Pensando en que escribirles para esta semana en la pronto celebraremos el día del amor y la amistad… ¡el amor! El amor inevitablemente vino a mi mente.
Llega un punto, ese exquisito punto en el que un bocado, un exquisito bocado nos roba el aliento más allá de la existencia del saber, de aquel saber que nos permite descubrir sus sabores y los ingredientes que lo componen. Existen bocados que nos impulsan y seducen a aprender más, a descubrir los procesos de cocción que los crearon.
Han existido bocados tan irresistibles, sublimes quizá, tan especiales y singulares que nos llevan a buscar, investigar, escudriñar, crecer, descubrir y, finalmente, sentir a la persona que los creó. En palabras menos seductoras: a descubrir los procesos psicológicos que están en la experiencia del cocinar -bocados que me han llevado a psi-cocinar-. Pero si tienen suerte y son inteligentes, se rendirán, se deslastrarán del saber, se entregarán ante aquel bocado ofrecido por un buen cocinero y simplemente sentirán.
La ciencia le queda pequeña al amor, eso fue lo que un día un cocinero me hizo vivir y así comencé a concebir a psi-cocina y este escrito para ustedes amigos Gourmets. Hoy escogí dejarlos con el sentir, con el sentir del amor que en el quehacer del buen cocinero -como mujer, psicóloga y comensal- sentí, descubrí, y poco a poco, en palabras, llegué a traducir. Espero lo disfruten y lo recuerden cuando se encuentren compartiendo un plato con alguien especial.
COCINERO AL PLATO
… ¡Es que hay algo entre tú y yo! … ¿Comida?:
¿Hay un medio?, ¿Un vehículo?, ¿Un buzón de sugerencias y sus respuestas?, ¿Hay un amor entre tú y yo?. ¡Está la VIDA entre los dos! …¡Comida!
... Hago la comida pensando en ti. Pensando en ti, hago una comida que tiene lo que de ti se albergó dentro de mí. Cocino aquella imagen difusa que encontré en tus pupilas cuando me mirabas. Cocino el disfrute de soñarte y recordarte. Quisiera comenzar a estar en ti, acompañarte al partir.
…Volvernos a reunir, compartir lo que al partir comenzaste a incorporar en aquello que de mí podías ver en ti, aquello que, con aquel bocado que te había regalado, yo ahí había dejado. Me hiciste sonreír y así de nuevo pude partir, te dejé ir, porque vi que en ti comencé a existir, que en tu mente lograba vivir.
Conmigo en ti, dentro de mí, creé, cociné y comencé a servir todo lo que me hacías vivir: Conmoción de que en el mundo comenzaba a existir y así comenzaron a pedir.
Todos ellos en mí querían vivir, sentir que comenzaban a existir. Algunos lograban discernir que en ellos yo también tenía derecho a vivir, y sólo a partir de ahí les podía yo servir, pues sino nada iban a lograr sentir o en el vacío nos íbamos a consumir.
El que vivas en mí, no me hace de ti. Nada de ti he tomado. Lo que de ti hay en mí, tú me lo has dado. Yo lo he cuidado y transformado. No es para ser devorado, es para ser amado: considerado, respetado, cultivado y nuevamente transformado.
Pocos lo hemos intuido, hemos huido y en la cocina nos hemos escondido. Y los que finalmente entendimos que el mundo en nosotros ha existido, lo hemos reconstruido.
Afuera, valientemente conquistado, nos lo hemos ganado, lo hemos librado. Uno nuevo ha comenzado a ser erigido, nosotros lo hemos sido, porque también hay comensales agradecidos, que por su esfuerzo invertido logran hacer como si el tiempo se hubiese desvanecido. Con singulares ingredientes que bajo el brazo traen consigo, nuevos equipos comienzan a ser construidos en los que el cocinero también es atendido, servido, recibido… ¡y muy querido!
Anabella Barrios
Psicóloga y pastelera
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