Cada ocasión tiene un café en especial, y hoy quiero hacer reconocimiento de cada uno de ellos y de cómo se comparten.
Arrancando el día hay varios tipos de café. Para mí es un espresso perfecto, con café recién molido y esa intensidad que te deja con ganas de otro. Aunque sé que no todos comparten la pasión por un espresso, de seguro sí la de un “guayoyito recién colao”, o ese tinto hecho en greca o prensa francesa. Sea cual sea, el punto de partida de casi todos nosotros, y casi todas las mañanas, es un café negro. El primerito del día.
Luego viene el segundo café del día. En mi caso un cappuccino, para muchos otros un “conlechito” cremosito preparado en licuadora. Este café es versátil, no sólo como componente obligado del desayuno, sino como un must en cualquier merienda de una tarde bella de enero, con el Ávila de mi Caracas totalmente despejada, y con algún hojaldre de exquisitas panaderías francesas.
Particularmente, uso el cappuccino para enamorar, lo confieso, es uno de mis secretos. Invito a esa persona especial a sentarse en mi barra, y me esmero en prepararle ese cappuccino cremoso, impecablemente servido con su respectivo corazón. De ahí, comienza la tertulia en torno al café, y es el momento de demostrar la pasión que siento por él. El cappuccino me parece una bebida perfecta.
Hagamos un rápido ejercicio mental, ¿cuántas veces le hemos dicho a alguien “vamos a tomarnos un café”? Miles de veces, un inofensivo café, porque si pensáramos que fuera algo más comprometedor ni pensáramos en invitar el café. Pero ese café tan inofensivo tiene infinidad de mensajes escondidos, hay un idioma oculto que deja buen sabor de boca. Dice: te amo; dice: que rato tan agradable; dice: quiero más; dice: qué bueno.
Un capuccino (más bien pequeño) cae muy bien después de una comida. Y si son de las personas que les gusta un sabor intenso, les recomiendo un macchiato (espresso con 3 ó 4 cucharadas de crema de leche). Pero también cae muy bien un caffe corretto. Esto, en italiano, es un café con un toque de licor, especialmente grappa (este es un licor destilado del bagazo de la uva de vino). Es excelente como digestivo. Yo, prefiero servirme mi espresso PURO en una taza caliente, y en un shot helado, una buena grappa Bianca. ¡Delicioso!
Otro café que tiene su ocasión, es un espresso romano. Se repasa la taza con ralladuras de limón, se dejan las ralladuras en la taza, y se extrae el espresso. Por favor, hagan esta prueba, es uno de mis cafés favoritos. La intensidad de sabores, aromas y la textura, no pueden describirse en estas pocas líneas. Es algo sublime. Lo recomiendo para después del almuerzo. Solo uno porque es adictivo.
Si buscamos un buen café de postre, ¡Dios bendiga la leche condensada! En un shot o vaso corto transparente se sirve la leche condensada, luego un buen espresso y ¡listo! Esto lleva varios nombres: he oído que le llaman café vietnamita y en España bombón o cortao. Es un café que armoniza bien para postres. Yo decidí darle un toque interesante y le mejoré con esencia de vainilla. El sabor es impactante, a madera. Ha sido un éxito, incluso para enamorar.
A media tarde es ideal un rico café especiado preparado en una prensa francesa. Puede usarse cardamomo, canela, clavos, sarrapia, incluso pimienta roja y guayabita. Es un paseo por el paladar, miles de sensaciones que despiertan los sentidos.
Lo que realmente me parece interesante, sin importar el tipo de café o preparación, es que un buen café es para compartir, un café es para estar juntos, reúne la familia, las personas, y jamás dejará de tener vigencia la frase “¿nos tomamos un café?”
Hasta la próxima
¡Café y Vida!
Pietro Carbone
Barista
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2 comentarios :
Que rico...
Que sabroso blog.
Y cuál es la receta para preparar ese cappuchino que recomienda?
Pietro la verdad es que tu pasión por el café es contagiosa! cada día ganamos más adeptos! Un gran abrazo!
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