podemos parar. Una vez que arranca la vida, las experiencias con ella han de llegar:
- Si a la persona o al niño le falta sal: no le eche más agua, no le diluya la dificultad de la vida. Deje que, por ejemplo, su hijo poco a poco se vaya haciendo cargo de sus cosas, de bañarse solo, amarrarse los zapatos. No todo de un día para otro, no se lo haga usted, siéntese con paciencia, poco a poco a enseñarle cómo hacerlo. A veces, sin darnos cuenta por el ajetreo de la vida o porque nos encanta servir al otro, les hacemos todo y los hacemos bobos. Si nos gusta servir, busquémonos otros, varios, para distribuir lo que queremos dar y realmente se transforme en bienestar.
- Si se le fue la mano de sal con su hijo, con aquella persona en la que está pensando o la vida le ha dado duro últimamente, entonces le han tocado experiencias fuertes como la muerte de un familiar cercano, divorcio, desempleo o mudanza. Entienda que se encontrará sensible y que la dificultad sencilla de las tareas cotidianas le resultarán excesivas en ese momento. No le haga el trabajo al que tiene los problemas, o no espere que le resuelvan la vida. Entienda que las circunstancias actuales le están haciendo lo “sencillo - imposible” y no se moleste si en ese momento no logra cumplir a cabalidad con su deber. Abran espacio en la vida para cosas que sean de su gusto, aquellas cosas que al niño, a la persona le gustan y le hacen sentir bien: actividad deportiva, o musical, lo que a él, ella o a usted le gusta y que requiera que se implique en la actividad. (es decir, no solo ver TV). Con eso buscamos agregar los ingredientes necesarios como para que aquella sopa, a la que se nos pasó la sal, se equilibre y nos quede buena. Agregamos ingredientes que nos gusten y nos impliquen con la actividad para fortalecernos y crecer ante la adversidad. Después de esto, podremos con más. La sopa, la sal, posiblemente a muchos más podrá alimentar. Darle un espacio al dolor y al placer o disfrute. Es el disfrute no para quitarle el dolor, no para hacer como si no hubiese sal, frustración en nuestra vida. Es, a sabiendas de la sal, para sacarle el jugo al sabor.
- Si siente que ya ha agregado mucha sal y parece que no tiene sabor, no agregue más. Dé tiempo a que el calor del fogón (el cariño) y luego el reposo den chance a la integración y que agarre sabor.
- Si su hijo, usted o quien quiera está chévere, déjelo quieto, siga haciendo lo que siempre ha hecho, disfrútelo y piense que ahora comienza usted a prepararse para una nueva tarea. Aguantarse si la sopa está buena, déjese de estarle echando cosas, es preferible que usted se coma las uñas. Y entonces dé tiempo a que con el calor de la vida esa sopa se vaya transformando y auto-cocinando, mientras abre espacio para ir a hacerse las manos y recibir algún regalo.
Finalmente, mis queridos amigos, si hay algo delicioso de ser gourmet, sibarita, del hacernos cocineros, es la búsqueda de ingredientes, el atrevimiento a descubrir qué encubre cada nuevo bocado y así un plato, nuestra sopa, se nos transforma en una expedición a un mundo muchas veces mejor. Pero hay momentos en la que nos ha de sorprender espantosamente salada. Cuando ello suceda, enraicémonos en nuestro amor gourmet, descubramos esos otros ingredientes que en ese instante la vida también nos ha de ofrecer. Estoy segura que esa sopa, nuestra vida, más sabrosa se nos a de poner.
Un abrazo, se les quiere y recuerden: busquen, encuentren y compartan cosas bonitas y así una vida sabrosita siempre tendrán, una vida en la que la sal se torne un placer.
1 comentario :
Excelenteee!! Muy buena analogía! Sigamos cocinando nuestra vida! Saludos
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