Han pasado más de tres décadas y ahora Johan tiene su propia quesera en Panamá y sueña con que en cualquier lugar del mundo donde haya un venezolano, él pueda ofrecerle sus quesos y hacerlos sentir cerca de casa.
Johan Herrera
Foto cortesía del enrevistado
Ese trocito de queso que quedaba al final
El juego de niños dejo de serlo cuando en el año 1.989, su padre comenzó en el mundo quesero luego que “un señor del pueblo le propuso hacer quesos de mano, porque daba plata y se podía vender a la orilla de la carretera. Mi papá, ni corto ni perezoso, como decimos en criollo, aceptó”.
Johan continúa recordando que el señor consiguió quien le vendieran la leche en una finca que quedaba como a dos o tres kilómetros hacia adentro de la vía principal , había que pasar dos morichales para llegar y se iba en su moto por un camino de arena para llegar. “Él cuajaba el quesito dentro de la finca y se traía la cuajada en un tobo. Unos 80 litros, los desueraba, dejaba el suero allá, se traía la cuajada y en ese transcurso de tiempo de regreso, la cuajada ya llegaba con punto de hilado para hacer el quesito de mano”.
“Yo era un muchacho de patio, de esos juguetones, pero cuando llegaba la hora de hacer el queso nadie me decía que tenía que hacerlo, nada más por curiosidad yo me ponía y al final de cada cuajada, cuando no salía el queso completo, quedaba algo que llamaban el maruto y esa era mi recompensa, ese trocito de queso que quedaba al final, después de cada cocinada”.
Saladitos para los venezolanos y para los panameños…
Johan Herrera procesa entre 500 y 550 litros de leche diariamente en su quesera Buenquesobqt, aunque en la época de verano la producción suele bajar y en ocasiones el trabajo con el queso “es difícil, puede ser rutinario y a veces se pierde dinero”.
El 90% de su clientela es venezolana, el resto es panameña y para ellos produce queso guayanés de mano, duro para rallar y un “semiduro bien bajito de sal como ellos acostumbran comerlo aquí, que ha tenido bastante buena aceptación. De los derivados estamos haciendo ricota, natilla y suero estilo larense. Yo tengo la esperanza de hacer algo como madurado o curado una vez que esté un poco más afianzado acá…por ahora no tengo espacio para la maduración”.
El reto mayor
Para que Johan Herrera lograra obtener su permiso de operaciones sanitarias en Panamá debieron transcurrir dos años. Luego debió esperar tres meses más para registrar sus primeros dos productos, el guayanés y queso pasteurizado para rallar, y que finalmente pudieran tener salida a nivel nacional.
También debió hacer cursos de manipulación de alimentos y lidiar con supervisiones sorpresivas en las que “toman muestras de los anaqueles, se las llevan y después te mandan un comunicado en que te dicen estas mal aquí o allá. Hasta ahora ese ha sido el mayor reto, el aspecto sanitario, y más para uno que viene de allá donde prácticamente no hay ley”.
A punta de aprendizaje y trabajo, este venezolano se mudó a tierras panameñas pero no deja de comer el queso de mano con cachapa pero eso si “que la cachapa esté navegando en suero” y sabe que a muchos paisanos le pasa lo mismo así que afirma “me gustaría llegar a donde haya un venezolanos, ponerle su queserita, suministrar el producto y ya cuando esté bastante viejo, nada mas agarrar un avión ir de país en país solamente supervisando mis queseritas alrededor del mundo”
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