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Características propias de cada vino más allá de su color o la graduación
Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cada español bebe aproximadamente 7,6 litros de vino al año. Con estas cifras, parecería que los españoles somos expertos en vino, pero ya se sabe que la estadística es esa ciencia que dice que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, en realidad tenemos uno cada uno. En realidad, más allá del color y la graduación del vino en cuestión, muchos desconocen otras características propias de cada caldo. Por ejemplo, ¿de qué hablamos cuándo nos referimos a un vino “tranquilo”?
Como se suele decir, el mejor vino es el que te guste a ti. Los vinos tranquilos son aquellos que no tienen burbujas producidas por la presencia de gas carbónico, puesto que se obtienen a través de la fermentación natural del zumo de la uva. En cualquier caso, a la mayoría de los consumidores de vino lo que realmente les preocupa, sobre todo al llegar a cierta edad, es que no perjudique a su salud. En este sentido, los beneficios para la salud de beber vino con moderación están bien documentados. De hecho, según la Fundación Española del Corazón tomarse aproximadamente un vaso de vino tinto al día puede ser bueno para nuestro corazón por su alta concentración de antioxidantes, que pueden ayudar a reducir el riesgo de hipertensión arterial, colesterol alto y enfermedades metabólicas.
Gas disuelto en el vino
Por contraposición, los espumosos son aquellos que, como el cava (o los vinos de aguja), nacen a partir de otro vino base (uno tranquilo) y sí contienen gas carbónico. Esto vino se suelen servir entre los 4º y 10ºC y las burbujas se forman gracias al gas, que proviene de una segunda fermentación de un vino tranquilo dentro la botella o del depósito en el que se encuentre: como el gas no puede escapar, acaba disuelto en el propio caldo.
Por último, cuando hablamos de vinos generosos no nos referimos a que nuestro anfitrión o camarero sea generoso con la cantidad de vino que nos sirve en la copa, sino a los caldos que superan los 15 grados de alcohol. Para superar esta graduación, se le añade alcohol al mosto de la uva y se corta su periodo de fermentación. Esta técnica, que en el argot de los vinos es conocida como “fortificación”, parece ser que se popularizó siglos atrás para que los vinos fueran más estables y aguantaran bien durante los largos viajes que se hacían por mar. Estos vinos pueden ser dulces o secos y, al igual que los tranquilos y espumosos, los puedes encontrar en tu tienda de alimentación habitual bajo ese epígrafe de “vinos generosos”.
TONI ESTEVE
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