La syrah o shiraz es una variedad de uva tinta y, como no podía ser de otra manera, se usa, sobre todo, para producir vino tinto. A día de hoy, podemos encontrar sus cultivos por todo el mundo, si bien sus orígenes radican en Francia. Entre sus ancestros encontramos dos uvas oscuras del sureste del país galo, grandes desconocidas en la actualidad. Por una parte, la dureza, una uva de piel oscura y proveniente de la región francesa de Ardèche. Por otra parte, la mondeuse blanche, una uva blanca que se cultiva en Saboya.
Su origen, por tanto, lo encontramos en el Valle del Ródano, desde donde se ha extendido por todo el mundo. Aunque algunos también apuntan a un origen incluso anterior en Jordania o en Siracusa, Sicilia. Sin embargo, la teoría de que el Ródano ha sido su cuna es la más extendida, puesto que su penetración allí y su importancia en la viticultura de la zona es innegable.
La vid de Syrah: descripción ampelográfica
La Syrah se caracteriza por tener un cepaje muy plástico y maleable, que permite elaborar vinos de calidad. Las vides donde nacen estas variedades de uva son muy vigorosas, con un porte erguido o semierguido que caracteriza a las extensiones de viñedos que forman. Los sarmientos o ramas de sus cepas son muy largos, delgados, delicados y con muchos hijuelos. De ella brotan unos racimos hermosos, con un tamaño mediano, de forma cilíndrica y ligeramente alargada. Son completamente compactos, aunque, en ocasiones, una primera ramificación se separa del resto del racimo. Por su parte, las bayas son de tamaño pequeño y muy uniforme, con una forma ovoide y de un intenso color azulado. Su piel es medianamente espesa, gruesa y resistente y en su interior encontramos una pulpa no pigmentada, de textura consistente y de jugosidad limitada, con un sabor peculiar. Y es que esta vid se caracteriza por un proceso de maduración precoz. Además, el cuidado de las cepas de vid que producen Syrah es primordial, ya que se caracterizan por una alta sensibilidad a los ácaros, la polilla de racimo y algunos herbicidas. Lleva muy mal la sequía y no tolera los excesos de humedad en el suelo, por lo que se debe encontrar en un punto medio. Además, es sensible al viento, que suele producir roturas de sus ramas si estas no se encuentran bien sujetas. Sin embargo, entre sus ventajas están la poca tendencia al corrimiento y la adaptabilidad a diferentes tipos de suelo.
Cualidades organolépticas: cómo la perciben nuestros sentidos
Los sabores de los vinos hechos con uva Syrah vienen determinados por el clima donde se cultivó esta variedad. En los climas moderados, el resultado es un vino de cuerpo medio con una amalgama de sabores entre los que se encuentran la mora, la menta e incluso la pimienta negra. Serían los resultantes de viñedos plantados en el norte del Valle del Ródano o en el estado de Washington. Sin embargo, en los climas cálidos los vinos adquieren una textura más consistente, que los dotan de cuerpo completo. Son características sus suaves notas a fruta amermelada, especias, anís y tierra cuando la uva se ha cultivado en zonas como la isla de Creta o Australia. Los vinos de buena calidad de la variedad de uva Syrah suelen tener un color violeta muy vivo y profundo, con aromas potentes y maduros que nos recuerdan a mora y a tabaco, entre otros. Son vinos relativamente ácidos con una graduación alcohólica elevada. Es intenso y aromático y entre sus reminiscencias encontramos la fruta madura, recordando a las grosellas, las violetas, las moras silvestres y a las frambuesas, manteniendo aromas a pimiento o canela y clavo. En la boca suelen ser vinos robustos y muy bien estructurados. Además, envejecen muy bien, manteniendo su intensidad de color intacta. Pasados los años no adquieren el olor de la madera de las barricas donde maceran, sino que, por el contrario, su aroma nos recuerda al cuero o al alquitrán, con un ligero toque ahumado reminiscencias lejanas a la vainilla.
ESENCIA WINES
Fuente: vinetur
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