España es un país cervecero, y en verano, todavía más. Así que no es de extrañar que Jacobo Olalla Marañón, el Director General de la Asociación de Cerveceros de España, exprese su satisfacción sobre el consumo y la producción de esta bebida (ambos siguen creciendo) en el último Informe socioeconómico del sector de la cerveza en España.
Un 14,7% de la cerveza consumida en España en 2017 fue sin alcohol (E+)
En 2017 se llegaron a consumir casi 40 millones de hectolitros de cerveza en España. Los 82 millones de turistas que visitaron el país contribuyeron a este consumo, pero también existen otros factores, como las altas temperaturas. De todos estos litros, el 14,7% corresponde a cerveza sin alcohol, cifra que confirma el boom de estas cervezas, y que explica por qué casi todas las marcas ya presentan sus versiones “sin” o “0.0”.
El año pasado se consumieron en España 5,8 millones de hectolitros de cerveza sin alcohol
España es el líder europeo, tanto en producción como en consumo, de cerveza sin alcohol, según se desprende del citado informe. Pero al respecto de esta bebida, que incluso se publicita para ser consumida en el interior de los gimnasios, ronda una paradoja: la cerveza sin alcohol lleva alcohol.
Esto se debe a que “el sistema de producción industrial no permite fabricar cerveza que no tenga alcohol. Los niveles máximos a los que se consigue rebajar el alcohol de la cerveza es de un 0,05 o 0,03”, cuenta Iván Hermosilla, miembro de la cooperativa de cerveza artesana La Black Flag. “En los países escandinavos no permiten las etiquetas “sin” o “0,0”, pero aquí el consumidor está más indefenso con el etiquetado”.
¿Por qué se considera una cerveza sin alcohol y se permite poner “0,0” en las etiquetas si sí contiene alcohol? “Entendemos que si una cerveza indica que es 0,0 alcohol, debe cumplirlo. Y ello por el Reglamento Europeo 1169/2011 de información al consumidor dice en su artículo 7.1 que la información no debe inducir a error sobre sus características, identidad, cualidad, composición… Desde la OCU creemos que el problema radica en las cervezas sin alcohol que no son 0,0, que pueden tener hasta un 0.9% de alcohol”, señala la OCU. Y añade: “alguien que se tome dos latas de cerveza sin alcohol de 33cl (con 0.9% de alcohol) se está bebiendo el equivalente a una caña de cerveza normal (150 ml)”.
La OCU también apunta que “según el reglamento de información al consumidor R1169/2011, en su artículo 9, las bebidas alcohólicas que tengan menos de 1,2% de alcohol no tienen obligación de declarar el grado alcohólico. Por lo tanto, las cervezas sin alcohol no están obligadas a indicar la cantidad de alcohol que tienen”. En consecuencia, un consumidor no tiene esa información, “salvo que la buena fe de la empresa haya considerado ponerla en la etiqueta. Así que consideramos que quizás estas cervezas no deban considerarse “sin alcohol”, ya que es una denominación totalmente confusa”. Pero la norma europea lo permite, por eso los fabricantes incluyen el 0,0 en productos que no tienen alcohol.
Las fabricantes agrupados en al asociación Cerveceros de España niegan cualquier trampa o incumplimiento, tanto en el etiquetado como en la proporción de alcohol, y recuerdan que “la legislación europea y la propia OMS consideran una bebida como alcohólica cuando tiene más de 1,2 grados”. Y distinguen que las cervezas 0,0 no tienen trazas de alcohol y el resto de las sin pueden contener trazas por debajo del 1%.
Según Cerveceros de España, la cerveza “es una bebida natural y en su elaboración, al igual que en la de otras muchas otras bebidas consideradas como alcohólicas procedentes de materias primas naturales como las frutas, cereales, etc., se originan trazas y la presencia de esas trazas es totalmente segura para el consumo”.
“Los métodos analíticos actuales no permiten determinar con exactitud las centésimas o incluso las décimas de las trazas de alcohol; de ahí que la normativa europea sobre etiquetado no establezca la obligatoriedad de especificar el volumen”, explican desde Cerveceros de España. Con este argumento, la asociación rebate a la OCU y afirma que “jamás una persona que se beba dos cervezas sin alcohol puede estar ingiriendo la misma cantidad que con una cerveza con alcohol: las posibles trazas que puedan contener las sin no son acumulativas, ya que el organismo las va metabolizando.
Existen dos procesos para elaborar cerveza sin alcohol: uno consiste en controlar la cantidad de alcohol durante la fabricación. Es un método poco frecuente y que se aplica en cervezas de baja graduación (las que no superan el 3% de alcohol de su volumen).
El otro proceso, más común, retira el alcohol al final del proceso de fabricación. Para ello hay que calentar la cerveza y, como el punto de ebullición del etanol es menor que el del agua, se evapora primero. Sin embargo esta técnica, que es sencilla de aplicar, implica alteraciones en el sabor del producto final, porque el tratamiento térmico elimina el alcohol, pero también algunos compuestos volátiles responsables del sabor y el aroma.
Eliminar el alcohol de la cerveza conlleva alteraciones en el sabor final
El proceso se ha ido modernizando y, ahora, muchos fabricantes primero extraen los compuestos del sabor y el aroma, evaporan el etanol con la técnica del vacío y luego vuelven a incorporar a la cerveza los compuestos de sabor y aroma. Este es el motivo por el que la cerveza sin alcohol sabe distinto de la cerveza convencional.
La mayoría de las cervezas “sin” que encontramos son industriales, y para muchos fabricantes y vendedores de cerveza artesana como La Black Flag el reto es conseguir una buena cerveza sin alcohol artesana. Pero para conseguirlo se requiere una maquinaria muy cara, que en la mayoría de casos solo está al alcance de grandes empresas. “Los daneses sí tienen buenas referencias de cervezas artesanas de baja graduación”, sostiene Iván Hermosilla.
LÍDIA PENELO
Fuente: La Vanguardia
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