No todos están confirmados por la ciencia: por eso, vamos a aclarar los principales asociados al consumo de esta bebida
De la mano del experto Adelino Cardoso, se aclaran los mitos y leyendas que existen en torno al café, como la supuesta adicción que provoca, la dificultad que genera para dormir o la prohibición para los niños, entre otros.
1. El café es adictivo
¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que no puede funcionar sin café? Es comprensible: la cafeína es un estimulante que hace que el cerebro libere dopamina. Este neurotransmisor, a su vez, ayuda a mejorar el estado anímico y la concentración, además de reducir la fatiga. Pero a diferencia de otros estimulantes, la cafeína, cuando se consume en dosis moderadas, no produce -en la gran mayoría de las personas- un aumento de la dopamina en cantidad suficiente para activar los circuitos de recompensa del cerebro. No provoca las sensaciones de placer y recompensa necesarias para crear una adicción, ni el llamado aprendizaje asociativo, en el que el cerebro atribuye estas sensaciones de placer y recompensa al consumo de una determinada sustancia, y que está en la base de la dependencia química. En otras palabras, el café puede crear hábito, pero difícilmente puede considerarse adictivo.
2. Beber café impide el sueño
Supongamos que estamos hablando de la dosis de cafeína recomendada para los adultos, unos 400 mg/día o tres cafés diarios, ya que la cafeína también está presente en otros productos como el té (teína), el chocolate, los refrescos y las bebidas energéticas. Cuando se toma café, el cuerpo absorbe rápidamente la cafeína. Al entrar en el torrente sanguíneo, bloquea los receptores de la adenosina, una sustancia química producida por el cerebro cuando estamos despiertos y responsable de darnos sueño cuando nuestro cuerpo pide descanso. Es este bloqueo el que permite a los bebedores de café estar más alerta y vigilantes. El tiempo que tarda la cafeína en abandonar el cuerpo varía de una persona a otra.
Algunas personas lo metabolizan más rápidamente, otras lo hacen de forma más paulatina; por eso algunas personas pueden tomar café después de cenar y dormir tranquilamente, y otras sienten que tomar café a media tarde afecta a su sueño nocturno. De media, su efecto puede durar entre 4 y 6 horas. Así que, para asegurarse dormir a pierna suelta solo hay que hacer cuentas.
3. Los niños no pueden beber café
Es mucho más fácil encontrar a alguien que esté dispuesto a darle a un niño productos azucarados y procesados que a darle café. Es una elección controvertida, como mínimo. Una opción cuanto menos polémica, porque además de los efectos nocivos del azúcar, muchos refrescos y chocolates ya contienen cafeína en su composición. También existe el viejo mito de que el café afecta al crecimiento de los niños. Pero también es sólo eso, un mito sin ningún apoyo científico. ¿Debería permitirse a los niños beber café como los adultos? No. Pero es posible dárselo. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, los niños y adolescentes pueden consumir unos 3 mg de cafeína por kilo de peso. Esto significa que un niño de diez años con un peso medio (alrededor de 30 kilos) es capaz de consumir el equivalente a una taza de café al día. Con o sin leche, pero siempre, preferiblemente, sin azúcar.
4. El café sin principio es más limpio
En España, como sabemos, hay innumerables formas de pedir café. Americano, corto, con leche fría, cortado, doble, solo, con leche caliente, bombón, “sin principio”... Centrémonos en esto último. En contra de lo que algunos piensan, el café no se pide “sin principio” (dejándolo correr durante unos segundos antes de poner la taza) para evitar que queden restos en la máquina. Con una máquina bien afinada y en buenas condiciones, es imposible que pase.
La razón para pedir un café sin moler es otra: los posos del café contienen la mayor concentración de cafeína. Al colocar la taza bajo la boquilla sólo después del flujo inicial de café, el barista se asegura de que el café que servirá será más débil que un café que haya sido preparado en su totalidad. Esa es la única razón.
5. El café largo es más flojo
Otro mito muy popular es que el café largo es más flojo que el café corto. Pero no es cierto. Un café corto tiene, por término medio, unos 10 miligramos menos de cafeína que un café largo. Sin embargo, el café corto tiene más cafeína concentrada en relación con el volumen total. Esto sucede porque en el proceso de extracción del café y la concentración de cafeína no es lineal. Cuando el agua empieza a pasar a presión a través del café molido, creando el líquido que cae en la taza, recoge inicialmente la mayor concentración de sabores y cafeína. A medida que pasa más agua, estas características se diluyen cada vez más. Esa es la razón por la que cuando se dibuja la llamada "carioca", todavía con los posos del café anterior, sale muy débil y aguado, porque la extracción anterior ha eliminado progresivamente todo lo que había que eliminar del café molido.
6. Cuanto más oscuro, más fuerte
Asocias el color del café a su contenido de cafeína es otro mito común que es fácil de desmentir. En general, se dice que el café más oscuro y tostado es más fuerte. Pero no es cierto. Cuando se tuesta demasiado el café, pierde sus propiedades naturales: sus aceites, sus minerales, sus nutrientes y, por supuesto, su cafeína. Piensa en el café como pan. Si se tuesta demasiado una rebanada de pan, se quema y sabe a cualquier cosa menos a pan. Una rebanada menos tostada -o tostada en su justa medida- es más agradable de comer, sabe más a pan y conserva más sus propiedades originales. Con el café ocurre exactamente lo mismo: un sabor más tostado no significa más vigoroso.
Fuente: Consumidora
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